Zapatillas
Conmovedora
película; “Los niños del cielo”,
el protagonismo del guión recae
sobre un par zapatillas y de quienes las
calzan.
Este
calzado deportivo cada vez más vigente
en la sociedad, significa mucho por el valor que su uso me representa, al
punto que cada vez que tengo que viajar lo primero que pongo son mis zapatillas. Pensando algo así como
en el caso hipotético en que solo pudiese elegir un elemento como
equipaje, sin dudarlo un instante, este sería el elegido
Religiosamente
me permiten sostener el ritual de correr
al menos durante una hora cada día por las calles del lugar en que me
encuentro. A este hábito que sostengo ya
desde hace unos cuantos años - y que comienza en el instante de montar las zapatillas- es que debo el reconocimiento inicial del
terreno en el que piso. Desplazarme así con las endorfinas circulando, el aire
impregnando cada célula, y los ojos bien
abiertos me permite gozar plenamente este primer contacto cultural de la
región. Probablemente las carreras descalzos y a campo traviesa que debían
hacer diariamente los hombres primitivos, a modo de subsistencia, mucho hayan tenido que ver con la alegría de vivir
de aquellos tiempos, tan escasa por estos días
a pesar de tanto confort disponible.
Primer
jornada en este viaje por Europa, el día
en Madrid está en sus albores y ya estoy
corriendo por la Castellana; una de las principales avenidas de la capital
española, me miro las zapatillas, respiro hondo y levanto la cabeza, busco
hacia arriba y el que busca encuentra: un lujoso y enorme edificio termina coronado en el tope
con un monumento que apenas alcanzo a distinguir, es la silueta de una mujer
alada que irradia libertad y es precisamente eso lo que me hace sentir.
Inmediatamente bajo la mirada ( es lo que debe hacerse para no atropellarse a
nada ni a nadie luego de levantarla) el cambio es abrupto, justo debajo de la magnánima
estatua en plena zona residencial del
primer mundo me encuentro con el opuesto, paradojas de hoy y siempre, delante
de mis pies topo con una silueta humana completamente tapada con una frazada a
la intemperie; me detengo, miro alrededor , cada cual sigue su camino sin
inmutarse y yo tampoco me animo a nada, siento la vergüenza del mundo dentro de
mí y tal como los demás sigo mi carrera,
en el viejo continente la miseria también
sacude y en mi indiferencia me involucro con ella. Aquí, no es Sud America donde ya sabe uno de antemano con
lo que ha de encontrarse a cada rato, es “primer mundo” como le llaman, una de sus grandes capitales, una
de sus principales avenidas. El desafío sigue vigente y no hay manera de no
sentirse avergonzado, sigo trotando, pero ya no como cuando levante la vista
buscando el cielo, sobre la tierra no hay forma de no sentirse cómplice de este
mundo tan ambiguo que entre todos hemos construido y que en tantos momentos de la historia, como
el de la revolución francesa, se soñó
con desterrar
La película
del iraní Majid Majidi del año 1997: “Los niños del cielo” presenta de manera sublime la dignidad que
suele habitar solo en los pobres, aquellos que
verdaderamente humildes tienen la escala de valores en su lugar. El eje
del film gira en un par de zapatillas
por el significado que a estas le adjudican sus personajes centrales,
una trama que con extrema sencillez
cuenta como dos hermanos, un niño y una niña, comparten un mismo par de
calzado pasándoselo en absoluto secreto varias veces al día para poder seguir
cumpliendo a lo largo de la jornada con
sus responsabilidades, el niño decide al
fin competir en una carrera pedestre por uno de los premios al ganador, ¿el premio?
Un par de zapatillas para regalar a su hermana a quien le habían robado
sus viejos zapatos por una distracción suya.
Mientras
corría y me encontré con aquel hombre
tirado en la calle reflejando la
inequidad me acordé de esta película y ese dignísimo par de zapatillas,
entonces pensé en las mías y en las que
les compro a cada uno de mis hijos como recambio cada vez que incipientemente
se les dañan las que tienen. Agradezco profundamente el poder pisar con mis
pies el mundo en el que habito, el recorrerlo de este modo prodigioso me
permite comprender que el compromiso de todos nosotros sigue vigente para quien
sabe un día el recorrido (con o sin zapatillas) sea más justo y equitativo para
todos…..
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