Vacaciones y vocaciones
En la edad en
que los hijos dejan ya de pertenecer a nuestros planes– pues su tiempo libre
eligen compartirlo con amigos y no con sus padres - Conseguí, no con poca
energía, convencerlos por unas nuevas vacaciones todos juntos en familia. O
sea; papá, mamá y los chicos, en las que
probablemente por sus edades sería unas de las últimas instancias vacacionales
de grupo completo.
Una nueva
oportunidad de estar juntos e intentar transmitir a la descendencia
algunas de las pocas cosas que a modo de posta legamos en este velocísimo ciclo
vital en que prácticamente, sin darnos cuenta de hijos pasamos a ser padres.
El tema
crucial que se instaló en esos intensos días de playa entre los chicos y
nosotros fue - por su edad de preuniversitarios- el de la vocación.
La
primogénita, que ingresa a la facultad
este año me preguntó; ¿Qué te
parece? ¿Abogacía o Psicología? ¿Y si yo estudio odontología? dijo la otra, en
cuanto el benjamín de doce: ¿Yo podré dedicarme al basket como profesional?.
A propósito de
la vocación siempre me llamó la atención en los reportajes a destacados músicos , actores u escritores, cuando al
referirse al asunto de sus carreras aparecía una respuesta común en la mayoría
de los entrevistados más o menos así: “Tengo la suerte de hacer lo que más me
gusta y encima me pagan”. Probablemente por la sana envidia que ello me
despertaba es que luego de haberme recibido de dentista, me dediqué al arte
como actor, músico y cineasta.
Un poco basado
en este preámbulo y como para ponerlos a ustedes al tanto, respondí a mis brotes de la
siguiente manera: -Les sugiero que cuando
elijan una carrera como profesión traten de pensar en lo que ustedes ejercerían
de forma gratuita, es decir lo que por el amor con que se practica como oficio
o profesión se está, incluso, dispuesto a pagar por realizarlo.
Existe en la
literatura un libro que contiene una
serie de 12 cartas que el extraordinario escritor alemán Rainer Rilke escribió
entre 1902 y 1903 en respuesta a la demanda de
un joven, quien le enviara sus versos
buscando su aprobación, con el fin de obtener la sugerencia del
maestro y de este modo decidirse a continuar o no con el oficio de poeta.
Quien fuera
considerado como el mayor poeta alemán del siglo 20 respondió, en la primera de
esta serie de correspondencias enviadas al debutante Franz Kappus, lo
siguiente: Como primera medida le sugiero
que en horas de la más silenciosa
madrugada simplemente se haga la siguiente pregunta: ¿Preciso escribir? si la respuesta es profundamente afirmativa:”si
preciso” entonces construya su vida en
base a tal necesidad aproximándose a su naturaleza. Así adentrado en su propio
mundo resultaran versos que usted no necesitará preguntar ni a mí ni a nadie si son o no buenos versos, pues
una obra de arte (me permito agregar aquí; cualquier trabajo que sea) es buena
cuando surge de una profunda necesidad. De este modo usted aceptará con
grandeza su suerte sin preguntar por ahí qué recompensa podría venir. Pues no
existe peor medio de atormentar el propio desarrollo que estar esperando una
respuesta desde afuera para lo que solo el sentimiento más íntimo puede
responder.
Queridos
hijos: lo que puedo agregar después de tan claras palabras
(aunque el mismo Rilke no creía en los consejos), es más o menos así: En cuanto a la vocación, sería interesante, a la hora de elegir, que
se inclinaran hacia aquello que por pasión y amor ejercerían gratuitamente, y si
por ello les pagan…. ¿Qué más se puede pedir?
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