Un
clásico
Habitar
verdaderamente la época que a uno le toca vivir, no solo significa asumir un punto de vista
respecto de lo que nos sucede, sino además intentar hacer algo
con lo que nos sucede. Para la comprensión de ello uno de nuestros
grandes aliados es la lectura,
especialmente la lectura de lo
que a través de los tiempos ha dado en denominarse un clásico.
Ahora bien el asunto se hace denso a la hora
de definir qué o quién es un clásico y por qué debiera ser leído.
Podríamos decir a grandes rasgos que un
clásico es aquel libro que jamás pasará inadvertido al lector de cualquier
época por la particularidad que lo sostiene; su resistencia al paso del tiempo,
lo convierte así en bastión
atemporal que podrá o no gustar pero que ha de marcar a quien por sus páginas
deambule.
Un clásico nos demuestra en su recorrido que
a partir de él sucederán otros libros, cual
brotes de un interminable árbol
genealógico que cual perpetuo eco clama
presente en las páginas de su
descendencia.
En íntimo diálogo con un clásico vuelve el
lector a re-descubrir lo que ya sabía o
lo que sin saberlo ya se le estaba olvidando, lo que indefectiblemente surgirá
como desafío novedoso a reconstruir en esa exquisita complicidad que
compartimos con quienes se han desvivido al plasmar en papel con tamaña
perfección- vaya uno a saber con qué clase de don- haciendo caber el universo
en sus páginas.
Un clásico se
convierte así en un susurro distante que se
sostiene en la actualidad para
hacernos recordar quiénes somos, hemos sido y seremos a través de todos los
tiempos.
Por último un clásico es aquel que nunca debiera ser bastardeado por textos
críticos o comentarios que ocasionen prejuicio o distorsión. Y permitir así a
quienes en sus legítimas páginas se sumergen
la posibilidad de promover el incesante intento que como especie nos
distingue, insistir llenos de fe, en tratar de comprender algo– aunque no lo
logremos- de lo que se trata este asunto
de vivir, asumiendo siempre la necesidad
de involucrarnos, y reconociendo que la
lectura es parte del deber de educarnos en un fervoroso intento de
comprometernos con el tiempo en que nos
tocó vivir. Para ello nada más moderno ni actual que un clásico.
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