lunes, 28 de abril de 2014

Somos lo que pensamos

  Sextas, movimientos y diversas agrupaciones  intentan de distintos modos explicar un mismo fenómeno; el  vínculo entre los pensamientos y la energía que a partir de ellos se genera.
  Desde la milenaria medicina ayurvedica en la  India, hasta las corrientes new age más actual tienden a convencer que en gran parte se genera lo que se piensa. 
 Desde la interpretación científica de la  mecánica quántica, considerando al  quantum como la menor unidad de materia-energía -unas 10 o 100 millonésimas avas  partes menor que el más chico de los átomos–  vibrando en dirección a lo que pensamos el asunto se tornó más serio.
  Si lo analizamos a nivel global, la verdad que algo debe ser así, pues indudablemente muchas de las cosas que suceden a la humanidad tienen que ver con lo que la mayoría de los habitantes de este planeta pensamos -o nos hacen pensar- elucubrando un inconciente colectivo que directa o indirectamente a todos atañe y nos direcciona
  Cerca de los cincuenta años de vida, a los que ando merodeando, debemos comenzar a familiarizarnos con el olvido. Me refiero a lo que queremos recordar, en un momento, trayendo a la memoria y no se logra inmediatamente, y no hay chasquido de dedos ni un ¿cómo era que se llamaba? que lo resuelva.
  Apelo frecuentemente a un método para traer nombres, lugares o títulos cuando esto me sucede  –probablemente a alguno le sirva- voy repitiendo el abecedario y combinándolo con vocales, al cabo de segundos y otras de minutos logro el objetivo.      Por otro lado esto de hacer trabajar el mate y no rendirse es una de las mejores formas que aconseja la medicina de atenuar los olvidos que acuden a la vejez -a veces de un modo muy precoz- por desuso. Hacerle una trampita a los achaques lógicos que trae aparejado el paso del tiempo tiene mucho que ver con el uso y ejercicio natural de los recursos que disponemos. Permitirnos de viejos seguir disfrutando del cuerpo, el espíritu y la mente tiene que ver netamente  con la ejercitación.
  Lo que me trajo aquí fue un olvido. Volviendo de la montaña en familia se escucha en la radio una cantante que me es familiar, solo su voz y una guitarra.
 -.Escuchen, (digo a mis hijos) esta cantante supo a mediados de los ochenta conmover a multitudes solo con su voz y una guitarra acústica, la escuchamos con su madre en un mega recital de Amnesty internacional hace un par de décadas se llama…. se llama… ¿Cómo era que se llamaba?
   Recurrí a mi método y fue en vano, no había caso el nombre no salía, me sentía  más que inquieto. Mi hija mayor me dijo: ”Pará de pensar papá, llevas media hora,  ya después te vas a acordar”. Ni la escuché, no quería rendirme. Llegamos a casa  yo atormentado y frustrado pero sin resignarme al olvido, mi hijo menor se sienta en la compu apenas aterrizamos y medio nervioso que ando por la amnesia de la cantante le grito: ¡Salí del chat de la computadora!  Acabamos de llegar a la casa y ya estás chateando, pero quien sos mocoso ¿chat- man?
  Empecé a saltar como loco de alegría – nadie entendía nada- ¡Chapman¡ Ese era el nombre  que no me acordaba en el auto “Tracy Chapman”.
  Indudablemente el insistir en pensar lo que quería me llevo allí, a lo que estaba buscando. Simple experiencia para vaya uno a saber que mecanismos operan para conseguir  que los pensamientos nos llevan adonde queremos ir, cuando insistimos en ello.

  Es cierto que en ocasiones conviene dejarla de lado, pero al fin la mente es lo único que básicamente  nos diferencia del resto de las especies vivientes, en gran medida somos lo que pensamos. Ahora ojo con lo que pensamos….Es muy probable que se cumpla, que la mente nos lleve justamente allí.

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