Solidaridad full time
Hay maneras y
maneras
Hoy parecería
que la legitimidad del ser y su accionar
está centrada en la autenticidad con que cada uno se despliega ajustando
el menú a sus propias y particulares reglas.
Los dogmas,
las normas y la ortodoxia gozan de un
desprestigio para nada desmerecido y
conquistado a lo largo del tiempo.
La historia de
la humanidad nos ha decepcionado incontables veces desde sus estructuras e
instituciones normadas y reglamentadas; la iglesia- por ejemplo- y el palacio de justicia entre otras se han
cansado de distorsionarse a sí mismas.
En ese vaivén
que nos caracteriza pasamos al otro
extremo, soy religioso como quiero, la justicia
la moldeo a mi conveniencia, el reglamento lo manejo yo.
Alguien me dijo
una vez:
- No te olvides
que vos podes ser un religioso light gracias a quienes como yo adherimos a las
normas y preceptos con rigurosa
estrictez.
Con este
breve preámbulo vamos al meollo de lo que aquí convoca; el tema de la
solidaridad, ¿cómo funciona? de este mismo modo, es decir cada uno lo pilotea como se le da la
gana. Seguramente usted, como yo, al menos alguna vez pensó que así la humanidad no puede
continuar….que así no podemos seguir – parece que sí podemos-
¿Dígame si alguna vez mientras compraba sofisticados
juguetes o un nuevo par de zapatillas
para sus hijos, no se le apareció un niño de la calle descalzo,
hambriento y sucio con la mano extendida
por unas monedas haciendo que su propio mundo se desmoronara?
¿Cuénteme si alguna vez mientras decidía con su
familia si las vacaciones serían en el Atlántico o en el Pacífico algún
noticiero ráfaga de esos que hoy abundan no lo derrumbó con esas imágenes de
chicos raquíticos que forman parte de más del 30 % de quienes sucumben en la extrema pobreza?
¿O que sin ir
más lejos en el barrio donde usted vive ( si es que no se le dio por ir a
encerrarse a uno de esos barrios blindados donde la realidad no se ve) percibe con facilidad que son poquísimos los
que llegan a fin de mes dignamente?
¿Y entonces
qué? Nos toma una súbita implosión de desasosiego que exteriorizamos con una
explosión de solidaridad traducida en esa acción de bien con la que pretendemos
expiar una porción de nuestra culpa y
colaborar para cambiar en algo este mundo, en un arranque nos vamos al orfanato
más próximo a regalar juguetes viejos,
llevamos trajes y zapatos en desuso al asilo de ancianos o salimos a
donar sangre al banco del hospital más cercano.
Claro que
cuando uno se tranquiliza piensa y analiza se da cuenta que aquello no es más
que un brote, que mejor que nada es, pero que ni remotamente alcanza.
Sería como la
de quien pretende mejorar su salud o bienestar por a lo largo del año fue tres
veces al gimnasio, o se cuidó con las comidas la primera quincena de marzo,
cuando sabemos, o deberíamos, que para que así sea, el hábito debe ser continuo
y sostenido. Lo otro algo es algo, pero
no alcanza.
Lo que se ve
usualmente, no sólo en el ciudadano común, sino en las empresas, las
instituciones y los gobiernos, son
estertores de conciencia solidaria esporádica, como para aliviar la mochila y
continuar así sin fecundos, ni sostenidos cambios de fondo.
Lo inusual,
lo que hondamente nos llama la atención, es el acto de aquellos que diariamente
se extienden ofreciéndose al otro, más que con ideologías, con su accionar
concreto y cotidiano. Esto no es lo
habitual
En las
escuelas, las familias y las universidades, deberían machacarnos que la
solidaridad no se ejerce eventualmente,
como quien cepilla sus dientes
cada día para que le duren toda la vida. Tal cual como lo hacen aquellos, quienes siguen siendo
una rareza, debiéramos aprender que la solidaridad es trabajo para todos y
todos los días, que como patrimonio de la
humanidad la solidaridad debe organizarse, por que requiere ser “solidaridad full time”.
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