Sin mí no es posible, conmigo
solo tampoco
Por un lado
abundan los libritos de autoayuda que entre mal escritos y mal interpretados
generan un mensaje masturbatoriamente hedonista, que al máximo estilo del sueño
americano “usted puede lograrlo”
exacerban el auto complacerse como meta.
Por el otro está la de quienes
sugieren una desmesurada
despersonalización que estimula a inmolarse en una incondicional entrega al
otro.
Ni una cosa ni la otra
Así titulaba el
libro: “De la autoestima al egoísmo”. ¿Es que autoestima es egoísmo? ¿Es que
darse al otro significa olvidarse de uno?
Un hombre de
ciencia no es apenas quien entrega su vida al conocimiento, sino quien entrega
su conocimiento al prójimo; un hombre verdaderamente religioso no es quien
entregó su vida a la religión, sino su religiosidad a los demás. Del mismo modo
un verdadero hombre del arte, la salud, la docencia o la política no es alguien
que creció en su terreno, apenas para sí, es quien expandiéndose a los otros logra la
confluencia del para sí para con
los demás, es precisamente este
juego dual el que nos humaniza.
Cual si fuese
una orquesta; cada instrumento, cada
nota, permite que el conjunto suene; de lo contrario, el
concierto no ha de ser, así cada uno de
nosotros puede tranquilamente afirmar: “sin mí no es posible conmigo solo
menos”.
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