Qué
bonito que es vivir
Los
seres humanos solemos con frecuencia transformar prosperidad y fertilidad en
aridez y desolación.
Esa extraña habilidad natural a nuestra
especie esmerada en boicotear lo que
emerge, opacar lo que brilla y cortar lo que florece.
Disfrutar a pleno no significa malversar el
tiempo, como si existir fuese una fiestita de tiempo completo, pero si todos
sabemos que la vida tiene sus bemoles, pues de sufrir nadie se salva y así como
la vida nos regala también nos quita ¿por qué hemos de empeñamos en arruinar lo
que no debe arruinarse?
Lo peor es cuando necios, como acostumbramos,
nos justificamos inculpando a otros:
hijos, esposo, esposa, amigos y enemigos, nos vienen como anillo al dedo para
exonerar culpas en esta absurda actitud de encontrar siempre un chivo
expiatorio.
Aunque muchos no lo entiendan y otros tantos
se la pierdan, permítaseme afirmarlo tal cual lo vi aquella mañana escrita en
una pared del centro de mi ciudad. Con letras mayúsculas alguien allí lo
imprimió. Así lucía en la pared de la
que ya fue borrado pero en mí no ha de
borrarse.
Cada mañana camino al trabajo leerlo me
levantaba, con letras en verde fluo y caligrafía ostentosa, contundente era el
mensaje que anónimo y sin firmar recobraba fuerza bruta y carácter universal,
apenas esto decía: ¡Que bonito que es
vivir!
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