Perdón
El universo judeo- cristiano está construido
en el perdón como uno de sus pilares
fundamentales.
En una irreverente reducción se puede
pensar que en el caso del catolicismo las disculpas se gestionan a través del
sacerdote que como mediador y en cualquier momento mediante la confesión la
concede, en el caso del judaísmo la intermediación la ejerce, como líder
espiritual, el rabino y esencialmente se practica de modo intenso sólo una vez
al año, justamente, para la fecha en que
se celebra el día del perdón.
El ayuno total y purificador del día más
importante a cada judío del mundo está caracterizado por ser la fecha anual en
que a expensas de un profundo arrepentimiento humano el “todopoderoso” concede, o no, al arrepentido,
la inclusión en el libro de la vida. “Buena rubrica” es entonces el saludo
entre los adeptos religiosos para ese día tan especial con el deseo hacia los
pares para que seas inscripto por Dios
en el libro de la vida, para un nuevo año.
Por estos días tan trascendentes al credo
judío, el sustantivo protagonista es “el perdón” y vaya el verbo que de allí
desprende, nada menos que perdonar.
Pedir perdón es uno de los actos más dignos
para todo humano.
¿Quién
se atreve a discutir el bienestar que otorga este a quienes saben pedirlo o
concederlo, diferenciándose abismalmente
de aquellos a quienes el orgullo o el rencor se los impide? Lógico que pedirlo
una y otra vez para expiar culpas y seguir reincidiendo, le resta el verdadero sentido, es a propósito de esto con
lo que el rabino actual de la comunidad judaica a la que pertenezco
concluyó atinadamente el servicio
religioso del Iom –Kipur.
-Quisiera en este día tan
importante encontrar palabras diferentes, para ello indagué en varios de
los libros de nuestros
referentes más salientes y esto es lo que elegí: toda la Tora (el libro
hebreo sagrado por excelencia) se resume en;
¡ama a tu prójimo como a ti mismo y no hagas a los demás lo que no
quisieras que te hagan!, el resto es comentario. Lo que pretendo, continúo, es
que hoy pongamos el foco no tanto
en las faltas cometidas como suele hacerse
año tras año, sino en el de aquí para adelante. Poner excesivo énfasis en el análisis de
aquello en lo que nos equivocamos nos coloca en riesgo de quedar allí
empantanados con el enorme riesgo
de acabar allí de donde definitivamente pretendíamos salir, por
la sencilla razón de que uno se atrapa
en aquello en lo que piensa –somos lo que pensamos- Lo que propongo
entonces es poner la energía no tanto en el error que fue sino en dirección al frente por lo que vendrá, esto tan esencialmente humano
y común a todos los credos, el eje de la
Tora ; ¡ama a tu prójimo como a ti mismo
y no hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan!
Claro
que creo fervientemente en el hombre y en su capacidad reparadora a partir del
perdón y la corrección pero alejémonos del ideal y acerquémonos a lo real:
“Las
cosas son como son y cada uno es como es”,
lo más probable y lamentable, es que cumpliendo la no muy optimista ley
de Murphy volvamos a reincidir en aquellas cosas en las que supimos errar, pues
errar es humano por mas perdón que se pida y que nos sea otorgado
Suelo pedir perdón a quien corresponda cada
vez que siento que debo hacerlo, pero a propósito de la reincidencia, recuerdo
las reiteradas disculpas que pedí a un amigo por una falta de mi parte
Categórico
respondió unificando el concepto de la amistad y el perdón de un saque:
- Mira, vos sos mi amigo
desde hace muchos años yo a vos te acepto como sos, no vuelvas pedirme perdón nunca más, no hace
falta, ya te dije que vos sos y serás mi amigo para siempre, y como corresponde
con un amigo, yo a vos ya te perdoné
desde el día en que te conocí.
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