Palabras
adrede
Los idiomas ancestrales tienen en la raíz de
muchos de sus vocablos un significado profundo que otorga sentido a cada una de
sus palabras.
Por estos días me reencontré una amiga con
quien nos vimos por última vez veintiún años atrás -de todas maneras qué son
veintiún años - y la verdad es que
seguimos conversando como si tan solo hubiésemos interrumpido un café por un
breve lapso -cuando los viejos nos advierten que toda la vida es apenas un
abrir y cerrar de ojos que pasa como un pestañazo saben muy bien lo que están diciendo-.
La encontré cambiada; cincuentona profunda y
con otro vuelo, no precisamente el que apenas otorgan los años transcurridos
(pues en ese caso, por lo general, el
que es bobo mientras más grande más
bobo).
-Es que en estos años me
ocupé de darle más sentido a mi vida, a mi propia vida -me dijo-; yo siempre
pendiente de los demás ¿te acordas? Y bueno un día tenía que encontrarme
conmigo.
Un día hice un curso que me cambió, el
fundamento del taller estaba centrado en el valor de las palabras y en el
significado de lo que ellas representan, en los sucesivos encuentros fuimos trabajando y
concentrándonos en el sentido de cada una de las elegidas.
El
rojo por ejemplo, en hebreo se
dice adom pero de la misma raíz surge la palabra Adam que significa hombre y
también de aquí se desprende adama que significa tierra.
Así, ella me fue contando como por esos días
este trabajo intenso y profundo con el significado de las palabras la fue
trasformando y llenándola de motivador sentido.
Mientras
escuchaba atento su relato en la silenciosa paz que nos entregaba un rincón
cuyano del piedemonte de la cordillera de los Andes. Me alegré por el
apasionado brillo de sus ojos, al tiempo que recordaba su escritor favorito,
cuando ella habitaba por estas latitudes hace más de treinta años: el uruguayo
Mario Benedetti; justamente un cirujano de la palabra, pues nadie mejor que él
sabía extraer la más adecuada para
colocarla allí en su prosa sencilla y contundente.
Qué bueno es el reencuentro con aquellos pocos
que la vida nos puso en el camino, tal como aquellas palabras que comprendidas
y elegidas provocan ganas de vivir. El reencuentro (por poner como ejemplo
una palabra) es más valioso que el encuentro porque en el
primero, a diferencia del segundo aparece la voluntad de querer que así sea, al
reencuentro hay que buscarlo.
Y
aquí estamos, otra vez reunidos, esta vez por tu voluntad para seguir con aquel
café apenas interrumpido por breves veintiún años, café en el que se bebe y
saborea la amistad que provee el buscar reencontrarse.
Te
quiero regalar el último libro que nos dejo el prolífico Benedetti antes de su
partida, no solo por lo que contienen sus paginas sino por lo que su título
dimensiona: “VIVIR ADREDE”
-Me
alegro por vos Sandra ya que vivir por vivir no es lo mismo que vivir adrede y
en esto de vivir con ganas, vaya si ayudan las palabras, las palabras que
elegimos adrede.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario