lunes, 28 de abril de 2014

Palabras adrede

   Los idiomas ancestrales tienen en la raíz de muchos de sus vocablos un significado profundo que otorga sentido a cada una de sus  palabras.
   Por estos días me reencontré una amiga con quien nos vimos por última vez veintiún años atrás -de todas maneras qué son veintiún  años - y la verdad es que seguimos conversando como si tan solo hubiésemos interrumpido un café por un breve lapso -cuando los viejos nos advierten que toda la vida es apenas un abrir y cerrar de ojos que pasa como un pestañazo saben muy bien lo que están diciendo-.
   La encontré cambiada; cincuentona profunda y con otro vuelo, no precisamente el que apenas otorgan los años transcurridos (pues en ese caso, por lo general,  el que es bobo mientras  más grande más bobo).
-Es que en estos años me ocupé de darle más sentido a mi vida, a mi propia vida -me dijo-; yo siempre pendiente de los demás ¿te acordas? Y bueno un día tenía que encontrarme conmigo.
  Un día hice un curso que me cambió, el fundamento del taller estaba centrado en el valor de las palabras y en el significado de lo que ellas representan, en los sucesivos  encuentros fuimos trabajando y concentrándonos en el sentido de cada una de las  elegidas.
  El  rojo por ejemplo,  en hebreo se dice adom pero de la misma raíz surge la palabra Adam que significa hombre y también de aquí se desprende adama que significa tierra.

   Así, ella me fue contando como por esos días este trabajo intenso y profundo con el significado de las palabras la fue trasformando y llenándola de motivador sentido.
Mientras escuchaba atento su relato en la silenciosa paz que nos entregaba un rincón cuyano del piedemonte de la cordillera de los Andes. Me alegré por el apasionado brillo de sus ojos, al tiempo que recordaba su escritor favorito, cuando ella habitaba por estas latitudes hace más de treinta años: el uruguayo Mario Benedetti; justamente un cirujano de la palabra, pues nadie mejor que él sabía extraer la más adecuada  para colocarla allí en su prosa sencilla y contundente.
 Qué bueno es el reencuentro con aquellos pocos que la vida nos puso en el camino, tal como aquellas palabras que comprendidas y elegidas provocan ganas de vivir. El reencuentro (por poner como ejemplo una  palabra) es  más valioso que el encuentro porque en el primero, a diferencia del segundo aparece la voluntad de querer que así sea, al reencuentro hay que buscarlo.
Y aquí estamos, otra vez reunidos, esta vez por tu voluntad para seguir con aquel café apenas interrumpido por breves veintiún años, café en el que se bebe y saborea la amistad que provee el buscar reencontrarse.
Te quiero regalar el último libro que nos dejo el prolífico Benedetti antes de su partida, no solo por lo que contienen sus paginas sino por lo que su título dimensiona: “VIVIR ADREDE”

-Me alegro por vos Sandra ya que vivir por vivir no es lo mismo que vivir adrede y en esto de vivir con ganas, vaya si ayudan las palabras, las palabras que elegimos adrede. 

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