lunes, 28 de abril de 2014

No tenemos ni la menor idea

   Lo que un escritor estampa un día en papel, las palabras del docente destinadas al oído de discípulos, los primeros gestos que un niño ve de sus padres, las estrofas del cantante coreadas a su publico, los versos del poeta flotando en el aire, la imagen del cineasta  que hace foco en un  primer plano, las vísceras que emanan del alma del filósofo en una charla.
  Como la piedrita que lanzada al agua se expande en secuenciales círculos del orden del infinito, como la brisa que hace danzar solo una hoja de todo un olivo, como la  gota de lluvia única que te moja la frente o se hunde en la  tierra, como el dedo que pulso la bomba atómica, porque claro, el asunto no funciona sólo para lo bueno,  Mozart, Hitler, los mensajeros de paz, la maestra del jardín de infantes, el terrorista, los que no logran motivar, quienes con amorosa vocación lo hacen; Borges, Chaplin, Gandhi, los que sinceramente agradecen, los que rezan, los instructores, los entrenadores, los padres, los amigos….
  ¿Es que sospechamos los humanos la enorme dimensión  en la que entre nosotros nos influenciamos? ¿Imaginamos realmente la permanencia y la a-temporalidad con que  trasciende el accionar de cada uno de nosotros en el ciclo de este mundo y en el que está por venir?

   De cómo influimos a nuestros semejantes a través del tiempo de todos los tiempos tengo la sensación: “No tenemos ni la menor idea”. 

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