No tenemos ni la menor idea
Lo que un
escritor estampa un día en papel, las palabras del docente destinadas al oído
de discípulos, los primeros gestos que un niño ve de sus padres, las estrofas
del cantante coreadas a su publico, los versos del poeta flotando en el aire,
la imagen del cineasta que hace foco en
un primer plano, las vísceras que emanan
del alma del filósofo en una charla.
Como la piedrita que lanzada al agua se
expande en secuenciales círculos del orden del infinito, como la brisa que hace
danzar solo una hoja de todo un olivo, como la
gota de lluvia única que te moja la frente o se hunde en la tierra, como el dedo que pulso la bomba
atómica, porque claro, el asunto no funciona sólo para lo bueno, Mozart, Hitler, los mensajeros de paz, la
maestra del jardín de infantes, el terrorista, los que no logran motivar,
quienes con amorosa vocación lo hacen; Borges, Chaplin, Gandhi, los que
sinceramente agradecen, los que rezan, los instructores, los entrenadores, los
padres, los amigos….
¿Es que
sospechamos los humanos la enorme dimensión
en la que entre nosotros nos influenciamos? ¿Imaginamos realmente la
permanencia y la a-temporalidad con que
trasciende el accionar de cada uno de nosotros en el ciclo de este mundo
y en el que está por venir?
De cómo
influimos a nuestros semejantes a través del tiempo de todos los tiempos tengo
la sensación: “No tenemos ni la menor idea”.
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