Música brasilera, llegó para quedarse.
Lo efímero de la moda nada tiene que ver con conquistar el tiempo; hoy se nos ofrece la instantaneidad como néctar de los dioses, pero lograr contemporaneidad es otra cosa.
La época que nos tocó provoca la sensación de
que nada va a durar y esto parece tragarse la posibilidad de que algo, o peor,
alguien, trascienda. De todas maneras, la diferencia entre lo
momentáneo y aquello que logra perdurar es franca.
Hablar
de música es en buena medida hablar de tiempo – no de espacio y tiempo, como en
la mayoría de las cosas- y es justamente por ello que cuando la música es
verdaderamente lograda, ésta no solo consigue inscribirse en su época sino que
probablemente lo consiga con quienes están por venir. Algunos ejemplos de la
llamada música clásica lo muestran sobradamente en la pervivencia.
Tal
vez suene jactancioso pensar en lo humano como aquello que queda, sobretodo
cuando se enaltece el Carpe Diem como si muchos no lograsen comprender que justamente,
saber vivir el momento liga inexorablemente a la trascendencia.
La Bossa Nova como punto de inflexión en la historia de la de la música brasilera es un ejemplo concreto de lo que intento expresar. Integró la enorme fila de sus fieles seguidores, pero más allá de subjetivos fanatismos, fácil es reconocer que sus armonías, letras y melodías nacieron en aquel ecléctico país no sólo para endulzar aquellos días, sino para continuar haciéndolo así.
En recepciones, muestras, exposiciones, aniversarios e incluso frívolos desfiles de moda es frecuente un sonido de fondo de Antonio Carlos Jobim, Joao Gilberto o Vinicius de Moraes, por nombrar algunos de los más prolíficos y universalmente representativos del género. Ya pasaron unos cuantos años de la composición de la garota de Ipanema, Chega de Saudade y Samba de una Nota So y allí continúan ellas sonando por doquier.
La Bossa Nova como punto de inflexión en la historia de la de la música brasilera es un ejemplo concreto de lo que intento expresar. Integró la enorme fila de sus fieles seguidores, pero más allá de subjetivos fanatismos, fácil es reconocer que sus armonías, letras y melodías nacieron en aquel ecléctico país no sólo para endulzar aquellos días, sino para continuar haciéndolo así.
En recepciones, muestras, exposiciones, aniversarios e incluso frívolos desfiles de moda es frecuente un sonido de fondo de Antonio Carlos Jobim, Joao Gilberto o Vinicius de Moraes, por nombrar algunos de los más prolíficos y universalmente representativos del género. Ya pasaron unos cuantos años de la composición de la garota de Ipanema, Chega de Saudade y Samba de una Nota So y allí continúan ellas sonando por doquier.
¿Por
qué? Sus melodías circulares y envolventes acompañan como una mamá acunando a
su bebé, y sus letras amorosas en justísima dosis de simpleza amalgaman con la
musicalidad y el ritmo.
Dicen
muchos escritores, entre ellos el notable Borges, que un escritor no es por lo que escribe sino por lo que lee y
desde esa misma óptica se considera al
músico(o quien modestamente como yo, pretende serlo) no sólo es por lo que
interpreta, sino por lo que escucha.
Probablemente nada refleje mejor a una persona
que su biblioteca y sus disco, somos, en buena medida, lo que leemos y lo que
escuchamos.
Tengo impregnada el alma de melodías y armonías que volverlas a escuchar (como quien relee un libro) me provocan la profunda emoción que otorga un efecto cada vez más íntimo con aquello que se insiste en re- escuchar.
Hoy mientras caminaba a la sombra de una arboleda y gracias a estos minúsculos aparatitos de música portátil, volví a oír una de estas conocidas canciones del Brasil y prestando atención a su letra conseguí comprender algo más:
Tengo impregnada el alma de melodías y armonías que volverlas a escuchar (como quien relee un libro) me provocan la profunda emoción que otorga un efecto cada vez más íntimo con aquello que se insiste en re- escuchar.
Hoy mientras caminaba a la sombra de una arboleda y gracias a estos minúsculos aparatitos de música portátil, volví a oír una de estas conocidas canciones del Brasil y prestando atención a su letra conseguí comprender algo más:
¿Para
qué llorar? Si el sol ya va a salir, si el día va a amanecer.
¿Para qué sufrir? Si la luna va a nacer cuando el sol ya no esté.
¿Para qué llorar? Si existe amor, la cuestión es solo dar, la cuestión es el dolor.
Quien no lloró, quien no se lastimó no podrá nunca más decir;
Para qué llorar, para qué sufrir si hay siempre un nuevo amor cada nuevo amanecer.
La canción nos interroga. La melodía se mantiene apenas con pequeñas variantes en las tres estrofas para dejar sentado en un texto breve (como suele serlo en la bossa) que es en los sentimientos primarios en que lo humano se ciñe, y que la paradoja que nos hermana como especie convive con estos dilemas e interrogantes.
¿Para qué sufrir? Si la luna va a nacer cuando el sol ya no esté.
¿Para qué llorar? Si existe amor, la cuestión es solo dar, la cuestión es el dolor.
Quien no lloró, quien no se lastimó no podrá nunca más decir;
Para qué llorar, para qué sufrir si hay siempre un nuevo amor cada nuevo amanecer.
La canción nos interroga. La melodía se mantiene apenas con pequeñas variantes en las tres estrofas para dejar sentado en un texto breve (como suele serlo en la bossa) que es en los sentimientos primarios en que lo humano se ciñe, y que la paradoja que nos hermana como especie convive con estos dilemas e interrogantes.
Por más tecnificado y globalizado que esté el
planeta tierra, jamás podremos renunciar
a aquello que nos constituye, y en ese sentido la música no significa, la
música es. Ella como puro sentimiento
nos dice cosas que resuenan en lo más hondo de cada célula.
Aquí aparece entonces este género musical parido en
el Brasil que tanto tiene que ver con lo antedicho. “Pra qué chorar” con letra del legendario
Vinicius de Moraes – el blanco mas negro de brasil, como gustaba llamarse a sí
mismo- y música del gran guitarrista Baden Powell, volví a corroborarlo.Como un Beethoven, un Mozart, un Piazzola, un Morricone, un Duke Ellington o los afamados Beatles también se me hace indispensable un Vinicius de Moraes, un Jobim, un Joao Gilberto o un Chico Buarque de Holanda.
Este amoroso entramado musical del Brasil que nació para quedarse.
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