Mi
viejo
Al
viejo no le faltaba nada, era un apasionado para besar, para
abrazar, para reír y para llorar
Era
un apasionado para cocinar, comer, para estudiar, trabajar, musiquear,
comprar, viajar y para soñar.
Era
apasionado en discutir y razonar, para jugar y gastar.
Era
un apasionado incluso para enfermar y también para sanar.
Nunca
se quejó ni del gobierno, ni de la falta o sobra de trabajo, ni del clima,
ni siquiera de un temblor (cuasi terremoto) que a cualquier mendocino
sacudía y que hasta eso el sabia apreciar
Afectivamente
era desmesurado para dar. Al viejo no le faltaba nada, al contrario le sobraba.
Su inmenso corazón duró poco, a todos los que lo conocimos nos lo regaló.
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