Medicina
Comprender
que no existen enfermedades, sino personas que
enferman probablemente sea el puntapié inicial para humanizar y
dignificar la medicina a partir de la idea de que cada hombre constituye un sujeto único e irrepetible y que solo así puede ser tratado. Tan es así,
que a la hora de enfermar cada uno de nosotros lo hará como pueda, consolidando
la idea que plasmó el psiquiatra Beard hace unos cuantos años, al sentenciar:
“Si usted ha tratado dos casos de neurastenia de la misma forma, al menos ha
tratado mal a uno de ellos”.
Contaba un
prestigioso escritor de nuestro país mientras recorría un hospital, la
impresión que le dio cuando escuchó a
un cirujano decir a un colega lo
siguiente: -Vamos apuremos que en la sala quince nos espera una apendicitis aguda.
La idea de reducir un sujeto que ha
enfermado al mal que lo aqueja, es parte
de la grave fragmentación en la que hemos incurrido al renunciar a la exigencia
de entender y abordar al humano como un ser integral. Reinstalar el concepto
que un hombre y una mujer son siempre cuerpo, mente y espíritu en un todo
indisoluble que no puede ser obviado en ninguna etapa desde la consulta médica
en adelante es indispensable.
La milenaria medicina ayurvédica de la
India (con absoluta vigencia dentro de aquel país en 2500 hospitales y
en occidente a través del doctor Deepak Chopra como uno de
sus mayores difusores con su libro más
serio, antes de ser tan mediático: “La perfecta salud”) tiene como premisa
fundamental el exhaustivo estudio del biotipo al que pertenece el paciente;
vata, pita, kapa (ectomorfo, mesomorfo, endomorfo) y sus posibles
combinaciones, como el requisito previo a la prescripción de cualquier
tratamiento para un buen resultado en algo así ; “ Dime quien eres y te diré
como tratarte” . El inicio de cualquier tratamiento médico nace de un correcto
diagnóstico y solo así el profesional se convierte en verdadero coprotagonista
de quien depositó su confianza en
él. El interés en el arte de curar
probablemente nació a partir del desafío que requiere un profesional de la
salud para lograr identificar en profundidad quién es ese paciente que se tiene
enfrente e intentar darle a ese sujeto único y particular las
estrategias más adecuadas para volverlo al equilibrio (me gustaría personalmente
estar mucho más cerca en la praxis de esa palabra tan fácil de decir; equilibrio).
Humanizar la medicina no va de ninguna
forma en detrimento de los hallazgos que
el campo tecnológico trajo consigo, pero un profesional no es eficaz solo desde lo que el progreso
pone a disposición de su especialidad, pues así estará dejándose de lado en la
esencia que lo constituye, como paciente uno no es un pie quebrado, ni un
apéndice inflamado, ni un corazón dañado sino un sujeto que padece, y solo así
queremos ser tratados
Dignificar la vocación médica es acompañar
en la salud y ayudar a recuperarla
cuando por algún motivo se la ha perdido y en esto un sincero encuentro de
miradas frente a frente provocado por
el profesional permite como puntapié inicial abordar integralmente a cada paciente para asistirlo en su particular y exclusiva
forma de sanar, o no.
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