lunes, 28 de abril de 2008

Medicina
 
Comprender que no existen enfermedades, sino personas que  enferman probablemente sea el puntapié inicial para humanizar y dignificar la medicina  a partir de  la idea de que cada  hombre constituye un sujeto único e irrepetible  y que solo así puede ser tratado. Tan es así, que a la hora de enfermar cada uno de nosotros lo hará como pueda, consolidando la idea que plasmó el psiquiatra Beard hace unos cuantos años, al sentenciar: “Si usted ha tratado dos casos de neurastenia de la misma forma, al menos ha tratado mal a uno de ellos”.
  Contaba un  prestigioso escritor de nuestro país mientras recorría un hospital, la impresión que le dio cuando  escuchó a un  cirujano decir a un colega lo siguiente:   -Vamos apuremos que en la sala quince nos espera una apendicitis aguda.
   La idea de reducir un sujeto que ha enfermado al  mal que lo aqueja, es parte de la grave fragmentación en la que hemos incurrido al renunciar a la exigencia de entender y abordar al humano como un ser integral. Reinstalar el concepto que un hombre y una mujer son siempre cuerpo, mente y espíritu en un todo indisoluble que no puede ser obviado en ninguna etapa desde la consulta médica en adelante es indispensable.
  La milenaria medicina ayurvédica de la India  (con absoluta vigencia dentro de aquel país en 2500 hospitales y en  occidente  a través del doctor Deepak Chopra como uno de sus mayores  difusores con su libro más serio, antes de ser tan mediático: “La perfecta salud”) tiene como premisa fundamental el exhaustivo estudio del biotipo al que pertenece el paciente; vata, pita, kapa (ectomorfo, mesomorfo, endomorfo) y sus posibles combinaciones, como el requisito previo a la prescripción de cualquier tratamiento para un buen resultado en algo así ; “ Dime quien eres y te diré como tratarte” . El inicio de cualquier tratamiento médico nace de un correcto diagnóstico y solo así el profesional se convierte en verdadero coprotagonista de quien  depositó su confianza en él.  El interés en el arte de curar probablemente nació  a partir del  desafío que requiere un profesional de la salud para lograr identificar en profundidad quién es ese paciente que se tiene enfrente  e intentar darle  a ese sujeto único y particular las estrategias más adecuadas para volverlo al equilibrio (me gustaría personalmente estar mucho más cerca en la praxis de esa palabra tan fácil de decir; equilibrio).
  Humanizar la medicina no va de ninguna forma  en detrimento de los hallazgos que el campo tecnológico trajo consigo, pero un profesional  no es eficaz solo desde lo que el progreso pone a disposición de su especialidad, pues así estará dejándose de lado en la esencia que lo constituye, como paciente uno no es un pie quebrado, ni un apéndice inflamado, ni un corazón dañado sino un sujeto que padece, y solo así queremos ser tratados

   Dignificar la vocación médica es acompañar en la salud  y ayudar a recuperarla cuando por algún motivo se la ha perdido y en esto un sincero encuentro de miradas frente a frente  provocado por el  profesional  permite como puntapié inicial abordar  integralmente a cada  paciente para asistirlo en su particular y exclusiva forma de sanar, o no.

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