lunes, 28 de abril de 2014

Malversado Amor
  
Poetas y juglares, novios y amantes, filósofos y cantantes de todos los tiempos, que no han dicho referido a tamaña palabra: “el amor”  
  El señor Sófocles hace unos cuantos años dijo: del dolor y del peso de vivir solo el amor nos libera, no hace tanto los Beatles en uno de sus consagrados estribillos hacían vibrar millones de corazones con su archi famoso estribillo: “Solo necesitas amor”  y hace unos dos mil añitos Jesucristo proclamaba: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”
  Otras máximas circulan a troche y moche: “Ama sin esperar nada a cambio”, “Solo el amor de padres a hijos es incondicional”, “Es solo en  la amistad donde el amor se ve libre de condicionantes”, el filósofo Lou Marinoff comenta: Nada mejor que enamorarse y sentirse correspondido y  nada peor que enamorarse y no sentirse correspondido, el diccionario dice: sentimiento de inclinación o vivo afecto a una persona o cosa, pasión que inclina un sexo a otro.
Pero, ¿Qué es el amor?, ¿Qué mueve lo que no puede explicarse?, ¿Qué impulsa  igual que a la fe a lo que no puede con palabras develarse? ¿Qué clase de sentimiento engloba a quien solo sabe manifestarse y transmitirse desde lo mas profundo del alma y el corazón sin  pizca de reflexión?
   Por allí por inicios de la década de los noventa asistí a un congreso de odontología donde uno de los más destacados disertantes  el doctor Baratieri (un  prestigioso odontólogo del sur de Brasil  con una simpatía y alegría que invitaba a seguir afirmando sin temor a equivocarse que la alegría es brasileña) me marcó al respecto del sentido del amor. 
   Este apasionado doctor  en algo aparentemente tan lejano al amor como un curso técnico de odontología, logro hacernos comprender -a quienes de verdad lo escuchábamos-  de un modo simple y sencillo  la verdadera dimensión de este asunto referido al amor.
   El doctor mostraba, en pleno auge de la cosmética dental, diapositivas de casos clínicos en los que se desempeñaba por aquel tiempo con gran calidad y profesionalismo. En el clímax de la jornada con su elocuente y espontanea manera de exponer  mostró, como suele hacerse, uno de sus casos mejor resuelto con una diapositiva del antes y el después de reparado (cualquier profesional de la estética sabe de lo que hablo, en esto de mostrar el  caso antes y después, donde suele mostrarse solo los mejor resueltos y maquillados hasta el moño). Una joven paciente había  sufrido la fractura de un incisivo superior (uno de los accidentes que mas suele angustiar a los padres por el impacto visual que se les genera al ver un diente anterior partido en un hijo, principalmente si es mujer). El resultado estético obtenido en el caso terminado exhibía una naturalidad cuasi perfecta. Luego de la proyección de la diapositiva, hubo una decidida pausa, como suelen hacer quienes saben exponer, y con la sonrisa del paciente estampada en la pantalla como muestra de agradecimiento a su salvador, el doctor Baratieri pregunto a los cientos de dentistas que atestábamos el auditorio:
-¿Alguno de ustedes me  puede responder cómo se logro conseguir este satisfactorio resultado en la rehabilitación estética de este paciente?
    Después del primero que se animo a responderse fueron sucediendo, uno a uno,  varios colegas con distintas respuestas llenas de tecnicismo ante el negativo giro de cabeza de Baratieri.
   Cuando ya ninguno se atrevió a seguir opinando viendo como venia la cosa, el doctor volvió a preguntar:
-¿Seguro que nadie más quiere intentar la respuesta?

Esta vez no se movió ni el ala de una mosca y ante sepulcral silencio, de nuevo: -
-¿Saben cómo  conseguí este excelente resultado? Muy simple mis queridos colegas, lo conseguí...(volvió a hacer una pausa) con amor, solamente con amor.
   Finalmente y como remate con la transparencia de quien es más que sincero  dijo que en Brasil tenia fama de ser un odontólogo muy caro lo cual no se empeñó en desmentir, pues  el pretendía en  pocos años dejar la odontología para dedicarse a su gran pasión oculta, la  poesía y como no sabía si el  poeta lograría ser tan rentable y exitoso económicamente como el dentista,  debía  generarse reservas que le permitieran tamaño giro de vida.

   Ese día cuando menos lo esperaba, como suele ocurrir,  me llegó el maestro (a simple vista nada más inesperado para ello que un curso técnico de odontología)  se reveló la dimensión de lo que este vocablo representa, no porque el maestro lo haya explicado, pues no es que el amor signifique, el amor existe. Comprendí profundamente  la incondicionalidad que mueve el más sublime de los sentimientos que nos permite conseguir  lo que solamente, así, con amor, y  solo así  es posible conseguir.   

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