Lo
que no se premia
Existe
una tendencia generalizada en la prensa
mundial a dedicar enormes espacios a
figuras exitosas en distintos rubros que integran la sociedad.
Es así como a lo largo del año se difunden
numerosas premiaciones (en muchas ocasiones bajo la forma de majestuosos
festivales) dedicadas a galardonar cineastas, músicos, actores, deportistas,
empresarios, y otras veces a premiar la belleza y la inteligencia, posicionando
dichas figuras en el candelero, que en
algunos casos (en otros no tanto) conquistan la fama merecidamente.
De tal forma y debido al alcance inmediato
de los multimedios, estos ídolos invaden pantallas y páginas semana tras semana
con datos e información (información, en general, perteneciente al orden de lo íntimo)
generando en la mente de millones de niños y jóvenes un inconsciente colectivo
que tiende a admirarlos e imitarlos en sus logros.
Sin lugar a dudas quienes están en la cresta
de la ola por la particularidad que los destaca
en absoluto merecen crítica, la cuestión es la sobrevaloración
propagandística y el desmesurado reconocimiento
económico que por ello obtienen.
Esta situación puede llevarnos a preguntarnos: ¿Cuáles son entonces los
modelos que convertidos en ídolos ofrecemos los adultos a los más jóvenes como
estímulo en la construcción de sus vidas?
Es así como otra vez el exceso que
caracteriza a nuestra especie (en este caso exceso de reconocimiento
multimedial y económico a esos ídolos)
genera un efecto social que marea y despista en sus expectativas de
logro, a quienes representan nada más ni nada menos que el futuro. En
ocasiones, la ignorancia de adultos adquiere tal magnitud al respecto que somos
nosotros, quienes directamente inducimos
a la ingenua descendencia a una carrera desvirtuada tras el éxito y el
reconocimiento, no como camino vocacional de una particular huella a recorrer,
sino como la obtención de un resultado atado al exitismo.
Cada uno de nosotros es un sagrado eslabón
de un conjunto al que todos pertenecemos-
o intentamos pertenecer- llamado humanidad...humanidad que en permanente
feed back nos afecta y se ve afectada por el propio accionar(todavía hay gente
que no se da cuenta del impacto que tiene en el planeta). Me atrevo a pensar
que salvo contadas excepciones no son los ídolos mediáticos y acaudalados
quienes entregan sus vidas en el rescate constante que nos salva como especie, sino que
paradójicamente son aquellos héroes anónimos -las más de las veces con ingresos que no alcanzan para una vida
digna- con su trabajo diario y
silencioso dirigido al prójimo, quienes sin prensa y desde el más puro
anonimato lo consiguen.
Hay que ser ingenuo para pensar que
nuestros jóvenes hijos quieran para sus propias vidas imitar el camino de
estos vapuleados, aunque, verdaderos héroes sociales.
Chico
Buarque de Holanda, el brillante cantautor brasilero canta en una de sus
canciones; “El dolor de la gente no sale en los diarios”, y quienes por mitigarlo se desviven, menos.
¿No deberían quienes dirigen los medios de
comunicación en un mundo tan poco justo
y ecuánime, dar un mayor protagonismo a aquella gente y hechos ligados a
mejorar el bienestar general de la humanidad, como legítimos modelos dignos de
imitar, y disminuir (aunque más no sea
un poco) la exagerada difusión
que se le da a ídolos de
barro, como un negocio que lejos de
orientar a los jóvenes (adultos también)
en su procura vocacional de ser y
servir los invita al exitismo?
Dicen quienes administran medios masivos de
comunicación desde la eficacia rentable: ¡Ala gente hay que darle lo que
quiere! Eficaz sería: ¡La gente consume lo que se le da!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario