La
miseria cultural
Todo
ser humano es de algún modo vulnerable,
pero en el caso de los artistas
la fragilidad se ve reflejado en lo que una vez
oí decir a un director de cine a
su equipo de producción: Cuiden a mis
artistas como a un cristal, pues es como si no tuvieran piel, sus fibras
nerviosas se encuentran al descubierto.
Y consta que en gran medida es así, sin abundante sensibilidad no es
posible hacer arte y claro que una buena dosis de ella, adjudica ventajas y
privilegia, pero también otorga sufrimiento.
Vivimos un tiempo –no tiene por que ser el
peor- en que en numerosos rincones del planeta los responsables del cuidado del patrimonio cultural están convirtiendo
justamente la cultura en miseria
La apatía y hasta el desprecio, en
especial, a los valores artísticos de la
propia región se está convirtiendo en un espanto. Una de sus traducciones más
claras la presenciamos en la dificultad que tienen cientos de miles de artistas
para poder, más que mostrar, ofrendar lo que más aman en sus vidas, la
expresión de su sentir, su propio arte.
En contraposición, las sociedades que
desde sus directivas se apropian de su cultura al contener a sus hacedores para
el logro de su máxima potencialidad expresiva,
demuestran una evolución que a todos beneficia.
Sin la pretensión de poner el tema de la
cultura delante de temáticas vitales como el hambre que azota a nuestro planeta
- aunque en todo caso esto también es cultural- hoy en muchas regiones, tristemente mi
provincia Mendoza es una de ellas, lastiman a sus hacedores en el lugar donde
más duele, el de negarles espacios dignos donde entregarse al público
privándoles así de la posibilidad de
poder vivir de su trabajo
Este horroroso panorama – nada nuevo bajo
el sol - se traduce en artistas que en vez de dedicarse a lo suyo, deben poner
su energía en lo que no les corresponde y en lo que peor saben hacer;
autogestionarse en una estructura
administrativamente burocrática, enfermiza y denigrante que en muchas ocasiones
los derriba y los vence hasta matarlos, ni más ni menos.
Ayer pasé una de aquellas tenebrosas
tardes de inexplicable espera para luego de varios meses de insistencia y
cientos de fracasos telefónicos lograr presentar a un funcionario un proyecto
artístico de enorme responsabilidad social y cultural. La larga amansadora y la
posterior frustrante reunión con el funcionario- de las tantas ya vividas- me
dejaron de cama, la espera de tres horas y media más la vulgaridad de quienes
teóricamente gestionan logró, una vez mas, filtrarme
Jamás debiéramos en ese estado entrar en
sueño esa noche me dormí dolido y con bronca arrastrando una fuerte pesadilla: una enorme serpiente se instaló
debajo de mi cama y no había manera de desplazar el horrible reptil de enormes
dimensiones, toda mi familia y yo llenos de pánico no podíamos moverla de
ninguna forma por más que con palos y rastrillos a toda fuerza lo intentábamos. Envuelto en sudor y
con mi propio grito desperté.
Aun mal dormido y con la pesadilla a
cuestas, salí a correr por nuestro estimulante parque (parque que gozamos hoy por la
gestión de quien en su momento si comprendió
los desafíos culturales de su tiempo) para limpiarme y arrancar mejor predispuesto una nueva
jornada, el animo mejoraba y así más calmo y distanciado pude pensar la noche anterior y sin ser ni remotamente un
conocedor de la interpretación de los sueños me cayo la ficha; la víbora repta, se arrastra y esta
particularmente ni se movía. Esto es lo que desean muchas veces generar
aquellos que bestialmente comandan la sociedad; inmovilizarnos como en el caso
de la víbora del sueño, incluso ni la posibilidad de reptar, sacarnos hasta la indignidad de arrastrarnos.
Pero a ustedes, ignorantes , poderosos y
maquiavélicos burócratas , les quiero aclarar que a mí ,como a tantos otros de
este sobreviviente planeta de todos los tiempos, lejos de poder derrumbarnos o
inmovilizarnos -como la sensación que provocaron a mi pesadilla- no hacen más
que hacernos cada día mas fuertes
¡Artista
que no te maten¡ Recordemos que lo que
no nos mata nos fortalece.
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