miércoles, 29 de abril de 2009

La conquista cotidiana

 Nadie puede jactarse de estar realmente vivo por el hecho de tener un corazón latiendo, sangre circulando o algunas neuronas en actividad. Esto es apenas obra de la fatalidad producto del encuentro casual de quienes  nos  trajeron a este mundo.
Estar vivo, lo que realmente significa estar vivo es otra cosa. El derecho que nos regalan los cinco sentidos implica el deber de alimentarlos, no necesariamente desafiando los límites al extremo de arrojarse desde un paracaídas o escalar el  Aconcagua, con todo el respeto para quienes lo requieren para sentirse vivos. Lo que propongo es más simple,  me refiero a intentar entender que la lluvia es para mojarse, el viento para sentirlo, las flores son para olerlas y la luna para verla, estar vivos es “tarea” y podemos colaborar para que sea una hermosa tarea
El confort, la globalización, el marketing y otras yerbas se empeñaron en hacernos olvidar lo esencial. Ya por el año 1840 en los estados unidos de Norteamérica el escritor Henry David Thoreau decidió cambiar todas las oportunidades que le proponía la gran ciudad por la experiencia de retirarse dos años al campo de Walden en las afueras de Massachussets alejándose de las normas de mercado que imponía la urbe y entonces  resguardado en  armonía y  pleno contacto con la naturaleza fue como logro transcribir la esencia de este sentir en “Life in the Woods”.
 En pleno siglo XXI en medio de  tanto Google, i pod. I pad i phone ; comienzan a  reconquistarse  valores de nuestra condición humana que no debiéramos haber olvidado jamás,  pues como sabiamente  dice el cantar de los cantares -y siempre es bueno recordarlo- no hay nada nuevo bajo el sol.
Mucho antes que lo hiciera Thoreau, ya en siglo III AC, Epicuro supo advertirlo al pueblo; “El deseo acaba con el sosiego” y debemos tener claro que la gloria, la riqueza y la vanidad atentan contra la plenitud del hombre. Antes fue Aristófanes- 5oo años antes de cristo- quien en una de sus satíricas comedias anticipó la decadencia del imperio griego, en una forma de consumismo análoga a la actual que por entonces arrasaba con la cultura democrática . Iniciada la era cristiana fue Séneca quien promovió el estoicismo planteando la  austeridad como centro para el logro de la salud y felicidad. Defecto de nuestro tiempo el de creernos autores de problemas y desafíos que nos atañen desde hace siglos.
La escritora italiana Susana Tamaro  (entre autoayuda y otras pretensiones literarias)  en una de sus novelas más vendidas hace una  analogía interesante, el nacimiento del hombre es como el de  haber sido arrojados desde lo alto de un edificio donde la inexorable caída al vacío solo puede evitarse si logramos aferrarnos a algo.
Cada cual se aferra a lo que puede y  a lo que quiere.

Asirse a lo esencial, la conquista cotidiana de sentirnos vivos más allá de un mero latir.

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