martes, 29 de abril de 2008

La dignidad de René

Siempre que alguien está enfermo,  aunque el padecimiento sea importante, de alguna forma esperamos que obre la cura y la recuperación.
Hay casos en que la dolencia es de tal gravedad que solo cabe esperar el desenlace final.
De alguna forma la muerte nos acompaña desde que nacemos y por muy bien  que uno se encuentre, de momento nadie  tiene la vida comprada, ni sabe donde estará mañana, de todos modos,  solo se instala como idea fija  cuando por alguna razón, el  asunto se torna inminente.
Estos últimos meses  me tocó  acompañar de cerca el caso del padre de un gran amigo en dichas circunstancias. El cáncer de René estaba lo suficientemente ramificado como para solamente esperar el final.
Los amigos, a través de sus hijos, somos muchos y de alguna forma por su calidez familiar todo estábamos pendientes de su evolución. 
            Una de las primeras cosas que decidió la familia, liderada por Richard - el hijo médico- fue que el papá estuviera en la casa junto a sus seres queridos evitando hasta donde se pudiera la internación  hospitalaria y las técnicas invasivas innecesarias.
 Llegó el último suspiro y rodeado de sus afectos en su casa murió René.        Claro que no fue un festejo, digo, como un cumpleaños, una recibida o un aniversario, pero tampoco fue un drama, mientras vivió se acompañó, se disfrutó y se hizo todo lo que había que hacer.

            Cuando lo estaban por enterrar uno de los amigos, un músico allegado a la familia, pregunto a Ricardo si estaba de acuerdo en que interpretara allí  algo en la guitarra a modo de despedida. Allí sobre la marcha el consenso de  todos los  hermanos y la  esposa fue un; claro que si, por qué no, a él le hubiera gustado y así fue, Javier y su guitarra de frente al cajón entonando una de las tonadas preferidas del finado. Después del entierro se fueron a almorzar, parientes y allegados de afuera obligaban a la reunión familiar con vino de por medio, pues también esto, al igual que una buena tonada, formaba parte del ritual por el gozo del encuentro de quien partió; quien fuera digno para vivir , digno para morir, adiós querido Rene.

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