martes, 26 de agosto de 2008

Infancia

 La simpleza y claridad con que el gran escritor italiano Umberto Eco opina sobre diversos temas me atrae sobremanera, ayer  volvió a conmoverme con el  encabezado de la nota del diario dominical:

La vida no es otra cosa que el recuerdo gradual de la infancia”

            La sola frase llega a lo profundo de las vísceras y es verdad, si al final todo lo que uno va construyendo de una forma u otra remite a la infancia.
En el afecto que nos une con mis hermanos (ya grandecitos todos) disfrutamos plenamente trayendo anécdotas de aquellos días convencidos que  han jugado un rol decisivo en la construcción  de quienes hoy somos, el juego de hacer pasado en presente haciendo brillar anécdotas de la etapa mas jugosa de la vida nos alegra mucho y solemos contagiar a quienes nos acompañan en la complicidad.
  Eco lo  plantea así:
“Lo que realmente hace dulces esos momentos de la infancia es que tras la neblina de la nostalgia hasta los momentos dolorosos se hacen bellos”
Qué extraordinaria forma de aprender a saborear,  incluso lo que fue dolor y fracaso en esa niña etapa, con el extraordinario consuelo de que aun  ante las  privaciones  y el sufrimiento  en aquellos  remotos días amargos, el tiempo se encargara de sanar en el  recuerdo.
  Miles de asuntos me vienen al mate, pero me voy al tema candente por estos días; las olimpiadas de Pekín 2008, tiene que ver con el amor incondicional por la camiseta de los jugadores argentinos de fútbol, básquet  y jockey femenino, en una competencia que lejos de beneficiarlos económicamente coloca a muchos de ellos (al formar parte de la selección) en riesgo frente a sus contratos con los clubes norteamericanos o europeos donde juegan.

Y lógico, si en nuestro país donde han faltado durante décadas enteras proyectos institucionales deportivos, lo único que permitió sostener en pie el sueño de un deportista argentino hasta llegar a las grandes ligas fue el cariño al juego, los amigos, el club y la camiseta, reflejada en ese amor incondicional que solo puede gestarse en la niñez y  que en la memoria  adulta se ve recortada de ingratitud dejando en el presente solo agradecimiento   a esos años mozos que todo saben perdonar. Nadie se salva de haber sido niño,  es la matriz de la infancia la impronta de la cual nos armamos para toda la vida

No hay comentarios.:

Publicar un comentario