miércoles, 29 de abril de 2009

Indispensable volver a creer

    Hoy es relativamente temprano para ser domingo, son las  diez de la mañana y en día de descanso a esta hora normalmente hay silencio, el barrio calmo y los chicos duermen.          Justamente aquí en casa hoy no es así, ellos se han levantado temprano - a pesar del sábado trasnochado-  para llegar a  la misa en memoria de la querida bisabuela Lucila.  Me levanto con ellos para ayudarlos a llegar a tiempo al oficio religioso. Ni bien salieron sonó el timbre, un domingo y a esa hora, una de dos: o es alguien que anda evangelizando o alguien que anda pidiendo, no quería atender y entonces mire por la cerradura de la puerta en silencio evitando así ser visto. Del otro lado de la puerta veo una señora de aparente condición humilde con una nena de unos seis años de la mano,  me sentí inhumano pero decidí no abrir. Mientras insistía con el timbre le ordene a la  hija que quedo en casa para que no atendiese, andan pidiendo le dije y haciendo caso omiso a mi pedido luego de tanta insistencia atendió el portero.
-Papaaaá,- me llamó- dice una señora que han quedado las llaves puestas del lado de afuera de las rejas  con un llavero lleno de llaves.
  Sintiéndome en una escala muy inferior a la humana, abrí la puerta para recibir el llavero de quien con  franca sonrisa lo devolvía  en la palma de mi avergonzada mano.
¿Puedo justificarme?
  Si, les puedo decir que es tremenda la inseguridad que se está viviendo por aquí y que mientras menos contacto mejor, que está lleno de gente pidiendo y vivo como tantos el conflicto cotidiano si le doy o no, que estoy harto y después de todo qué culpa tengo yo.    Claro que nada de esto sirve, hace no mucho tiempo fui de los que cuando veía que alguien podía precisar de mi ayuda no dudaba, allí estaba para empujar con el auto a quien no le arrancaba el suyo, parar en la ruta cuando alguien estaba varado, levantar a un mochilero, dar las monedas a una mano extendida, entregar comida o ropa a quien tocase a la puerta de mi casa. Quisiera seguir siendo aquel mismo joven que soñaba con cambiar el mundo y no un doblegado al que el mundo lo terminó cambiando.
   Ningún motivo debiera hacernos olvidar que nuestro aporte es esencial, no es apenas un deber, nuestro granito de arena  es siempre tarea y en esto no hay lugar para el escepticismo, la desesperanza y el miedo. Hoy me sentí avergonzado, en un acto simple esta señora me devolvió eso que nunca debí haber perdido y que espero hoy haber vuelto a recuperar.

Pase lo que pase es indispensable  confiar y creer en la gente  para poder volver a creer y a confiar en uno. 

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