Indispensable
volver a creer
Hoy es relativamente temprano para ser
domingo, son las diez de la mañana y en
día de descanso a esta hora normalmente hay silencio, el barrio calmo y los
chicos duermen. Justamente aquí
en casa hoy no es así, ellos se han levantado temprano - a pesar del sábado
trasnochado- para llegar a la misa en memoria de la querida bisabuela
Lucila. Me levanto con ellos para
ayudarlos a llegar a tiempo al oficio religioso. Ni bien salieron sonó el timbre,
un domingo y a esa hora, una de dos: o es alguien que anda evangelizando o
alguien que anda pidiendo, no quería atender y entonces mire por la cerradura
de la puerta en silencio evitando así ser visto. Del otro lado de la puerta veo
una señora de aparente condición humilde con una nena de unos seis años de la
mano, me sentí inhumano pero decidí no
abrir. Mientras insistía con el timbre le ordene a la hija que quedo en casa para que no atendiese,
andan pidiendo le dije y haciendo caso omiso a mi pedido luego de tanta
insistencia atendió el portero.
-Papaaaá,- me llamó- dice
una señora que han quedado las llaves puestas del lado de afuera de las
rejas con un llavero lleno de llaves.
Sintiéndome en una escala muy inferior a la
humana, abrí la puerta para recibir el llavero de quien con franca sonrisa lo devolvía en la palma de mi avergonzada mano.
¿Puedo justificarme?
Si, les puedo decir que es tremenda la
inseguridad que se está viviendo por aquí y que mientras menos contacto mejor,
que está lleno de gente pidiendo y vivo como tantos el conflicto cotidiano si
le doy o no, que estoy harto y después de todo qué culpa tengo yo. Claro que nada de esto sirve, hace no mucho
tiempo fui de los que cuando veía que alguien podía precisar de mi ayuda no dudaba,
allí estaba para empujar con el auto a quien no le arrancaba el suyo, parar en
la ruta cuando alguien estaba varado, levantar a un mochilero, dar las monedas
a una mano extendida, entregar comida o ropa a quien tocase a la puerta de mi
casa. Quisiera seguir siendo aquel mismo joven que soñaba con cambiar el mundo
y no un doblegado al que el mundo lo terminó cambiando.
Ningún motivo debiera hacernos olvidar que
nuestro aporte es esencial, no es apenas un deber, nuestro granito de
arena es siempre tarea y en esto no hay
lugar para el escepticismo, la desesperanza y el miedo. Hoy me sentí
avergonzado, en un acto simple esta señora me devolvió eso que nunca debí haber
perdido y que espero hoy haber vuelto a recuperar.
Pase
lo que pase es indispensable confiar y
creer en la gente para poder volver a
creer y a confiar en uno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario