Haciendo el amor al pasado
Dicen que los verdaderos artistas crean
siempre desde el alma, puntualmente
con aquello que fue alma-cenado en los primeros
años de vida, es ese bagaje de recuerdos imborrables enquistados en la memoria
desde donde el creador rescata el material
para nutrir el camino, “los años del arranque son decisivos no sólo para la carrera de un
artista ,sino en el desenlace de toda vida humana”, no es que todo remita
exclusivamente a esa edad, pero es
innegable que es en esta etapa donde lo sentido, lo visto, lo palpado,
lo oído, lo vivido en general se nos pega al corazón como una ventosa que no
suelta nunca más
Todo
este prefacio apenas para presentar al
flaco Nostalggiosi.
El
flaco, un cincuentón alombrizado, ojeroso, canoso y narigón como pocos, tenía por sobre cualquier otra
característica la de ser un nostalgioso empedernido- tal vez un irremediable
destino que ya lo sentenciaba en su apellido-
En las reuniones de café con la barra de amigos no le dejábamos tomar la
palabra, pues siempre, con esa melancolía que le era tan propia, la mirada fija
y perdida a través del vidrio del bar, traía
recuerdos nostálgicos rematando siempre y sistemáticamente en la Susi,
una rubia angelical de la secundaria de la que el flaco vivió enamorado hasta
hoy y de lo que ella ni se enteró, para ella Ernesto era un fantasma.
Cuando
el Flaco tomaba la palabra era fácil descubrir cuando se venía el quiebre,
el punto en que la mueca de un irremediable puchero anticipaba
el llanto de Nostalggiosi y del que ya se hacia imposible remontar. Era el
momento en que sistemáticamente los seis nos levantábamos de la mesa del café
jurándonos para adentro no volver nunca más, aunque al otro día todos
volviésemos exactamente a la misma hora. Nostalggiosi ya estaba sentado en la
exacta posición de siempre (se juraría
que hubiese quedado así desde el día anterior si no fuese por la
certeza que el dueño del café Jockey
Club lo echaba antes de cerrar) con los
labios apretados miraba a cada uno prometiendo en el gesto no volver a
estropearnos una nueva jornada.
Un día
el Flaco llegó tan desesperado por hablar, que en lugar de censurarlo al
unísono, como siempre ocurría, no quedó otra que dejarlo. Esta vez la cara del
flaco era otra; las ojeras se le habían esfumado, las arrugas de la frente se
habían borrado, y sobre todo, la comisura
de sus labios, siempre
amargamente hacia abajo, apuntaba para arriba como nunca. Era la típica cara
del enamorado., nunca antes se lo vio así y ya nadie se atrevió a interrumpir.
El Flaco contó que había recibido un llamado
telefónico, hizo una larga pausa y en un paneo nos relojeó a los seis con el
cogote para arriba como preguntando. Nos miramos con cara de ¿y a este qué le
pasa? Hay que aclarar que actualmente el Flaco recibe llamadas de todas partes,
se había convertido en un escritor famosísimo, los recuerdos tristes del pasado
teclados en la Olivetti lo convirtieron en
una especie de Coello, no precisamente de la autoayuda, su especialidad; revolver en el pasado, “Aquellas lagrimas de ayer que lloro hoy” y
“Lo que no tuvo que ser no fue” sus dos últimos libros lo terminaron
consolidando como un reconocido best seller, figura mediática para su disgusto,
no había feria del libro que no lo tuviese acalambrado de tanto firmar
autógrafos y dedicar ejemplares
-Flaco (replicó el Titi) ¿De
qué llamada de teléfono hablás, si a vos te llaman todo el santo día? Desde que te mandaste la pelotudez de poner
el número de teléfono de tu casa y de tu
oficina en la página final de los ejemplares, lo tuyo es un rinnn permanente
-Muchachos no… una llamada
diferente..Me llamo la Susi muchachos, la
S- u- s- y-.
Gritaba como un desaforado, inédita alegría
que a pesar del éxito y la fama debutaba
en Nostalggiosi. El Flaco se
calmó como pudo y empezó a contar la historia con un susurro infantil que nos
obligó a los siete a cerrarnos en la mesa de café como en esas formaciones impenetrables del rugby que
de tan abrazados que se está no cabe un alfiler, una amalgama donde los siete
éramos uno.
---Pensé que serían los
últimos latidos de mi corazón chicos, la Susy me dijo que me quería ver, que me
quería ver ya, que se había dado cuenta
que yo era el amor de su vida, que no entendía como durante tanto años pudo ignorarlo.
Por más best seller y prensa que tuviese el
Flaco era un iluso, tenía menos calle que cualquiera de su edad, no solamente
era soltero sino que la fidelidad a ese amor de la juventud si no lo conservaba
célibe hasta aquí, pegaba en el palo -nunca le conocimos un fato y de eso no se
hablaba- . Nos miramos todos en silencio con esa automática complicidad que
solo décadas de amistad pueblerina consolidan y que permite sin hablar
compartir la misma idea: con una sonrisa irónica multiplicada por seis dimos por sentado que
el llamado se debía exclusivamente al interés que en un minón como la Susi podía despertar la abultada cuenta
bancaria del hasta entonces ignorado.
Ninguno amagó a cortar, era la primerísima
vez que el flaco contaba el presente, si a ustedes lectores esto les provoca
alguna curiosidad imagínense a nosotros:
-No me lo van a creer, a la
media hora me estaba encontrando con la Susi
en la esquina sur de López y Planes con Cabildo Argentino, en el mismísimo colegio Merceditas , fue allí donde nos vimos (mejor dicho donde yo la
vi) por ultima vez hace treintitres
años.
Catatónicos
ya, ni pestañábamos, Nostalggiosi lejos
de deprimir por primera vez exultaba
alegría en un relato que lejos de su
habitual ceremonial era una catarata
-A los cinco minutos estábamos con Susana
entrelazados en el asiento trasero de un taxi y ni sus gemidos ni los míos lograron avergonzarme; nos besábamos y
acariciábamos como si el taxista que nos
transportaba a toda maquina a la panamericana no existiese.
Para
esa altura del relato (salvo el Flaco que a los escupitajos se confesaba
sin censura) ya ninguno respiraba
-De repente ya nos encontrábamos completamente desnudos
frente a un espejo gigante circular de
la suite especial del motel Ardentur y como el último de los jinetes
vírgenes a mis 53 años cabalgaba desenfrenadamente sobre aquella por la que tanto esperé.
El Toti fue el primero en interrumpir, lo
queríamos matar por haber quebrado el silencio sepulcral con el que choqueados
atendíamos al nuevo Ernesto, pero lo dejamos porque la historia ya se
encontraba en el punto en que la voz del
ansioso Toti canalizaba la de todos, era la pregunta del millón:
-¿La Susi, sigue estando fuertísima?
El
Flaco se clavó un silencio cinematográfico, se secó la baba blanca esa pegajosa de tanto hablar que le
rodeaba las comisuras con el antebrazo ,dejando la camisa celeste chanchamente
mojada en la manga y miró a uno por uno
antes de soltar prenda.
- Noooooo, qué va muchachos, la Susi está arrugada y
gorda como un elefante, pero tranquilos,
yo no habré juntado experiencia
pero no soy ningún gil, yo no le estaba haciendo el amor a esa que me
tenía allí atenazado con sus mastodónticas macetas, ese tujes de cincuenta
pulgadas y esos pecho de seis kilos cada
uno en los que me asfixiaba extasiado.
Para ese momento el rostro de Ernesto ya dejaba de pertenecer al
de un terrenal reflejando la paz angelical de un santo, al tiempo en que remataba:
-No le estaba haciendo el
amor a la Susi esa que estaba conmigo allí,
se lo hacia a aquella hermosura de la que me enamora hace mas de
cuarenta años, estaba allí con ella por
primera vez en mi vida, pero en el
presente jamás, tranquilo muchachos,
ustedes me conocen soy Nostalggiosi, el “Argentino Nostalggiosi”, yo estaba allí como siempre “Haciéndole el
amor al pasado”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario