miércoles, 29 de abril de 2009

El último
    
             Es época de corridas la que nos tocó vivir; esa angustiosa agitación, como inquieta enfermedad, que rápido quiere llegar, no importa que se trate, ni para que sea el asunto. La cosa es llegar corriendo, la cosa es llegar primero.
             Hace ya un  tiempo me anda rondando el contrario, lo opuesto al encabezado;  aprender a ser el último
             Probable por ser ansioso, más seguro por cansancio, comencé a ver de a poquito y ya sin querer ganar ¡Qué bonito que se siente dejarse para el final!
             La cosa no era pensarlo sino empezarlo a ejercer y así lo estaba viviendo, el último en  subir al micro, el último en vacacionar, el último en despedirme,  el último en llegar….
             Decidí anotarme en una carrera pedestre de varios kilómetros, con el objetivo principal de llegar último, pero al llegar último, el día de la inscripción no quisieron anotarme y lo que deseaba vivir, lo tuve que imaginar. Imagine una saeta, de condiciones innatas y entrenado sin igual, su destino era clarito y su vocación ganar, en esta circunstancia el desafío distinto, contrario a su natural, debía correr muy lento imponiéndose un ritmo que no era ni remotamente el  habitual. Con voluntad  férrea y contra toda natura dejó que uno a uno lo fueran pasando. Y así fue, la multitud lo aplaudía más fuerte que las tantas veces en que primero arribo a la meta, todos supieron reconocer que el objetivo era otro, esta vez era distinto, era ser  último para ganar.
A esta carrera veloz que nos vendió el modernismo la acompaña una corriente que la tiende a sujetar, es el movimiento “slowly” - movimiento nacido en un pueblo de Italia que en su origen supo oponerse a la modalidad del Fast food norteamericano, reivindicando la calma  para el  ritual de comer - el objetivo de movernos lentos a una velocidad que nos permita saborear la vida, sin ningún apuro, justamente para poder  llegar.
             Cuando fui estudiante de odontología, hablando de los adelantos tecnológicos, un profesor  siempre nos decía que tratemos de no ser nunca de los  primeros en incorporar los avances que la ciencia provee, en todo caso que los ansiosos fueran otros. En definitiva llegar más tarde al adelanto científico nos permitiría acceso a productos más avalados en el tiempo.
     Cuando adolescente y joven me gustó llegar primero, acelerando en la moto, en alguna competencia, o en la entrega de  un examen final. Hoy conversando con mi  amigo Torres, templado como pocos y hermano generacional, el  placer es ir despacio dejándose para el último, el supo escuchar  hasta el final, allí hizo una pausa importante, y economizando palabras con su certeza habitual remató: Sobre todo que bueno…. ser último en opinar

(Por favor si alguno de los lectores trabaja en emergencias médicas tipo ECI ni se les ocurra hacer carne estas palabras, cuando hay que apurar no se hagan los boludos, porque el precio de no hacerlo es una vida. Dicen que en nuestro país la mayoría de los accidentes cerebro vasculares dejan casi siempre secuelas graves por que la emergencia médica llega cuando ya es tarde).

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