El
que se fue a Sevilla...
Que cuando no ocupamos el lugar que nos
corresponde, lo ocupan otros no es novedad, pero somos la especie con la cabeza
más dura, no aprendemos.
Recientemente en AMIA (Asociación Mutual
Israelita Argentina), el ala ortodoxa de la comunidad judía ganó las
elecciones, lo cual generó en la colectividad hebrea de todo el país,
especialmente en Capital Federal, un gran revuelo.
Lógico, cuando el sector más dogmático de la
asociación comenzó a manifestar dentro y fuera de la comunidad sus fanáticas
declaraciones normas y estatutos, se originó de inmediato una participación que
previamente no se había hecho presente.
¿Por
qué? Porque para que la
rígida minoría haya ganado las elecciones en la AMIA fue necesario que
la mayoría menos rígida haya sido poco
participativa, en especial el día de las elecciones de la mutual.
Este es apenas un ejemplo, en una de las
tantas comunidades y colectividades que habitan éste que supo ser un “bendito
país”, que nos demuestra que todos y no precisamente juntos, lo hayamos convertido hoy en un “no tan bendito país”.
Volviendo a la AMIA, las disposiciones de la
flamante comisión directiva provocaron en la anestesiada colectividad la típica
y previsible reacción argentina, entonces comenzó la participación con un
estilo que siempre repetimos. Pues, no es extraño que los judíos de este país,
al igual que otras colectividades, por sobre todo argentinos, adolecemos de una
patología llamativamente común y compartida que sin distinción de raza, etnia,
ni credo nos afecta de un modo endémico; un individualismo contagioso que
consiste en participar exclusivamente
cuando de alguna forma lo ocurrido nos afecta particularmente .
Es que una de las formas más claras de
nuestra decadencia nos hace pensar infantilmente que lo malo sólo puede
ocurrirle al otro y sólo cuando nos sucede lo que al otro, recién ahí -como si
a uno nunca pudiera pasarle- reaccionamos.
Da
la sensación de que únicamente somos
país en conjunto para reclamar, cuando el golpe nos asesta, pero siempre desde la individualidad y como mera reacción cuando en general ya es tarde. Sea
por un corralito, porque nos falta el yogurt en la góndola, por las reformas en
el club, o como en este caso por la comisión ganadora de las elecciones en la mutual. La disconformidad se manifiesta en
caliente y porque el mazazo pegó en la propia cabeza.
Es hora de que comprendamos que cuando
democráticamente no participamos en los ámbitos a los que de alguna forma pertenecemos, alguien lo
hace por nosotros sin ninguna garantía de que justamente ese alguien sea el más
idóneo.
Los fanáticos totalitarismos se nutren
precisamente de apatía social,
trasformando justamente la
pasividad del conjunto en su mejor caldo
de cultivo para expandirse.
En este momento de la historia y puntualmente
dentro de la comunidad judía, la fracción ortodoxa probablemente cumple el
importante rol de generar en cada uno de quienes nos sentimos judíos, de un
modo más relajado, la importante
necesidad de hacernos cargo de lo que significa participar activamente.
Inicialmente un puntapié podría ser por
ejemplo... dejar el confort de una platea televisiva, una partida de cartas, el
chat, o una siesta, para ir a votar el día de las elecciones a la facultad, el
consorcio, el club del barrio, o en este caso la mutual.
Justamente
cuando Abraham y Sara olvidaron la esencia de lo que Isaac, el hijo tan
deseado significaba para ellos y lo convirtieron en mero trofeo de exhibición,
Dios los mandó a sacrificarlo, y así la historia alecciona que debieron estar a
punto de perder lo tan deseado para volver a recuperarlo.
Debemos
como argentinos comprender que ser ciudadano es más que la mera reacción ante
lo que particularmente nos perjudica, o sólo sentirnos parte del conjunto
cuando exaltados y efusivos nos abrazamos,
para corear a viva voz cuando
la selección argentina de fútbol mete un
gol, o como en el caso de nuestra colectividad, cuando Macabi encesta un doble
al básquet.
No
lo olvidemos, el que se fue a
Sevilla....
No hay comentarios.:
Publicar un comentario