martes, 29 de abril de 2014

El don del camaleón

 Ser sincero no es un defecto, pero decir sin vueltas  lo que uno piensa suele no dar buenos resultados, sobre todo hay que tener cuidado ante ciertos temas, por ejemplo si un hombre hace una apreciación respecto de una mujer, cualquiera que sea,  enseguida y automáticamente es rotulado de recalcitrante machista. Yo creo que no lo soy y aunque las mujeres que lean la nota así lo consideren, igual daré mi opinión sobre algo referido a ellas y aunque generalizar nunca es bueno, arriesgo igual:
  Me sorprende la capacidad con que  muchas de ustedes  logran mimetizarse con absoluta solvencia al caballero que os acompaña, esa femenina habilidad de fundirse a la forma y personalidad del compañero de turno.
 Digo si el muchacho es hippy allí van ellas hippies, si es formal allí van formales, estructurado, bohemio, religioso, ateo, yuppie o esotérico ellas sabrán moldearse con suma plasticidad y adherir a las formas del muchacho (perdón, ando despechado)
¿Amor incondicional?
            La cosa no es como aparece, con el correr del tiempo, como es lógico volverán a ubicarse en el  eje de su  propia esencia, probablemente un día  nos dejarán  y  correrán  a fundirse  camaleonicamente  tras algún nuevo amor.

Sin embargo nosotros, el sexo fuerte,  los machos de la película somos enteramente previsibles,  a todos nos encantan las mujeres lindas, cariñosas, inteligentes y fogosas, correríamos tras ellas, pero finalmente -como escribió  un día el maestro Fontanarrosa:” Terminaremos  quedándonos  apenas  con aquella  que nos da bola, eso sí,  hasta que  ella así lo quiera”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario