El exceso
Salgo
con mi hijo menor a rodar en bicicleta por el parque. Un bello día inundado de
sol nos espera.
Aguardo por estos encuentros con cada uno de
mis herederos ya que la interrelación se
da de una manera fluida y espontánea con el inefable estimulo que provoca la
actividad física y la naturaleza (lo que
de otro modo casi nunca se da).
Dicen
los que saben de educación (entre otros el filósofo Jean Jack Rousseau que del
tema conocía algo más que algo) que una de las reglas sagradas para hablar de
ciertos asuntos con nuestro niños es esperar por parte de ellos la demanda, la
pregunta, algo así como que frente a ciertos temas, el momento oportuno de
madurez para el abordaje lo marca su propia curiosidad y hasta que ellos no lo
plantean mejor no hablar, pero ojo, si no favorecemos nosotros adultos el
encuentro que genera en los jóvenes la confianza para que ellos se lancen con
sus inquietudes, las preguntas no arribaran jamás.
Ni bien la rueda delantera de la bici se posa
en el ingreso al parque, el benjamín que hoy cuenta con tan sólo 12 años
dispara: ¿Papá, por que la marihuana
esta prohibida y el cigarrillo, el alcohol y otros remedios no? ¿Hay lugares
donde es legal? Y sigue ¿Puede ser que haya sentido que en Jamaica y Ámsterdam
se permita el consumo?.
Una vez
formulada la pregunta no hay vuelta atrás y ya no queda otra que hacerse cargo
del interrogante, al menos, con un... no se, tenemos que averiguarlo
juntos, si es que de veras no sabemos
que responder, pero “hacerse el oso” una vez que la demanda del joven queda planteada, no va, hay que hacerse cargo y encarar
Pienso
unos instantes, dejo que las imágenes me den ideas y la palabra que acude es
“exceso’, con toda sinceridad intento llevar el tema hacia donde siento será
productivo, y creo que es por aquí donde vale la pena, repito, exceso, el tema
quedará planteado y que él vaya sacando sus conclusiones hasta la próxima.
De las especies vivientes (es lo primero que
le digo sin responder a su pregunta) somos el emblema del exceso, probablemente
sea uno de los defectos que más nos representa.
“Una o dos
copas de un buen Malbec, está
buenísimo, siete no”
Continué tratando de explicarle que el tema
de debate no debiera ser la marihuana, ni el tabaco, ni el alcohol, ni los
fármacos, el problema no son las sustancias, el
problema - y de lo que lamentablemente no se habla – es lo que el hombre hace con ellas.
La falta de verdadera educación impide sincerar el problema tomando “el toro por las astas”, en
realidad debemos enseñar a los mas jóvenes que
una persona puede recurrir a enorme cantidad de sustancias para
autodestruirse e incluso matarse y el tema crucial no es si dichas sustancias o
productos son o no ¡legales! No es aquí donde debe centrarse la discusión.
Sin querer alejarme demasiado de su pregunta, este debate de quienes, a favor
del consumo de marihuana solicitan
su legalización para consumo aduciendo, que el cigarrillo y el alcohol
como otros fármacos legales son “mas” perjudiciales y dañinos para la salud.
Y entonces lo llevé a razonar que este estéril debate en general no conduce a ninguna parte, evita el tema central y pone en la superficie
una confrontación al máximo estilo Boca- River
tratando de defender desde ambas partes, sin elementos sólidos, que es
más perjudicial o que es más o menos peor
-¿Pero
entonces qué papá?-
El
debate hay que centrarlo en la esencia, e insisto como especie naturalmente tendemos al exceso
y es ese el verdadero núcleo desde el que hay que plantearse el asunto.
Cuando
visité Holanda con uno de mis hermanos, arribamos a Ámsterdam un viernes a
última hora de la tarde y nos quedamos estupefactos en la estación de trenes al
ver cientos de jóvenes que bajaban de los vagones con una euforia y un desborde
similar al de una barra brava de hulligans exaltados. Alguien de la zona nos
explicó que allí mismo, desde hace años,
todos los fines de semana se repite sistemáticamente este cuadro en que miles arriban aquí desde otros sitios
de Europa, como desaforados, dejando atrás la rutina formal de estudio o
trabajo tras la revancha de un fin de
semana de 48 horas continuas de reviente con alcohol, drogas y sexo y no hay
que perder un segundo.
Ese fin de semana en la pintoresca y
particular Ámsterdam pudimos comprobar -con el más noble de nuestros sentidos;
la vista- que realmente, es así.
Circulando por la zona roja cantidad de
vendedores de las más variadas etnias ofrecen “a troche y moche” drogas de todo
tipo a lo que la concurrencia se vuelca masivamente como para hacer una pausa
entre sexo y alcohol (falta el rock and roll).
Luego del recuerdo de aquel flash, traté de
dejarle en claro y trasladarle a mi hijo lo que alguna vez yo también- hace
unos 35 años - hablé con mi viejo referido a
este asunto:
-Mirá
es hermoso disfrutar de unas cuantas cosas que la vida nos ofrece, pero guarda,
el exceso ¡mata! Y por otro lado - en esto le hice hincapié con vehemencia pues
su importante pregunta lo requería
- Mirá mi papá siempre nos dio mucha libertad, es el
don más preciado, nos decía a mis hermanos y mí, nos dejó desde muy chicos
disfrutar y viajar solos, pero siempre en la previa más de una vez largó:
“Acuérdense que en la vida hay muchas cosas que “no” es necesario experimentar
aunque se les presente seguramente alguna oportunidad. ”..
-Escúchame
bien, le dije al vástago.-Hay demasiados asuntos que no es necesario probar, no
hace falta, ni si quiera te
preocupes si es o no legal, en eso la
sociedad de los adultos tiene poca claridad, quiere culpar a las sustancias, en lugar de educar.
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