martes, 29 de abril de 2008

El exceso

Salgo con mi hijo menor a rodar en bicicleta por el parque. Un bello día inundado de sol nos espera.
             Aguardo por estos encuentros con cada uno de mis herederos ya  que la interrelación se da de una manera fluida y espontánea con el inefable estimulo que provoca la actividad física y la naturaleza  (lo que de otro modo casi nunca se da).
            Dicen los que saben de educación (entre otros el filósofo Jean Jack Rousseau que del tema conocía algo más que algo) que una de las reglas sagradas para hablar de ciertos asuntos con nuestro niños es esperar por parte de ellos la demanda, la pregunta, algo así como que frente a ciertos temas, el momento oportuno de madurez para el abordaje lo marca su propia curiosidad y hasta que ellos no lo plantean mejor no hablar, pero ojo, si no favorecemos nosotros adultos el encuentro que genera en los jóvenes la confianza para que ellos se lancen con sus inquietudes, las preguntas no arribaran jamás.
             Ni bien la rueda delantera de la bici se posa en el ingreso al parque, el benjamín que hoy cuenta con tan sólo 12 años dispara:   ¿Papá, por que la marihuana esta prohibida y el cigarrillo, el alcohol y otros remedios no? ¿Hay lugares donde es legal? Y sigue ¿Puede ser que haya sentido que en Jamaica y Ámsterdam se permita el consumo?.  
  Una vez formulada la pregunta no hay vuelta atrás y ya no queda otra que hacerse cargo del interrogante, al menos, con un... no se, tenemos que averiguarlo juntos,  si es que de veras no sabemos que responder, pero “hacerse el oso” una vez que la demanda del  joven queda planteada,  no va, hay que hacerse cargo y  encarar
            Pienso unos instantes, dejo que las imágenes me den ideas y la palabra que acude es “exceso’, con toda sinceridad intento llevar el tema hacia donde siento será productivo, y creo que es por aquí donde vale la pena, repito, exceso, el tema quedará planteado y que él vaya sacando sus conclusiones hasta la próxima.
             De las especies vivientes (es lo primero que le digo sin responder a su pregunta) somos el emblema del exceso, probablemente sea uno de los defectos que más nos representa.
 “Una o dos  copas  de un buen Malbec, está buenísimo, siete no”
  Continué tratando de explicarle que el tema de debate no debiera ser la marihuana, ni el tabaco, ni el alcohol, ni los fármacos, el problema no son las sustancias, el  problema - y de lo que lamentablemente no se habla – es  lo que el hombre hace con ellas. 
              La falta de verdadera  educación impide sincerar el  problema tomando “el toro por las astas”, en realidad debemos enseñar a los mas jóvenes que  una persona puede recurrir a enorme cantidad de sustancias para autodestruirse e incluso matarse y el tema crucial no es si dichas sustancias o productos son o no ¡legales! No es aquí donde debe  centrarse la discusión.
  Sin querer alejarme demasiado de  su pregunta, este debate de quienes, a favor del consumo de   marihuana  solicitan  su legalización para consumo aduciendo, que el cigarrillo y el alcohol como otros fármacos legales son “mas” perjudiciales y dañinos para la salud.
             Y entonces lo llevé a razonar  que este estéril debate  en general no conduce a ninguna parte,  evita el tema central y pone en la superficie una confrontación al máximo estilo Boca- River  tratando de defender desde ambas partes, sin elementos sólidos, que es más perjudicial o que es más o menos peor
-¿Pero entonces qué papá?-
            El debate hay que centrarlo en la esencia, e insisto  como especie naturalmente tendemos al exceso y es ese el verdadero núcleo desde el que hay que plantearse el asunto.
Cuando visité Holanda con uno de mis hermanos, arribamos a Ámsterdam un viernes a última hora de la tarde y nos quedamos estupefactos en la estación de trenes al ver cientos de jóvenes que bajaban de los vagones con una euforia y un desborde similar al de una barra brava de hulligans exaltados. Alguien de la zona nos explicó  que allí mismo, desde hace años, todos los fines de semana se repite sistemáticamente este cuadro  en que miles arriban aquí desde otros sitios de Europa, como desaforados, dejando atrás la rutina formal de estudio o trabajo tras la revancha de un fin  de semana de 48 horas continuas de reviente con alcohol, drogas y sexo y no hay que perder un segundo.
             Ese fin de semana en la pintoresca y particular Ámsterdam pudimos comprobar -con el más noble de nuestros sentidos; la vista-  que realmente, es así. Circulando  por la zona roja cantidad de vendedores de las más variadas etnias ofrecen “a troche y moche” drogas de todo tipo a lo que la concurrencia se vuelca masivamente como para hacer una pausa entre sexo y alcohol (falta el rock and roll).
             Luego del recuerdo de aquel flash, traté de dejarle en claro y trasladarle a mi hijo lo que alguna vez yo también- hace unos 35 años - hablé con mi viejo referido a  este asunto:
-Mirá es hermoso disfrutar de unas cuantas cosas que la vida nos ofrece, pero guarda, el exceso ¡mata! Y por otro lado - en esto le hice hincapié con vehemencia pues su importante pregunta lo requería
- Mirá  mi papá siempre nos dio mucha libertad, es el don más preciado, nos decía a mis hermanos y mí, nos dejó desde muy chicos disfrutar y viajar solos, pero siempre en la previa más de una vez largó: “Acuérdense que en la vida hay muchas cosas que “no” es necesario experimentar aunque se les presente seguramente alguna oportunidad. ”..

-Escúchame bien, le dije al vástago.-Hay demasiados asuntos que no es necesario probar, no hace falta,  ni si quiera te preocupes  si es o no legal, en eso la sociedad de los adultos tiene poca claridad, quiere culpar  a las sustancias, en lugar de educar.

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