El entramado
El entramado dual entre el proyecto de vida que cada uno tiene, y el que la vida tiene para con uno, sea quizás el mayor acto de fe del hombre. Palabra corta y a su vez grandiosa nos permite con su ejercicio la posibilidad de creer en lo que no se ve, mejor dicho, la posibilidad de creer en lo que solo con los ojos del alma podemos ver. La fe concede la paciencia indispensable que demanda esperar y la responsabilidad de sostener y renovar un proyecto sin olvidar que la vida también nos tiene uno; el ensamble entre lo que proponemos y lo que el universo nos provee.
Hacer lo que tenemos que hacer dejando que del resto se ocupe la fe, sea quizás una de las pocas posibilidades que tenemos los humanos de aproximarnos a la tan ansiada y bastardeada idea de la felicidad.
Deberíamos -con mucha más frecuencia de la que lo hacemos- no sólo pensar en la finitud de nuestra existencia, sino además que en todo lo encarado, existen una serie de variables que no podemos manejar.
En una pintura, por ejemplo, por un lado está lo que el artista pudo plasmar, y por el otro, lo que excede el marco. Tomemos nada menos que el Guernica de Picasso –nuevamente hoy contemplo- más allá de su logro contundente, en el efecto desgarrante de un pueblo diezmado, aun como obra excelsa, no consigue reflejar la totalidad del efecto devastador que aquella guerra significó para tantos.
Si pensamos en nuestra existencia como un acto creativo, podríamos plantear la vida como una pintura. Y bueno, uno pinta poniendo allí todo lo que tenemos por dar, lo demás no está a nuestro alcance, esto, es un proyecto posible en escala de lo humano, entregar el alma sin perder el horizonte de nuestros límites.
Aceptar el entramado entre lo que podemos hacer y lo que ya no depende de nosotros, requiere la humildad que solo puede brindarnos la fe.
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