El alivio de reir
Lo cómico, se
podría decir, que no es ni arte ni vida en su más pura forma, pues rompe
constantemente las reglas tanto de una como de otra, lo cómico entonces se
parece más a ese mágico y enigmático estado de los sueños en que transgredir
todo tipo de reglas, nos es permitido. Esta analogía entre los sueños y el
humor como herramientas de plena libertad avala
ambas; como la forma más noble
para aliviar la estrictez de la vida. Así, vernos como simple marionetas
con hilos que no nos pertenecen nos brinda
la oportunidad de transformar lo dramático en cómico, no sólo con el
efecto liberador y vivificante que nos provee la risa, sino la posibilidad de
tomar las cosas como un juego, con todo lo que el ludus nos significa.
Claro, no propongo la idea de andar por esta
vida riendo como boludos de todo lo que nos sucede, digo que si solamente vamos
a encarnar como una tragedia la gotera del techo o la dolencia que nos aflige,
perderemos la posibilidad de seguir disfrutando aquello por lo que valiera la
pena seguir viviendo
-Quizás
sea la reiteración mecánica (la repetición) uno de los efectos que más provoque
la risa en el hombre, basta para ello pensar que cuando se imita alguien el
solo hecho de aumentar la frecuencia de ciertos tics provoca lo
risible.
-También ciertas desarmonías en la forma nos hacen
reír, aunque suene discriminador, una caricatura que exacerba rasgos distintivos
nos causa gracia.
-Incluso un accidente de alguien, siempre que no pase
a mayores, como una simple caída también
provoca carcajadas, un poco, mostrando la dosis de malicia y sarcasmo que
también habita en los seres humanos, considerados como la única especie animal
que ríe
¿No sería acaso mucho mejor ante la
reiteración de una madre obsesiva (como el estribillo de una canción que se
repite y esperamos), un jefe plomo, o los cargos de una novia celosa, reírnos
en lugar que el drama se apodere de la situación y la haga insostenible?
¿No sería
mejor reírse de una desarmonía física propia como una gran nariz (en mi caso) o
una trastocada cintura (en el de otros), en vez de angustiarse constantemente
ante la posibilidad de querer cambiar
ciertas características personales, que incluso nos definen, o no es que
acaso ciertos rasgos poco armónicos en personas de buena disposición y sentido
del humor consiguen singularidad e incluso belleza?
¿Y si ante un
resbalón que no pase a mayores en vez de deprimirnos, como si una tragedia
pública hubiera ocurrido, nos reímos y así
permitimos a los demás, hacerlo junto a nosotros sin disimulo?
El atajo del
“sentido del humor” nos da otra
perspectiva, la de encarar desaciertos familiares, laborales, amorosos y
sociales con risa franca como una de las
formas más sanas y naturales para oponerse a la fatiga que a todos nos provoca
por momentos el drama de vivir.
El eficaz antídoto de lo cómico contra el ego y la
vanidad permite, no sólo, apesadumbrarnos por todo aquello que no sucede como
deseamos, sino que la forma más sabia de reaccionar ante ellas; de las propias
desventuras, sabernos reír.
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