Delicadeza
De la misma forma en que un hombre de piel
negra puede sentirse atraído por una rubia de piel blanca o viceversa por esto
de los opuestos, así me sentí movilizado
por el título del libro que adquirí aquellas vacaciones en Río de Janeiro en un
kiosco de revistas, donde afortunadamente entre tanto magazín berreta flota
siempre algún buen libro a precio módico y accesible. Digo, atraído debido a
que justamente adolezco por completo del adjetivo que lleva por título la obra de ensayos del escritor brasilero
Affonso Romano De Santana que tanto me sedujo.
En una de sus páginas el escritor cita a uno
de los grandes referentes de la cultura popular brasilera, nada menos que al
poeta y cantautor Vinicius De Moraes: “La
delicadeza es para mí indispensable,
pues así como todos saben que no soy hombre de una sola mujer, quiero también
que sepan que con todas ellas soy delicado, incluso, una vez que el amor ya se
ha extinguido intento despedirme delicadamente”.
A propósito de las rupturas, el amigo Nelson Guershon más poeta y músico que médico
contaba:” Todas las mujeres con las que
estuve fueron el amor de mi vida, claro que los años me hacían cambiar de
parecer, eso sí, ya sobre el final
siempre una ruptura delicada”.
La
delicadeza no es exclusividad del arte, no sólo la encontramos en el trazo de
Picasso o algún compás de Mozart, involucra todo lo humano.
Sant`Ana
escribe;
-Claro que en medio de tanta locura posmoderna
encontrarnos delicados no es tarea fácil, pero no por difícil deja de hacerse imprescindible.
Vivimos en una época vertiginosa, y la
velocidad es violenta, delicada es la lentitud, escasa por estos tiempos.
Mientras me deleitaba con las páginas de lo
que tanto adolezco bajo el incisivo sol carioca, una voz me distrajo, era el
sonido afinadísimo de alguien que a tierna voz
canturreaba; “gloooobooo”.
En medio de la multitud playera descubrí que la dulzura sonora emanaba de un hombre
muy viejito que de modo singular ofrecía su producto, era un añoso “jurnalero”
como se le llama aquí a quienes venden el diario, y justamente “o globo” es uno
de los mas importantes de la región y el lo ofrecía en la playa, así,
operisticamente. Contrastando con
las modalidades habituales, velozmente fugaces y violentas, el lo hacia de un
modo maravillosamente delicado, se detenía, dejaba la carga sobre la arena y
soltaba su voz invitando a la concurrencia de manera inusual. Como si fuera poco todos querían
comprarle su diario a el, demostrando incluso la eficacia de la modalidad
Fue
el mejor remate a lo que leía: a un
vendedor playero lo distingue la delicadeza y a mi me calo hondo,
difícil me resulta serlo, como propone Sant’Ana en su libro - que por su titulo me engancho- si usted se siente
grosero (como yo), inténtelo (como yo);
seamos groseramente delicados, tal vez
nos llego la hora, probablemente ya es tiempo. El titulo suspendido en la soga
del kiosco así me lo supo advertir, sin vueltas me vino a decir, le ha llegado
a usted su tiempo: “tiempo de
delicadeza”.
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