martes, 29 de abril de 2008

Delicadeza

  De la misma forma en que un hombre de piel negra puede sentirse atraído por una rubia de piel blanca o viceversa por esto de los opuestos, así  me sentí movilizado por el título del libro que adquirí aquellas vacaciones en Río de Janeiro en un kiosco de revistas, donde afortunadamente entre tanto magazín berreta flota siempre algún buen libro a precio módico y accesible. Digo, atraído debido a que justamente adolezco por completo del adjetivo que lleva por título  la obra de ensayos del escritor brasilero Affonso Romano De Santana que tanto me sedujo.
   En una de sus páginas el escritor cita a uno de los grandes referentes de la cultura popular brasilera, nada menos que al poeta y cantautor Vinicius De Moraes: “La delicadeza  es para mí indispensable, pues así como todos saben que no soy hombre de una sola mujer, quiero también que sepan que con todas ellas soy delicado, incluso, una vez que el amor ya se ha extinguido intento despedirme delicadamente”.
  A propósito de las rupturas, el amigo  Nelson Guershon más poeta y músico que médico contaba:” Todas las mujeres con las que estuve fueron el amor de mi vida, claro que los años me hacían cambiar de parecer, eso sí, ya sobre el  final siempre  una ruptura delicada”.
La delicadeza no es exclusividad del arte, no sólo la encontramos en el trazo de Picasso o algún compás de Mozart, involucra todo lo humano.
Sant`Ana escribe;
-Claro que en medio de tanta locura posmoderna encontrarnos delicados no es tarea fácil, pero no por difícil deja de  hacerse imprescindible.
  Vivimos en una época vertiginosa, y la velocidad es violenta, delicada es la lentitud, escasa por estos tiempos.
  Mientras me deleitaba con las páginas de lo que tanto adolezco bajo el incisivo sol carioca, una voz me distrajo, era el sonido afinadísimo de alguien que a tierna voz  canturreaba; “gloooobooo”.
  En medio de la multitud playera descubrí  que la dulzura sonora emanaba de un hombre muy viejito que de modo singular ofrecía su producto, era un añoso “jurnalero” como se le llama aquí a quienes venden el diario, y justamente “o globo” es uno de los mas importantes de la región y el lo ofrecía en la playa, así, operisticamente. Contrastando con las modalidades habituales, velozmente fugaces y violentas, el lo hacia de un modo maravillosamente delicado, se detenía, dejaba la carga sobre la arena y soltaba su voz invitando a la concurrencia de manera  inusual. Como si fuera poco todos querían comprarle su diario a el, demostrando incluso la eficacia de la modalidad

Fue el  mejor remate a lo que leía: a un  vendedor playero lo distingue la delicadeza y a mi me calo hondo, difícil me resulta serlo, como propone Sant’Ana en su libro - que por  su titulo me engancho- si usted se siente grosero (como yo), inténtelo (como yo); seamos  groseramente delicados, tal vez nos llego la hora, probablemente ya es tiempo. El titulo suspendido en la soga del kiosco así me lo supo advertir, sin vueltas me vino a decir, le ha llegado a usted su tiempo: tiempo de delicadeza”.

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