miércoles, 21 de septiembre de 2011

Claudio Tyszler

A el no le gustaba debatir sobre las religiones, no sea que aquello fuese motivo de desencuentro, tampoco le gustaban las fronteras, suelen ser  desencuentro, conocía muchísimo de  historia y geografía latinoamericana, incluida  la riqueza musical y literaria,  no fuese cosa que un día llegase el  MERCOSUR y lo  sorprendiese mal parado. Profundizó rayando la perfección  unas cuentas lenguas, no fuese que el desconocimiento de ellas lograsen a lo Sodoma y Gomorra  castigar en  desencuentro, él practicaba deportes rutinariamente, no sea que mirar de afuera doliese en desencuentro , él no tenia especiales dotes musicales pero tozudamente se esforzó en incursionar melodías y ritmos, no fuera que al ignorarla perdiera la verdadera clave de la música; el encuentro.
Cuando me dijo que venía a Mendoza ,con el estilo con el que a él le gustaba, es decir junto a  padres, suegros, esposa, hijos y tíos,  no logré convencerlo  de que el fin de año (justamente 2010-2011) era en mi linda provincia, la peor época de llegar, entonces el fue intuitivamente contundente;
- Pude juntar a todos ahora,, para este viaje no pienso  cambiar la fecha no sea que el hacerlo sea motivo de desencuentro
 Cuando lo sorprendió ese remilputísimo  tumor en la cabeza, él no dejó que la terapia médica  fuese, quizás un  desencuentro, la puerta de ingreso a la sala de cuidado intensivos pasó de ser una puerta normal a ser giratoria; cientos de allegados  iban y venían a su alrededor. En la sala de radioterapia donde soportó máximas dosis de rayos, no hubo impedimento para que  distribuyera sus velas chinas obsequiando al  personal que lo atendía,  no sea cosa que esta frialdad  que acompaña la tecnología médica promoviera desencuentro.
             Nuestra última aventura material fue en abril, para correr la maratón del puente de Niteroi, entonces viaje a Río de Janeiro con una de mis hijas y nos alojamos en su hermoso departamento junto a su esposa e hijas. El día de la carrera Claudio  hizo que su padre nos llevase a Niteroi  para  dormir  en lo de sus suegros y a la mañana siguiente  ellos nos llevaron  hasta el punto donde largaba la carrera. En la llegada, al mediodía todos nos esperaban del otro lado del puente para almorzar juntos y en familia en Ipanema, no fuese cosa que la competencia deportiva  generase desencuentro.
Esto dicho apenas para certificar  que Claudio Tyszler  fue  y continuará siendo “encuentro”.
    La  maratón que compartimos es simbólicamente  interesante,  en la mitad del recorrido  de los 21 Km. y  con un calor inesperado para la época, la diferencia cardio vascular entre él y yo se hizo notoria entonces lo mire y le dije; 
-Ché vos estas sobrado dale anda para adelante tranquilo.
-¿Pepito en serio me lo decís?
- Sí claro que te lo digo en serio.
El polaco venia frenado, me miró, se sonrió y salió como bala,  llegó a la meta unos 15 minutos antes que yo, allí me estaba esperando con su sonrisa franca para darme un abrazo. El asunto es así,  en la vida nos cruzamos,  pero cada uno viene y se va de aquí en su propio tiempo, nos encontramos pero nunca venimos ni partimos juntos.
 Materialmente nunca más correré pisando la arena de Ipanema o del parque General San Martín con el polaco, materialmente nunca más estaremos juntos a unos pocos metros del avión viéndolo despegar en el Ulises Dumont, riéndonos del cagazo que sentiríamos si  estuviésemos dentro del pájaro metálico, como solíamos llamarlo, materialmente nunca más recorreremos en bicicleta juntos la playa completa de Barra de Tijuca, una caminata a la cascada de Teresópolis y una vez allí un chapuzón helado bajo el chorro de agua, y tampoco   pasaríamos largas noches de música donde el tocase en la guitarra alguna de  las de chico Buarque o yo (bebiéndole la cachaca y el whisky de su casa que el jamás probó)- cantase algún clásico bossa nova  en el piano y él me dijese:
“Che Pepito vos no sos Argentino vos sos Brasilero”
            Claro que materialmente no será posible,  pero cada uno de los que lo conocimos, especialmente sus brotes,  lo llevaremos en el espíritu en cada una de nuestras actividades, siempre y hasta el último suspiro.
  Él no especulaba con tiempo, él era tiempo,  cada uno de sus días estaba totalmente cronometrado, pues como si intuyera que su paso por aquí seria breve, le sacaba provecho a cada segundo y en las 24 horas de cada jornada en los que  pasó por la tierra no faltó nada; amorosamente abrazo la música, el  deporte, los viajes, la lectura, los idiomas y sobre todo  la playa que tanto adoraba matizando sus intensísimas  jornadas.   Era brasilero, para colmo carioca y estos brazucas  con su forma de ser  no sólo enseñan a vivir, también enseñan a morir. En una gigante rueda de amigos en la playa de Ipanema lo fuimos despidiendo entre llanto y risa relatando cada uno su anécdota preferida con él  y luego metidos en el mar su mujer esparció las ceniza entonando a coro una de sus canciones preferidas.
             Los antiguos ya lo decían,  imprescindible es “ser”  no durar,  y claudio Tyszler fue, es y será.
             El escritor uruguayo Mario Benedetti  un día  lo escribió clarito: “Cómo no considerar la muerte si es la cumbre de la sencillez”.
             Es innegable lo maravilloso que sería seguir teniéndote  aquí con nosotros, de todos modos, con muchos o pocos años sobre esta tierra son contadísimos  los que como vos marcan la historia de la humanidad de un modo inconmensurable.

             Al carioca polaco grandísimo Claudio Tyszler  muchas gracias por tu inolvidable amistad. 

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