martes, 29 de abril de 2008

¿Bendita  herencia?

A la herencia no hay con que darle, en ocasiones la dote familiar nos impone un legado que no podemos dejar de aceptar.
Un ejemplo contundente son los conflictos de generaciones anteriores que  nos llegan como un paquete,  sin comerla ni beberla en lo más tierno de nuestra infancia o adolescencia nos vemos privados  de compartir, incluso el saludo a parientes cercanos, en una etapa en que de ninguna forma estamos preparados para digerir las locuras del mundo adulto.
Entre los abusos que cometemos los grandes con los niños este no es uno menor por la impronta que en un chico dejan como marca las peleas.
No sólo en lo personal me tocó vivirlo  sino que particularmente tomé conciencia de la dimensión del asunto cuando lo vi  en otros. Una  joven amiga  (ya casada y con hijos) me confesó con ojos vidriosos el dolor que durante años padeció con un primo mayor (que en el caso oficiaba como el  hermano varón que no tuvo) a quien de buenas a primeras, por disputas en familia, se vio abruptamente obligada a dejar de saludar. Con el  recrudecimiento de una herida que sangraba cada vez que se encontraban;  al negarse  entre sí un afecto mutuo que les pertenecía  ya no solamente por parentesco.
Respecto de la herencia  existen unos cuantos males que pasaremos a los venideros como condena genética difíciles de manejar,  por ejemplo casos de diabetes, exceso de colesterol o predisposición a la obesidad (por decir algo de lo netamente físico), sumado a conductas  psíquicas y temperamentales  indeseables que vienen en el paquete y no hay con qué darle.
Pero comunidad adulta:   ¿Con qué derecho un dilema familiar; comercial o lo que fuera entre parientes debe ser transferida en forma de rencor a nuestros herederos?  ¿Privarlos de compartir lazos tan saludables y necesarios sobre todo cuando se es joven?

Como este, existen otros execrables ejemplos que  no corresponden al orden de la  genética y sí al de la absurda imbecilidad del mundo adulto y que bajo ningún concepto debiéramos transferir a la pueril descendencia.

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