Arte Sonoro
Los
sonidos de la naturaleza se manifiestan como un arte perfecto en todo su esplendor
para quienes aprenden a oírla.
Sea
donde sea , planeta tierra , la natura
se deja escuchar de modo constante, para ello, basta serenarse y de ser posible a ojos cerrados, para
agudizar el sentido del oído (algo que los no videntes tienen naturalmente
desarrollado) infinitas variaciones audibles
podrán ser identificadas a modo orquestal discerniendo uno a uno los
distintos instrumentos que integran el
todo .Podremos así percibir la infinita gama de
matices sonoros que se nos
regala: una brisa a su paso, las gotas de lluvia al caer, el cauce de un rió,
una ola al romper, el aleteo de un ave o su trino al amanecer. En ocasiones se nos ofrece primordial;
el sonido del silencio.
Aprender
implica en ocasiones desaprender lo mal aprendido, y en lo referido al sonido,
el hombre en este doble rol (emisor- receptor) parece
por estos tiempos haber violado (una vez más) los límites al respecto,
pues con tanta tecnología a cuestas no hemos más que vuelto a “excedernos”.
La
fluida comunicación en cualquier tipo de ámbitos que nos brinda la telefonía
celular , con todos los beneficios que esto acarrea (¿?) ha generado entre
otras cosas que conversaciones pertenecientes al orden de la intimidad invadan
al prójimo, como actor y músico en distintos ámbitos de variada índole, he
tenido la oportunidad de sentir, no solo,
el inoportuno ruido de los celulares si no el cuchicheo consecuente del
que muchos no se privan al responder el llamado en medio de la función , peor
aún, en mi rol más formal; el de dentista
y aunque cueste creerlo, atiendo pacientes que en pleno tratamiento
dental pretenden hablar por su
aparatito mientras que el torno dentro
de su boca recorre alguna de las
caries (prometo no exagerar).
Los
vehículos modernos, los teclados de las computadoras, los mp3 y demás
sofisticados sistemas de audio que nos ha
regalado el desarrollo tecnológico nos han sacudido.
Hemos
reemplazado la forma natural de comunicarnos por lo que se denomina ruido y
polución sonora.
Esto
no pretende de ninguna forma ser una demonizacion contra el modernismo y sus
interesantes herramientas, cada época tiene
lo bueno y lo no tan bueno, con lo que hay que convivir, pero esto no
quiere decir de ninguna forma que debamos hacer “oídos sordos” al problema que
nos atañe en el camino por resolverlo.
La
contaminación sonora no es un problema menor y la colaboración de cada uno es
crucial, toquemos menos bocina, cuando
corresponda apaguemos el celular.
Hoy
recostado en el césped y contemplando
las nubes del cielo, alcance a oír las primeras gotas de lluvia golpeando sobre
las hojas de los árboles instantes antes
de que ellas lograran mojarme. Así como un melómano está entrenado para
discernir cada una de los instrumentos que en una orquesta suenan para
regalarnos un equilibrado concierto, así deberíamos todos desenchufarnos
regularmente y reconquistar la capacidad de oír la naturaleza en todo su esplendor, de lo contrario, ella
podría sacudirnos en un desesperado intento por volver a ser escuchada.
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