martes, 29 de abril de 2008

Arte  Sonoro

Los sonidos de la  naturaleza se  manifiestan como un arte perfecto en todo su esplendor para quienes aprenden a oírla.
Sea donde sea , planeta  tierra , la natura se deja escuchar de modo constante, para ello, basta serenarse  y de ser posible a ojos cerrados, para agudizar el sentido del oído (algo que los no videntes tienen naturalmente desarrollado) infinitas variaciones audibles  podrán ser identificadas a modo orquestal discerniendo uno a uno los distintos  instrumentos que integran el todo .Podremos así percibir la infinita gama de  matices sonoros que se  nos regala: una brisa a su paso, las gotas de lluvia al caer, el cauce de un rió, una ola al romper, el aleteo de un ave o su trino al amanecer. En  ocasiones se nos ofrece  primordial;  el sonido del silencio.
Aprender implica en ocasiones desaprender lo mal aprendido, y en lo referido al sonido, el hombre  en este  doble rol (emisor- receptor)  parece  por estos tiempos haber violado (una vez más) los límites al respecto, pues con tanta tecnología a cuestas no hemos más que vuelto a “excedernos”.
La fluida comunicación en cualquier tipo de ámbitos que nos brinda la telefonía celular , con todos los beneficios que esto acarrea (¿?) ha generado entre otras cosas que conversaciones pertenecientes al orden de la intimidad invadan al prójimo, como actor y músico en distintos ámbitos de variada índole, he tenido la oportunidad de sentir, no solo,  el inoportuno ruido de los celulares si no el cuchicheo consecuente del que muchos no se privan al responder el llamado en medio de la función , peor aún, en mi rol más formal; el de dentista  y aunque cueste creerlo, atiendo pacientes que en pleno tratamiento dental pretenden  hablar por su aparatito  mientras que el torno dentro de su boca recorre alguna de las  caries  (prometo no exagerar).
Los vehículos modernos, los teclados de las computadoras, los mp3 y demás sofisticados sistemas de audio que nos ha  regalado el desarrollo tecnológico nos han sacudido.
Hemos reemplazado la forma natural de comunicarnos por lo que se denomina ruido y polución sonora.
Esto no pretende de ninguna forma ser una demonizacion contra el modernismo y sus interesantes herramientas, cada época tiene  lo bueno y lo no tan bueno, con lo que hay que convivir, pero esto no quiere decir de ninguna forma que debamos hacer “oídos sordos” al problema que nos atañe en el camino por resolverlo.
La contaminación sonora no es un problema menor y la colaboración de cada uno es crucial,  toquemos menos bocina, cuando corresponda apaguemos el celular.

Hoy recostado en el césped  y contemplando las nubes del cielo, alcance a oír las primeras gotas de lluvia golpeando sobre las hojas de los árboles instantes antes  de que ellas lograran mojarme. Así como un melómano está entrenado para discernir cada una de los instrumentos que en una orquesta suenan para regalarnos un equilibrado concierto, así deberíamos todos desenchufarnos regularmente y reconquistar la capacidad de oír la naturaleza  en todo su esplendor, de lo contrario, ella podría sacudirnos en un desesperado intento por volver a ser escuchada. 


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