miércoles, 29 de abril de 2009

Ansiedad y espera

Ser ansioso no es una virtud,  pero el aceptar que uno lo es  probablemente, sí lo sea, al menos por el hecho de reconocerse en el defecto.
Ser ansioso implica un padecimiento que no es necesario aclarar aquí para quienes compartimos el mal, pero intentaré explicarlo a quienes probablemente un día les haga falta.
Para un ansioso esperar es complicado. Para nosotros el hecho de aguardar raya en la tragedia: esperar que baje el ascensor y luego que suba, que llegue el colectivo y que nos lleve, esperar un regalo,  el resultado de un examen, el parte médico,  no interesa lo que sea, el asunto es que: ¡lo queremos ahora, lo queremos ya!
En mi caso con el tiempo se fue complicando; esperar en la fila del banco, en la caja del supermercado o por un simple trámite administrativo se fue convirtiendo en todo un desafío.
Recuerdo el día en que me encontré frente a una psicóloga confesándole mi dificultad en esperar el verde del semáforo y la vergüenza que me dio confesarle que en reiteradas ocasiones cruzaba cuando aun estaba en rojo. Se quedo mirándome con las cejas levantadas y  como suelen hacer los terapeutas, devolviéndole a uno su problema justamente para que uno se haga cargo me preguntó:
-¿Por que lo hace José?
Mire licenciada, le dije
-Si del otro lado no viene nadie….¿qué estoy esperando para pasar?. 
-Y si… la verdad…. que pensándolo bien -y bajando la ceja me dijo-
- El asunto es cómo le cuesta esperar a usted José.
- chocolate por la noticia, como si para mi fuese una novedad.
            Una de las mejores cosas que tiene el psicólogo es la posibilidad  que nos da ese espacio de poder decirnos en voz alta  a nosotros mismos  lo que de hacerlo en la calle mientras caminamos daría  signos de locura (con el tiempo aprendí hablarme a mí mismo en voz alta sin temor al que dirán, además hoy con los celulares  manos libres son muchos los que  por la calle aparecen como  hablando solos).
  Cuestión que , vacacionar fuera de temporada cuando nadie lo hace, ir al supermercado los domingos a primera hora cuando no hay ni cajeros, o que la secretaria haga trámites bancarios en lugar de hacerlos yo, forma parte de algunas de la estrategias que utilizo para evitar “esperar” en el perfil de este ansioso -aunque atenuado- continuo siendo hoy.
Creo que algo al respecto madure (tal vez muy poco) pero alcance a vislumbrar que la ansiedad tiene que ver con esta cosa de aprovechar el tiempo lo mejor que se pueda. Bajo ese primitivo razonamiento esperar es perder el tiempo.
Nada más lejano. Podemos convertir las esperas en verdaderas acciones concretas. Aprendí  a charlar con mis hijos en la cola del supermercado, a memorizar algún texto en la fila del banco o a leer el capitulo de un libro en la cola de la gasolinera
Una de las mejores trampas que le hice a la espera fue la del semáforo, aprendí a aprovecharlo  cada vez que tocara rojo para aquello tan obvio y esencial  que a menudo las personas olvidamos;  simplemente, para tomar aire y  respirar.
            Con los años- que a veces algo más que vejez dan- pude comprender que mi ansiedad tenia que ver con esto de ¿Qué estoy haciendo? y  los tiempos de espera son para eso; para  respirar, contemplar, meditar, memorizar, leer, conversar, o sencillamente hacer nada, potente y vital modo humano de ser.
Días atrás pase por la verdulería del barrio y en horario pico de clientes me dejé tentar por unas cerezas que desde la calle se dejaban ver, nada casual los fruteros expertos colocan sus frutos más seductores justamente para tentarnos.
 Cuando termine de embolsar en  modalidad auto- service una generosa porción,  me encontré de repente último  en una interminable fila de clientes en espera por pesar y pagar la mercadería .En el momento en que la ansiedad estaba a punto de asestarme con su insalubre mazazo me dispuse a esquivarla; mientras esperaba comencé a respirar lentamente  sacándole a cada cereza de mi bolsa  el vástago verde que otrora  servía para unirla al árbol  pero que ahora sólo acrecentaría el peso de mi codiciada fruta.
 No sólo logré entretenerme en la fila de espera sino que quité unos cuantos gramos de peso de las exquisitas cerezas.
Me encontré riendo de mí mismo cuando llegado mi turno la cajera preguntó:
¿De qué se ríe? Y sin poder parar de hacerlo le respondí:
-Ja-de mi ansiedad, ja, ja , me cuesta esperar.
Incomodado por mi risa y para terminar rápido conmigo de modo cortante me preguntó:
-¿Le completo los dos kilos?
- No gracias señorita, está bien así.

Así con la espera  ganada, comiendo cerezas  y silbando bajito, contento, relajadito y sin un gramo de ansiedad pa la casa me volví.

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