Ansiedad
y espera
Ser
ansioso no es una virtud, pero el
aceptar que uno lo es probablemente, sí
lo sea, al menos por el hecho de reconocerse en el defecto.
Ser
ansioso implica un padecimiento que no es necesario aclarar aquí para quienes
compartimos el mal, pero intentaré explicarlo a quienes probablemente un día
les haga falta.
Para
un ansioso esperar es complicado. Para nosotros el hecho de aguardar raya en la
tragedia: esperar que baje el ascensor y luego que suba, que llegue el
colectivo y que nos lleve, esperar un regalo,
el resultado de un examen, el parte médico, no interesa lo que sea, el asunto es que: ¡lo
queremos ahora, lo queremos ya!
En
mi caso con el tiempo se fue complicando; esperar en la fila del banco, en la
caja del supermercado o por un simple trámite administrativo se fue
convirtiendo en todo un desafío.
Recuerdo
el día en que me encontré frente a una psicóloga confesándole mi dificultad en
esperar el verde del semáforo y la vergüenza que me dio confesarle que en
reiteradas ocasiones cruzaba cuando aun estaba en rojo. Se quedo mirándome con
las cejas levantadas y como suelen hacer
los terapeutas, devolviéndole a uno su problema justamente para que uno se haga
cargo me preguntó:
-¿Por que lo hace José?
Mire
licenciada, le dije
-Si del otro lado no viene nadie….¿qué estoy
esperando para pasar?.
-Y si… la verdad…. que
pensándolo bien -y bajando la ceja me dijo-
- El asunto es cómo le
cuesta esperar a usted José.
- chocolate por la noticia,
como si para mi fuese una novedad.
Una
de las mejores cosas que tiene el psicólogo es la posibilidad que nos da ese espacio de poder decirnos en
voz alta a nosotros mismos lo que de hacerlo en la calle mientras
caminamos daría signos de locura (con el
tiempo aprendí hablarme a mí mismo en voz alta sin temor al que dirán, además
hoy con los celulares manos libres son
muchos los que por la calle aparecen
como hablando solos).
Cuestión que , vacacionar fuera de temporada
cuando nadie lo hace, ir al supermercado los domingos a primera hora cuando no
hay ni cajeros, o que la secretaria haga trámites bancarios en lugar de hacerlos
yo, forma parte de algunas de la estrategias que utilizo para evitar “esperar”
en el perfil de este ansioso -aunque atenuado- continuo siendo hoy.
Creo
que algo al respecto madure (tal vez muy poco) pero alcance a vislumbrar que la
ansiedad tiene que ver con esta cosa de aprovechar el tiempo lo mejor que se
pueda. Bajo ese primitivo razonamiento esperar es perder el tiempo.
Nada
más lejano. Podemos convertir las esperas en verdaderas acciones concretas.
Aprendí a charlar con mis hijos en la
cola del supermercado, a memorizar algún texto en la fila del banco o a leer el
capitulo de un libro en la cola de la gasolinera
Una
de las mejores trampas que le hice a la espera fue la del semáforo, aprendí a
aprovecharlo cada vez que tocara rojo
para aquello tan obvio y esencial que a
menudo las personas olvidamos;
simplemente, para tomar aire y
respirar.
Con
los años- que a veces algo más que vejez dan- pude comprender que mi ansiedad
tenia que ver con esto de ¿Qué estoy haciendo? y los tiempos de espera son para eso; para respirar, contemplar, meditar, memorizar,
leer, conversar, o sencillamente hacer nada, potente y vital modo humano de
ser.
Días
atrás pase por la verdulería del barrio y en horario pico de clientes me dejé
tentar por unas cerezas que desde la calle se dejaban ver, nada casual los
fruteros expertos colocan sus frutos más seductores justamente para tentarnos.
Cuando termine de embolsar en modalidad auto-
service una generosa porción, me
encontré de repente último en una
interminable fila de clientes en espera por pesar y pagar la mercadería .En el
momento en que la ansiedad estaba a punto de asestarme con su insalubre mazazo
me dispuse a esquivarla; mientras esperaba comencé a respirar lentamente sacándole a cada cereza de mi bolsa el vástago verde que otrora servía para unirla al árbol pero que ahora sólo acrecentaría el peso de
mi codiciada fruta.
No sólo logré entretenerme en la fila de
espera sino que quité unos cuantos gramos de peso de las exquisitas cerezas.
Me
encontré riendo de mí mismo cuando llegado mi turno la cajera preguntó:
¿De
qué se ríe? Y sin poder parar de hacerlo le respondí:
-Ja-de mi ansiedad, ja, ja ,
me cuesta esperar.
Incomodado
por mi risa y para terminar rápido conmigo de modo cortante me preguntó:
-¿Le completo los dos kilos?
- No gracias señorita, está
bien así.
Así
con la espera ganada, comiendo
cerezas y silbando bajito, contento,
relajadito y sin un gramo de ansiedad pa la casa me volví.
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