A
destiempo
Cuando
un iluminado maestro nos regala apasionadamente su conocimiento, en general, nos encontramos en
una edad en que estamos muy lejos de comprender la atención que debiéramos
poner ante tamaño tesoro que se nos obsequia.
Ya
fui alumno en reiteradas ocasiones y hoy saboreo la docencia, la posibilidad de
conocer las dos puntas del ovillo me permite corroborar que lamentablemente es así.
A
quienes abrazamos la docencia suele
desanimarnos el escaso interés e incluso la apatía de algunos jóvenes, aun así,
no debiéramos olvidar que ellos ocupan el lugar que de modo similar ocupamos
nosotros tiempo atrás, decepcionando a quienes correspondía en aquel
momento.
Estos
ciclos se repiten y solo tomamos conciencia de ello cuando algo maduramos o
cuando nos toca estar del otro lado del
mostrador.
Cuando
la vitalidad y la lozanía están en las mejores condiciones de asimilar,
paradójicamente, no estamos ni remotamente en condiciones afectivas de
comprender el valor de lo que nos perdemos, al no estar allí presentes con
todos nuestros sentidos al servicio de quien transmite.
La
experiencia del escritor y profesor brasileño Alfonso Romano de Sant”Anna
recordada por uno de sus alumnos sintetiza magistralmente el dilema;
Cuando Sant Anna como
mi maestro de escuela primaria daba una importante clase, a propósito del
escritor Drummond de Andrade, noto que algunos alumnos no prestábamos ninguna
atención. De repente y para sorpresa de todos ordenó sacar una hoja en blanco a
modo de examen, el pánico de la prueba castigo se diluyó enseguida cuando el
profe nos dictó lo siguiente: hoy en el día de la fecha
( la de ese día)…… yo el alumno ( cada
uno debía colocar su nombre) …regular de este establecimiento, declaro estar en
condiciones de inmadurez como para
comprender los sublimes contenidos que mi amado maestro está tratando de
inculcarme, espero que de aquí a algunos años luego de recibirme, casarme, trabajar, viajar un poco, mudar de
casa, hacer terapia, tener hijos, divorciarme y en medio de otra mudanza
encontrar esta nota en un cajón,
descubrir allí plenamente,
releyéndola, el sentido de lo que
mi paciente maestro intentaba decirme por aquellos días”.
¿Es
que las cosas nos suceden siempre a
destiempo?
Releyendo
a la distancia probablemente logramos
aprender lo que seguramente en otro tiempo
no supimos ver
Acompasado
Compás:
cualquiera de los periodos iguales que marcan el ritmo de una frase musical,
del latín; com= con passus= paso, por lo que acompasado viene a
ser moderado, algo así como quien circula cauteloso.
Fue
una amiga que me encontré quien me trajo
la palabra;
- Che, esta mañana te vi
desde el auto trotando por el parque,
ibas muy acompasado.
Los
educadores del deporte coinciden en el valor de la sana competencia para
introducir en los más jóvenes la cultura
del esfuerzo y la dedicación en la práctica deportiva como la forma más sensata
de comprender que, a mayor entrenamiento, mejor será el rendimiento a la hora
del juego.
Pero
convengamos en que hay una edad en que,
en trazos generales, uno va quedando fuera de competencia por cuestiones de
calendario y esto de la competencia debería mutar. Ya maduritos, ninguna
palabra calza mejor que acompasado y si cabe de algún modo la palabra
competencia, solo es con uno, nunca
contra otro, y mucho menos contra uno y
que diferente suena decir con, a decir contra.
-Mercedes Sosa en su flamante
versión folclórica de nuestro himno nacional dijo a un periodista: ”Cómo me hubiera gustado que en nuestro
hermoso himno en vez de ¡oh juremos con
gloria morir! hubiese sido: ¡oh
juremos con gloria vivir!”. Así se demuestra, incluso en un himno, que si
buscamos, se logra encontrar la palabra más certera para lo que se está queriendo decir -.
Acompasado
es el ritmo que cada uno como sujeto le otorgará al propio compás. Lo digo
musicalmente (sin música difícil se hace vivir) ¿Usted qué piensa hacer con su
compás?
¿Va
a meter una redonda, dos blancas, cuatro negras, u ocho corcheas?
El
maravilloso jazzero Oscar Peterson
lograba con toda comodidad improvisar en el piano a una velocidad de
desempeño que no era para cualquiera. Otros grandes talentos del jazz lograban versiones
extraordinarias de las mismas canciones pero ejecutadas con otra cadencia, de
un modo más lento adecuándolas a su propia posibilidad.
Y
en este juego de seguir enlazando el deporte y la música, Hugo Porta ex-capitán de la selección argentina de rugby
reconocido no sólo por su rendimiento deportivo sino también por la ética y
humanidad desplegada en el campo de
juego; me dijo cuando lo conocí: ”La práctica deportiva es fundamental en todas las etapas
de la vida ,sobre todo por el hecho de presentarnos los límites, nuestros
propios límites, claro es que hay una época para la competencia, pero luego,
cuando nos vamos poniendo grandes
mientras más acompasada mejor.
Y
ahora, si el límite que nos presenta el deporte, y el compás que nos enseña la
música se aprenden mejor de chiquitos y no se borran jamás, ambos se conjugan
armoniosamente permitiendo a cada uno de nosotros discurrir en la madurez, a unos
más lento y otros más rápido componiendo la partitura al propio ritmo.
Carolina,
gracias por lo de: “Te vi trotando acompasadamente”, me dejaste pensando y sin
querer me aclaraste esto tan importante en la vida: mantener la propia cadencia sin traicionar
al conjunto. El reglamente seria ir yendo… acompasado…. es decir cada cual con
su tempo.
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