martes, 29 de abril de 2008

A destiempo

Cuando un iluminado maestro nos regala apasionadamente su  conocimiento, en general, nos encontramos en una edad en que estamos muy lejos de comprender la atención que debiéramos poner ante tamaño tesoro que se nos obsequia.
Ya fui alumno en reiteradas ocasiones y hoy saboreo la docencia, la posibilidad de conocer las dos puntas del ovillo me permite corroborar que  lamentablemente  es así.
A quienes abrazamos  la docencia suele desanimarnos el escaso interés e incluso la apatía de algunos jóvenes, aun así, no debiéramos olvidar que ellos ocupan el lugar que de modo similar ocupamos nosotros tiempo atrás, decepcionando a quienes correspondía en aquel momento. 
Estos ciclos se repiten y solo tomamos conciencia de ello cuando algo maduramos o cuando  nos toca estar del otro lado del mostrador. 
Cuando la vitalidad y la lozanía están en las mejores condiciones de asimilar, paradójicamente, no estamos ni remotamente en condiciones afectivas de comprender el valor de lo que nos perdemos, al no estar allí presentes con todos nuestros sentidos al servicio de quien transmite.
La experiencia del escritor y profesor brasileño Alfonso Romano de Sant”Anna recordada por uno de sus alumnos sintetiza magistralmente el dilema;
Cuando Sant Anna como mi maestro de escuela primaria daba una importante clase, a propósito del escritor Drummond de Andrade, noto que algunos alumnos no prestábamos ninguna atención. De repente y para sorpresa de todos ordenó sacar una hoja en blanco a modo de examen, el pánico de la prueba castigo se diluyó enseguida cuando el profe  nos  dictó lo siguiente: hoy en el día de la fecha ( la de ese día)…… yo el alumno  ( cada uno debía colocar su nombre) …regular de este establecimiento, declaro estar en condiciones de  inmadurez como para comprender los sublimes contenidos que mi amado maestro está tratando de inculcarme, espero que de aquí a algunos años luego de recibirme,  casarme, trabajar, viajar un poco, mudar de casa, hacer terapia, tener hijos, divorciarme y en medio de otra mudanza encontrar esta nota en un cajón,  descubrir allí plenamente,   releyéndola,  el sentido de lo que mi paciente maestro intentaba decirme por aquellos  días”.
¿Es que las cosas nos suceden siempre  a destiempo?
Releyendo a la distancia  probablemente logramos aprender lo que seguramente en otro tiempo  no supimos ver
Acompasado
Compás: cualquiera de los periodos iguales que marcan el ritmo de una frase musical, del latín;  com= con  passus= paso, por lo que acompasado viene a ser moderado, algo así como quien circula cauteloso.
Fue una amiga que me  encontré quien me trajo la palabra;
- Che, esta mañana te vi desde el auto trotando por el parque,  ibas muy acompasado.
Los educadores del deporte coinciden en el valor de la sana competencia para introducir en los más jóvenes  la cultura del esfuerzo y la dedicación en la práctica deportiva como la forma más sensata de comprender que, a mayor entrenamiento, mejor será el rendimiento a la hora del juego.
Pero convengamos en que hay  una edad en que, en trazos generales, uno va quedando fuera de competencia por cuestiones de calendario y esto de la competencia debería mutar. Ya maduritos, ninguna palabra calza mejor que acompasado y si cabe de algún modo la palabra competencia, solo es con uno,  nunca contra otro, y mucho menos contra uno  y que diferente suena decir con, a decir contra.  -Mercedes Sosa en su  flamante versión folclórica de nuestro himno nacional dijo a un periodista:   ”Cómo me hubiera gustado que en nuestro hermoso himno en vez de ¡oh juremos con gloria morir! hubiese sido: ¡oh juremos con gloria vivir!”. Así se demuestra, incluso en un himno, que si buscamos, se logra encontrar la palabra más certera para lo que  se está queriendo decir -.
Acompasado es el ritmo que cada uno como sujeto le otorgará al propio compás. Lo digo musicalmente (sin música difícil se hace vivir) ¿Usted qué piensa hacer con su compás?
¿Va a meter una redonda, dos blancas, cuatro negras, u ocho corcheas?
El maravilloso jazzero Oscar Peterson  lograba con toda comodidad improvisar en el piano a una velocidad de desempeño que no era para cualquiera. Otros grandes  talentos del jazz lograban versiones extraordinarias de las mismas canciones pero ejecutadas con otra cadencia, de un modo más lento adecuándolas a su propia posibilidad.
Y en este juego de seguir enlazando el deporte y la música, Hugo Porta  ex-capitán de la selección argentina de rugby reconocido no sólo por su rendimiento deportivo sino también por la ética y humanidad desplegada  en el campo de juego; me dijo cuando  lo conocí: ”La práctica  deportiva es fundamental en todas las etapas de la vida ,sobre todo por el hecho de presentarnos los límites, nuestros propios límites, claro es que hay una época para la competencia, pero luego, cuando nos vamos poniendo grandes  mientras más acompasada mejor.
Y ahora, si el límite que nos presenta el deporte, y el compás que nos enseña la música se aprenden mejor de chiquitos y no se borran jamás, ambos se conjugan armoniosamente permitiendo a cada uno de nosotros discurrir en la madurez, a unos más lento y otros más rápido componiendo la partitura al propio ritmo. 

Carolina, gracias  por lo de: “Te vi trotando acompasadamente”, me dejaste pensando y sin querer  me aclaraste  esto tan importante  en la vida: mantener la propia cadencia sin traicionar al conjunto. El reglamente seria ir yendo… acompasado…. es decir cada cual con su tempo. 

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