martes, 29 de abril de 2014

Amor  que cura

 Siempre que alguien es fuerte y resistente el ingenio popular suele definirlo así  ¡Es duro como un perro! Claro que los perros también caen; tras un descuido, un accidente dejó a nuestra mascota destruida; un aligerado taxi le reventó la mandíbula  fracturándosela  con exposición doble. El cuadro un horror, el animal sangrando por la boca con la carretilla colgando implorando atención con una mirada moribunda.
  Yo conozco algo de medicina y le tenía miedo a la cirugía por el tema de una infección, el veterinario de  emergencia, en un arrebato de sinceridad –un sincericidio- me lo confirmó, acordó con mi temor y ya en la más absoluta franqueza profesional me dijo: lo más importante es la meticulosidad y  sobre todo el cariño con el que se lo cuide en este trance.
 Marito Lombino es un amigo, él es originalmente veterinario y yo dentista pero lo que nos cruzo por la vida es lo que nos gusta en serio; la música. De todas formas ambos coincidimos en poner empeño en la profesión que nos solo nos da de comer, sino que además nos sostiene el vicio del arte.
-Mario, le dije,  te dejo el perro unos días vos vas a saber mejor que yo como manejar esta situación-
Y claro que no me equivoque, el le puso lo mas importante para sacarlo a flote (no está demás  aclarar que en los seres  humanos la cosa funciona igual).
            En mis años de odontólogo - ya van unos 25- he asistido a cantidad de cursos y conferencias técnicas y científicas, muchas de ellas de un gran nivel académico pero la que más llevo en la mente y el corazón es la del inolvidable profesor Baratieri, un elocuente dentista brasilero 
Seguramente, esto ya debo haberlo contado  pero vale la pena reiterarlo. En medio de la conferencia el afamado doctor muestra una diapositiva con un excelente resultado de una práctica odontológica, allí sobre la imagen le pregunta al auditorio:
-¿Alguien podría  explicar cómo es que logré conseguir este notable resultado?
 Muchos respondieron elucubrando diferentes hipótesis desde lo técnico pero nadie acierta. Baratieri fue desestimando cada  una de las posibilidades con un rotundo giro de cabeza, hasta que ya nadie más lo intenta.

 Entonces ahora la respuesta la tenía él, - ¿Saben cómo lo conseguí? Simple, con amor….
 Claro que nadie se atrevería a negar que para todo lo que uno vaya a hacer en esta vida hay que preparase, aun así  no es menos cierto que nada habrá de conseguirse sin el ingrediente esencial.

  Marito muchas gracias por haber colaborado a la sanación de nuestro perro con ese don que te distingue y que precisamente no es poca cosa: justamente el de curar con la medicina mas indicada, ayudar a sanar con el más eficaz de los tratamientos, el amor con el que se lo hace.
El don del camaleón

 Ser sincero no es un defecto, pero decir sin vueltas  lo que uno piensa suele no dar buenos resultados, sobre todo hay que tener cuidado ante ciertos temas, por ejemplo si un hombre hace una apreciación respecto de una mujer, cualquiera que sea,  enseguida y automáticamente es rotulado de recalcitrante machista. Yo creo que no lo soy y aunque las mujeres que lean la nota así lo consideren, igual daré mi opinión sobre algo referido a ellas y aunque generalizar nunca es bueno, arriesgo igual:
  Me sorprende la capacidad con que  muchas de ustedes  logran mimetizarse con absoluta solvencia al caballero que os acompaña, esa femenina habilidad de fundirse a la forma y personalidad del compañero de turno.
 Digo si el muchacho es hippy allí van ellas hippies, si es formal allí van formales, estructurado, bohemio, religioso, ateo, yuppie o esotérico ellas sabrán moldearse con suma plasticidad y adherir a las formas del muchacho (perdón, ando despechado)
¿Amor incondicional?
            La cosa no es como aparece, con el correr del tiempo, como es lógico volverán a ubicarse en el  eje de su  propia esencia, probablemente un día  nos dejarán  y  correrán  a fundirse  camaleonicamente  tras algún nuevo amor.

Sin embargo nosotros, el sexo fuerte,  los machos de la película somos enteramente previsibles,  a todos nos encantan las mujeres lindas, cariñosas, inteligentes y fogosas, correríamos tras ellas, pero finalmente -como escribió  un día el maestro Fontanarrosa:” Terminaremos  quedándonos  apenas  con aquella  que nos da bola, eso sí,  hasta que  ella así lo quiera”.
Cruce de roles

  No sabemos muy bien qué es el tiempo, pero interesante es aliarnos a él  partiendo de la premisa que tiempo y espacio constituyen las dos variables que más nos condicionan.
  El aumento de la expectativa de vida promedio que trajo aparejado la modernidad  (paradójico a la muerte prematura de millones de niños y jóvenes que también nos trajo la modernidad con sus macabras reglas de ajuste y  exclusión) subyace junto a los desafíos que la sociedad en general  debe enfrentar para resolver la problemática de una especie (la nuestra) que en promedio vive unos 25 años más de lo que lo hacían nuestros antecesores  en la edad media ,desafió complejo que al proponer soluciones  genera a la par nuevos dilemas a resolver
  Uno de estos graves conflictos está vinculado a un interesante porcentaje de adultos que no solo se niegan a envejecer – en una sociedad de valores encontrados que esconde y camufla la vejez – sino que además en franca regresión cronológica “usurpa” la adolescencia a quienes legítimamente les corresponde por derecho propio; los adolescentes.
  Jóvenes, no solo con el acné del rostro sino también el del alma, que en pleno estallido vital  en  búsqueda de su camino  se encuentran con adultos, que corridos de lugar, no podemos ofrecer el marco referencial a quienes llenos de incertidumbre así nos lo demandan.
  El adolescente “adolece” justamente de lo que un mayor bien plantado podría brindarle como contención; la experiencia adulta que ellos aún no poseen y la vida ya les reclama
 Pero claro ¿cómo alguien que no acepta los propios límites  puede funcionar como límite para aquellos que tanto lo necesitan?
  El efecto de la usurpación que  padecen los jóvenes por sus referentes (nosotros),  travestidos en truchos adolescentes negados a envejecer, genera una catástrofe paradojal,  la de jóvenes desilusionados por adultos, a quienes  lejos de querer parecerse rehúyen,  y caen así en un  desesperanzador envejecimiento precoz provocado por un cruce de roles temporales. Para decirlo de modo simple y ya sin vueltas: adultos adolescentes y adolescentes viejos, cruel inversión cronológica en una  sociedad loca.
¡Trucha adultez-adolescente y tristísima adolescencia-envejecida!
Decía un gran filósofo argentino: “Debemos aceptar ser adultos si de verdad queremos ocuparnos de los más jóvenes. Necesitamos, más que nunca, adultos comprometidos a su tiempo,  la descendencia con su sensible y aguda mirada así nos lo exige”.

Ellos son el futuro, ellos nos imploran por el límite y el marco referencial  que lejos de esquivar, debemos con dignidad aceptar haciéndonos cargo de la etapa que como adultos nos toca y corresponde vivir.
El valor de lo que tiene valor

 Confesiones de invierno es un ícono del rock argentino de los años 80 que en uno de sus estribillos supo cantar así: “Y la radio nos confunde a todos” Hoy es mucho más que la inocente radio lo que nos confunde. Valorar aquello que merece ser valorado es cada vez más complejo.
Me encontré hace poco un conocido muy joven que padece una enfermedad degenerativa neurológica, lo había visto pocos meses atrás perfecto y ahora una franca dificultad en el habla y en la motricidad me choqueó, él en una situación laboral y económica de privilegio, estoy seguro, estaría dispuesto a dar todo lo materialmente logrado con tal de volver a recuperar la salud perdida.
Enseguida mi hermano devolvió el caso de un conocido al que le nacieron dos hijos con hipoacusia, y de cómo su abuela, una profesional exitosa había recuperado la alegría de vivir, luego de haber invertido sus logros económicos para el desarrollo de esos nietos;
--Recupere la luz de mis ojos cuando al fin por medio de implantes cocleares ellos lograron insertarse socialmente -.
 En estos días uno de los hijos de este hermano con el que compartimos trote
celebra su “bar- mitzva”, de algún modo el equivalente judío a la comunión cristiana,
y a propósito de la charla comentaba; hoy los festejos suelen verse bastante distorsionados pero la esencia del evento se resume al momento en el cual alguna madurez  permite al joven aproximarse a la responsabilidad que se adquiere a partir de este contrato sagrado en el desempeño de  valores y ética convivencial.
Cada vez es mayor aquello que tiende a apartarnos de lo verdadero, el consumismo con sus poderosos tentáculos nos enmaraña corriéndonos de lo esencial. No debiéramos requerir grandes pérdidas  para descubrir el valor de lo que no supimos ver cuando gozábamos el privilegio de tenerlo, nadie está exento de perder lo que sea, de un momento a otro
 Mi  amigo Oscar supo tener una claridad inusual para la edad, él nunca fue precisamente un ejemplo estudiantil,  pero entendía lo que cuando niños, apenas si se percibe; con doce años tengo el  recuerdo nítido de verlo parado frente al espejo diciendo:
-          ¿No es maravilloso mirarse y poder verse? ¿Mover todos los dedos de la mano? Hablar y reírse sacudiendo  todo el cuerpo ¿No es alucinante?

Yo desde niño lo admiré  - le comentaba a mi hermano- por esa sabiduría  precoz  con la  que me supo contagiar. Esa sana alegría, como la que ahora siento, mientras trotando charlamos justamente de esto, el no dejar nunca y por ningún motivo de valorar aquello que de verdad, vale la pena valorar.
Haciendo el amor al pasado
Dicen que los verdaderos artistas crean siempre desde el alma, puntualmente con aquello que fue  alma-cenado en  los primeros años de vida, es ese bagaje de recuerdos imborrables enquistados en la memoria desde donde el creador rescata el material  para nutrir el camino, “los años del arranque  son decisivos no sólo para la carrera de un artista ,sino en el desenlace de toda vida humana”, no es que todo remita exclusivamente a esa edad, pero es  innegable que es en esta etapa donde lo sentido, lo visto, lo palpado, lo oído, lo vivido en general se nos pega al corazón como una ventosa que no suelta nunca más
 Todo este prefacio apenas  para presentar al flaco Nostalggiosi.
 El flaco, un cincuentón alombrizado, ojeroso, canoso y narigón  como pocos, tenía por sobre cualquier otra característica la de ser un nostalgioso empedernido- tal vez un irremediable destino que ya lo sentenciaba en su apellido-  En las reuniones de café con la barra de amigos no le dejábamos tomar la palabra, pues siempre, con esa melancolía que le era tan propia, la mirada fija y perdida a través del vidrio del bar, traía  recuerdos nostálgicos rematando siempre y sistemáticamente en la Susi, una rubia angelical de la secundaria de la que el flaco vivió enamorado hasta hoy y de lo que ella ni se enteró, para ella Ernesto era un fantasma.
 Cuando el Flaco tomaba la palabra era fácil descubrir cuando se venía el quiebre, el  punto en que la  mueca de un irremediable puchero anticipaba el llanto de Nostalggiosi y del que ya se hacia imposible remontar. Era el momento en que sistemáticamente los seis nos levantábamos de la mesa del café jurándonos para adentro no volver nunca más, aunque al otro día todos volviésemos exactamente a la misma hora. Nostalggiosi ya estaba sentado en la exacta posición de siempre (se juraría  que hubiese quedado así desde el día anterior si no fuese por la certeza  que el dueño del café Jockey Club lo echaba antes de cerrar)  con los labios apretados miraba a cada uno prometiendo en el gesto no volver a estropearnos una nueva jornada.
 Un día el Flaco llegó tan desesperado por hablar, que en lugar de censurarlo al unísono, como siempre ocurría, no quedó otra que dejarlo. Esta vez la cara del flaco era otra; las ojeras se le habían esfumado, las arrugas de la frente se habían borrado, y sobre todo, la comisura  de sus  labios, siempre amargamente hacia abajo, apuntaba para arriba como nunca. Era la típica cara del enamorado., nunca antes se lo vio así y ya nadie se atrevió a  interrumpir.
El Flaco contó que había recibido un llamado telefónico, hizo una larga pausa y en un paneo nos relojeó a los seis con el cogote para arriba como preguntando. Nos miramos con cara de ¿y a este qué le pasa? Hay que aclarar que actualmente el Flaco recibe llamadas de todas partes, se había convertido en un escritor famosísimo, los recuerdos tristes del pasado teclados en la Olivetti lo convirtieron en  una especie de Coello, no precisamente de la autoayuda, su  especialidad; revolver en el pasado,  “Aquellas lagrimas de ayer que lloro hoy” y “Lo que no tuvo que ser no fue” sus dos últimos libros lo terminaron consolidando como un reconocido best seller, figura mediática para su disgusto, no había feria del libro que no lo tuviese acalambrado de tanto firmar autógrafos y dedicar ejemplares
-Flaco (replicó el Titi) ¿De qué  llamada de teléfono hablás,  si a vos te llaman todo el santo día?  Desde que te mandaste la pelotudez de poner el  número de teléfono de tu casa y de tu oficina en la página final de los ejemplares, lo tuyo es un rinnn permanente
-Muchachos no… una llamada diferente..Me llamo la Susi muchachos, la  S- u- s- y-.
Gritaba como un desaforado, inédita alegría que a pesar del éxito y la fama debutaba  en Nostalggiosi.  El Flaco se calmó como pudo y empezó a contar la historia con un susurro infantil que nos obligó a los siete a cerrarnos en la mesa de café como en  esas formaciones impenetrables del rugby que de tan abrazados que se está no cabe un alfiler, una amalgama donde los siete éramos uno.
---Pensé que serían los últimos latidos de mi corazón chicos, la Susy me dijo que me quería ver, que me quería ver ya,  que se había dado cuenta que yo era el amor de su vida, que no entendía como durante tanto años  pudo ignorarlo.
Por más best seller y prensa que tuviese el Flaco era un iluso, tenía menos calle que cualquiera de su edad, no solamente era soltero sino que la fidelidad a ese amor de la juventud si no lo conservaba célibe hasta aquí, pegaba en el palo -nunca le conocimos un fato y de eso no se hablaba- . Nos miramos todos en silencio con esa automática complicidad que solo décadas de amistad pueblerina consolidan y que permite sin hablar compartir la misma idea: con una sonrisa irónica  multiplicada por seis dimos por sentado que el llamado se debía exclusivamente al interés que en  un minón como la  Susi podía despertar la abultada cuenta bancaria del hasta entonces ignorado.
Ninguno amagó a cortar, era la primerísima vez que el flaco contaba el presente, si a ustedes lectores esto les provoca alguna curiosidad imagínense a nosotros:
-No me lo van a creer, a la media hora me estaba encontrando con la Susi  en la esquina sur de López y Planes con Cabildo Argentino, en  el mismísimo colegio Merceditas , fue allí  donde nos vimos (mejor dicho donde yo la vi)  por ultima vez hace treintitres años. 
            Catatónicos ya, ni pestañábamos,  Nostalggiosi lejos de deprimir por primera vez  exultaba alegría en un relato que lejos de  su habitual ceremonial era una catarata
-A  los cinco minutos estábamos con Susana entrelazados en el asiento trasero de un taxi y ni sus gemidos ni los míos  lograron avergonzarme; nos besábamos y acariciábamos como si el  taxista que nos transportaba a toda maquina a la panamericana no existiese.
  Para  esa altura del relato (salvo el Flaco que a los escupitajos se confesaba sin censura) ya ninguno respiraba
-De repente  ya nos encontrábamos completamente desnudos frente a un espejo gigante circular de  la suite especial del motel Ardentur y como el último de los jinetes vírgenes a mis 53 años cabalgaba desenfrenadamente sobre aquella por la  que tanto esperé.
  El Toti fue el primero en interrumpir, lo queríamos matar por haber quebrado el silencio sepulcral con el que choqueados atendíamos al nuevo Ernesto, pero lo dejamos porque la historia ya se encontraba en el punto en que la voz  del ansioso Toti canalizaba la de todos, era la pregunta del millón:
-¿La Susi, sigue estando fuertísima?
El Flaco se clavó un silencio cinematográfico, se secó la baba  blanca esa pegajosa de tanto hablar que le rodeaba las comisuras con el antebrazo ,dejando la camisa celeste chanchamente mojada en la manga  y miró a uno por uno antes de soltar prenda.  
- Noooooo,  qué va muchachos, la Susi está arrugada y gorda como un elefante, pero tranquilos,  yo no habré  juntado experiencia pero  no soy ningún gil,  yo no le estaba haciendo el amor a esa que me tenía allí atenazado con sus mastodónticas macetas, ese tujes de cincuenta pulgadas y esos pecho de seis  kilos cada uno en los que me asfixiaba  extasiado.
  Para ese momento el  rostro de Ernesto ya dejaba de pertenecer al de un terrenal reflejando la paz angelical de un santo, al tiempo en que  remataba:

-No le estaba haciendo el amor a la Susi esa que estaba conmigo allí,  se lo hacia a aquella hermosura de la que me enamora hace mas de cuarenta años, estaba allí con ella  por primera vez en  mi vida, pero en el presente jamás, tranquilo muchachos,  ustedes me conocen soy Nostalggiosi, el “Argentino Nostalggiosi”,  yo estaba allí como siempre “Haciéndole el amor al pasado”.
Herencias
   Apenas por derecho de  sangre hay quienes se ven agraciados por herencias de familia. La muerte de algún abuelo, un tío y hasta un primo lejano en ocasiones permite girar súbitamente la condición económica de los que quedan  Están aquellos que antes de partir quieren ser testigos de lo que genera la repartija, entonces la ceden en vida para ver con propios ojos la alegría y generalmente las peleas entre los beneficiarios.
-Sin una pizca de envidia a los que  toco heredar, pues algo a mi me ha tocado, intento reivindicar en esta breve pensar lo bueno que es para aquellos que todo lo que posen solitos se lo han ganado,  intentando lo que gustan, haciendo lo que más  aman, lo que sale de la entraña, lo más profundo del alma. Aunque con duro trabajo y tal vez no el más deseado, el verdadero sabor lo provee lo conquistado.
    El  impulso del trabajo es una  fuerza que guía, no sé si el ingenio popular o quien así lo expresó; feliz quien se gana el pan con el sudor de su frente (no del de enfrente).
  A mi padre, hombre sabio hasta su prematuro final, – su apasionado corazón supo entregarse pero no durar –  se le ofreció  antes de morir la posibilidad de confeccionar una póliza que permitiría dejar una suma considerable de dinero a quien en poco tiempo quedaría viuda. Con total incertidumbre para todos, el viejo fue contundente en la negativa:
 - Mi esposa es una mujer joven, saludable y fuerte, hemos sido un matrimonio feliz y para cuando yo no esté a ella le  será indispensable salir, conectarse, y sobre todo trabajar. Además nuestros cuatro hijos la podrán ayudar. Si queda con una suma importante de dinero (aclaro que no es un chiste) no tendrá  la necesidad de salir a batallar, probablemente se quede en la cama tirada  con bienestar económico y malestar de vida. No, primo, te agradezco pero no corresponde, si hubiera querido un seguro de vida lo hubiese previsto a su debido tiempo, muchas gracias de nuevo pero no.  El primo Carlos no se lo podía creer salió del cuarto más pálido que mi delicado viejo,  no esperaba ni remotamente semejante conclusión.
  Y así fue, cuando el papá partió mi mamá salió de casa, empezó a trabajar, al tiempo rehizo pareja y de alguna manera  se cumplió lo deseado por él.
  Dicen que el tren siempre está por llegar, pero ojo, para subirse hay que salir a buscarlo, mejor que recibir el pescado, es la caña de pescar,  al que le tocan herencias materiales que le apetezcan,  sólo que aquí brindo por  quienes conquistan sus logros, se goza de otra manera, no se puede comparar.


PD: Buena definición de las  herencias materiales,  mal cálculo del finado que no supo gastárselo todo en vida. 

lunes, 28 de abril de 2014

La filosofía no sirve para nada

Un afamado maestro brasilero cuenta en uno de sus libros la anécdota de aquel profesor de filosofía que entró el primer día de clases al aula y dijo así  a los jóvenes alumnos: -Lo primero que quiero decirles es que la filosofía no sirve para nada, ahora bien me tomaré cincuenta minutos para explicarles lo que es la nada-    Ese día después de la explicación uno de esos jóvenes alumnos decidió que sería profesor de nada, quería ser filósofo, ese joven era nada menos que Santiago Kovadloff
Es cierto que para muchos la filosofía no sirve para nada, y en verdad, está bien que así sea.; para otros en cambio la filosofía lo es casi todo, para estos últimos las preguntas son la  vida.
En buena medida la felicidad es una apasionante persecución a la que jamás debiéramos renunciar, y esa búsqueda  más que de respuestas esta plagada de preguntas: ¿Por qué?  ¿Para qué? ¿Hacia dónde? Aunque las respuestas en muchos casos sea un simple “no sé” son las preguntas  las que nos dan el sustento del  niño que todos llevamos adentro y que desde esa simple inocencia  cotidiana que pregunta nos sostiene  entusiastas hasta el final.
            Educar a un niño es en buena medida ayudarle a sostener sus preguntas dijo el mismo Kovadloff en una de sus conferencias.
De adultos nada mejor que insistir en  el mismo camino, el maravilloso mundo de las preguntas. No para ser respondidas desde afuera, las preguntas son el móvil en la medida en que buscamos las respuestas dejándonos mover desde adentro

Desde esta perspectiva no es apenas que la filosofía  no sirve para nada, sino que desde sus movilizadoras preguntas la filosofía nos sirve  para todo.
La lluvia es pa mojarse

            Dos cosas deben haber influenciado decisivamente aquel día para que a pesar del enorme temporal, yo continuara el recorrido fijado para aquella jornada  montado en mi bicicleta. La primera fue, ver como alguien que  no me cae nada bien, cobardemente pegaba la vuelta ante las primeras gotas reforzando sin quererlo mi autoestima, la segunda y fundamental es que el recorrido lo compartía ese día con mi querido y elocuente  primo a quien reiteradamente escucho decir que la lluvia es para mojarse.
Él siempre comenta: - ¿Cuál es la gracia de cubrirse con un paraguas o un piloto cuando llueve? Por lo tanto él, que en otras ocasiones en que salimos a pedalear suele aflojar antes de lo previsto esta vez con el chaparrón de por medio me insistió para que siguiéramos el periplo cuesta arriba como sea. Desde Vístalba hasta Cacheuta, en nuestra montañosa Mendoza, la lluvia nos acompañó ininterrumpidamente durante veintiocho kilómetros.
Conclusión, el mejor paseo en bicicleta de toda mi vida, reconozco que cuando comenzó a llover la primera sensación de frío y destemple casi me hace  recular, pero una vez  el cuerpo aclimatado el recorrido se tornó indescriptiblemente singular.

Esto no pretende ser una apología a las inclemencias climáticas pero en cuanto tenga la oportunidad no se le ocurra cubrirse cuando llueve, sobre todo si es un chaparrón moderado,  pues como dice el primo  Leo, no se le olvide que justamente: ¡La lluvia es pa mojarse!  
Eficiencia profesional y ética humana

Hace 20 años y luego de una afección cardiaca de larga data mi padre de 58 años de edad ingresaba en lista de espera para un  transplante  cardíaco. Por aquellos días la idea de que a alguien le sacaran del pecho el propio corazón (por más deteriorado que este estuviese) para alojar allí mismo el de un donante, no era un asunto fácil de asimilar.
Ante la advertencia del cardiocirujano Claudio Burgos (jefe de cardiocirugìa del hospital italiano de Mendoza) en la alternativa del transplante cardíaco como única posibilidad se nos plantearon varias inquietudes. Primero que nada la aprobación de mi padre, quien totalmente lucido y con sus facultades mentales intactas debía aprobar tamaña decisión. Él como hombre de fe se interesó en la opinión del por entonces líder religioso de nuestra comunidad quien fue categórico al respecto;- Nuestra religión se inclina claramente en favor de la ciencia cuando mediante sus adelantos nos otorga la posibilidad de apostar por la vida.
Lo segundo me correspondía a mí - como hijo mayor y vinculado a las ciencias médicas-  me pareció prudente pedir una ínter consulta con el cardiólogo clínico de mayor prestigio en el país por aquellos días, ellos mismos me lo recomendaron, era el número uno de la Argentina por ese entonces, el ya fallecido doctor Bertolassi, una eminencia de trascendencia internacional. Luego de examinar a mi padre mientras él se cambiaba me miró fijo a los ojos y en privado sin que el escuchara me dijo sin vacilaciones:”El estado de tu padre  es muy delicado, el trasplante cardíaco está contraindicado, no sale del quirófano con vida”. Al punto de que no solo lo manifestó verbalmente sino que además lo puso por escrito, como para no dejar lugar a dudas solicitándome que por favor quería que el cirujano se pusiera de inmediato en contacto con él.
            Apenas llegamos de Buenos Aires, muy contrariado por  el diagnóstico del  profesional consultado, me dirigí al cirujano para contarle lo sucedido y respuesta fue sin vacilaciones;
-“Él no es cirujano, el de cirugía no sabe”.
-Fue la ínter consulta que ustedes sugirieron, Bertolassi dijo que lo único que podía salvar a mi padre era un trasplante cardiopulmonar que con uno cardíaco no saldría del quirófano con vida por su excesiva  presión pulmonar-
 
            De todos modos mi padre confíó por entero en el  afectuoso trato del cirujano y el día del trasplante sucedió lo que la soberbia profesional no admitió, mi padre terminó sus días  en el quirófano ante la instancia de una muerte inmerecida: MALA PRAXIS
Su vocero, fracasada la cirugía, era por entonces uno de los médicos de su equipo, un ex pollero con más perfil para eso que para decir como me dijo a mí que la cosa no anduvo. El cirujano, que recién dio la cara al mes del fallido episodio - porque yo lo fui a ver a él y no él a  mí como correspondía-  se justificó inconsistentemente en que mi papá estaba muy grave y había que darle una oportunidad.
            El tiempo cura algunas heridas pero otras se reabren y no cierran jamás, hoy después de veinte años el doctor, erigiéndose en semidios, vuelve a desafiar los límites que todo humano digno debe respetar. Cuando en  la fundación Favaloro – el centro integral de cardiología de mayor prestigio del país- se niegan a trasplante cardio pulmonar del famosísimo cantante Roberto Sánchez - más conocido como Sandro- aduciendo que su estado general de deterioro crónico no alberga la posibilidad científica de superar con éxito un trasplante de tamaña magnitud, vuelve a sobredimensionar su ego (envuelto en esa falsa modestia que maneja a la perfección), el si acepta el desafió alegando cínicamente que Sandro merece  la oportunidad de seguir viviendo
Nuevamente –al igual que por aquellos días y por eso el dolor me vuelve a la memoria- Sandro y su familia (igual que mi padre)  se entregan confiado y no es para menos;  es que cuando alguien ofrece la esperanza de vida como una posibilidad, difícil se hace  rechazarla.
 Las personas no cambian en su esencia, algo así como lo que decía mi abuelita de modo dogmático, pero no por ello menos cierto: “Con el tiempo las personas continúan siendo más de lo mismo”; A pesar de tanta pantalla Sandro no  murió dignamente, luego de cinco cirugías en cuarenta días,  rodeado de aparatología y un enorme equipo de cuarenta médicos bajo la batuta del desafiante cirujano que  nuevamente intentaba birlar los límites
La modernidad trajo aparejado cosas extraordinarias en el campo de la ciencia pero  simultáneamente condujo  al desprecio de valores esenciales, la súper especialización profesional fue en muchos casos acompañada de la soberbia,  impera la falta de una postura integral y humanista.
            En  una de sus obras García Márquez   sintetiza la cuestión  más o menos así: “Pobre hombre ni siquiera lo dejaron terminar sus días en su casa,  le quitaron la dignidad de morir en su propia cama”.  

 Es cierto e innegable este doctor ha salvado muchas personas en su haber, es un cardiocirujano hábil, pero cuidado, esto no lo justifica desde ningún punto de vista,  no sé si ahora lo hace, me consta que no supo respetar los límites. Una cosa es la eficiencia profesional y otra muy distinta es la ética convivencial, desafortunadamente no siempre van de la mano. De todas formas, contrariando a mi querida abuelita en aquello de más de lo mismo,  tal vez nunca sea tarde para aprender y cambiar…   
La memoria del cuerpo
  
 Desde pequeño la pulsión corporal ocupó un espacio de privilegio, la gimnasia y los deportes en general me permitieron integrar el cuerpo en su conjunto como la más noble  herramienta con la que los humanos contamos
 Hace 30 días tuve un accidente en motocicleta, me lesioné la rodilla y el pie derecho.
La consulta inmediata con un excelente traumatólogo prescribió tras algunos estudios complementarios; muletas y reposo, diagnosticó fractura y esguince en el pie.
Fiel a mi estilo a los dos días comencé con una actividad física leve y a la semana algo más moderada utilizando la sabiduría  que marca el dolor y su umbral como límite; hasta dónde llegar en amplitud de pequeños movimientos con cada ejercicio que me fui auto prescribiendo.
Por favor que a nadie se le ocurra seguir esta formula terapéutica para curarse de algo, lo que sí intento es brindar la credibilidad  que provee el relato del propio cuerpo, capaz de mostrarnos en todo momento hasta qué punto contamos con él.
Cuando a los treinta días verificamos con el doctor que había sanado, ese mismo,  día comencé a trotar y ni bien di la primera pisada con la diestra en dirección al oeste, con la imponente cordillera de los Andes como marco tuve la sensación  de que nada había sucedido. Es el registro atemporal que nos provee el cuerpo hasta el último suspiro, como quien aprendió a  rodar en bicicleta y no se olvidara jamás, pueden pasar años sin subirse a una de ellas pero en el momento en que  lo hace es como si uno nunca hubiera dejado.
            Cuentan que instantes antes de morir un sabio monje fue interpelado por el más fiel de sus discípulos que le preguntó:
-No sé si me cabe el derecho, pero he seguido cada uno de sus pasos incondicionalmente.
Desde que tengo uso de razón, usted ha sido mi maestro, mi modelo, quisiera que antes de partir me diga qué ha sido lo más importante en toda su vida.
El maestro se tomó  unos segundos y respondió:
-El cuerpo, definitivamente, ha sido mi cuerpo.
            El discípulo perplejo no podía creer lo que escuchaba y agregó:
-¿Cómo es posible semejante respuesta de alguien que  ha construido cada uno de sus días  desde la espiritualidad?
El maestro le respondió con su último aliento:
-Uno podrá,  a lo largo de la vida cambiar de ciudad, de amigos, incluso de fe, pero jamás el cuerpo que hemos de habitar hasta el último aliento. He tenido que llegar al final de mi vida para comprender que  precisamente es el cuerpo nuestro templo más sagrado           

 Es ancestral la memoria del cuerpo y es sabio transmitir, de generación en generación,  su conciencia y cuidado.
La memoria

Lo que da profundidad a la acción que se  plasma en cualquier trabajo, oficio o profesión es la memoria. ¿La memoria de qué? De lo que verdaderamente fue observado, masticado, saboreado  y despaciosamente digerido a través del tiempo, es decir lo  profundamente vivido
El pintor norteamericano del siglo XX Edward Hopper conseguía transmitir en sus pinturas estados de extremo humanismo y profundidad psicológica justamente creando sus obras desde la memoria, esto  remite también al destacado pintor francés Degas quien comenta: -“Es interesante representar lo que se ve, pero es mucho mejor pintar lo que se tiene guardado en la memoria”
La memoria sabe recortar lo estrictamente necesario, aquella conmovedora intimidad  y que Hopper supo focalizar en los personajes de sus pinturas (véanlas).
 En épocas en que impera la inmediatez y se venera la instantaneidad ¿Tendremos la posibilidad de gestar aquello que solamente otorga  un pausado y minucioso recorrido?
¿Será posible tomarnos el tiempo y la paciencia necesaria como para edificar despaciosamente lo que un día será recuerdo en la memoria? 
Hoy no memorizamos ni un número de teléfono,  pues queda grabado en la memoria del celular,  seguramente los jóvenes de hoy, como revolucionaria generación que son,  estén gestando algo que llegue incluso a dar mejores frutos que la memoria.

¡Que así sea!
La meta o el recorrido

Ya sea para ir caminando de aquí a la china  o de aquí a la esquina es lo mismo, el asunto es arrancar con el primer paso, decía mi amigo el tano repitiendo palabras de suabuelo piamontés.
 Un cuento del escritor japonés Rynosuke Agutagawa titulado “Sennin” arroja magistralmente una luz al respecto. El sennin según la tradición china es un ser del orden de lo sagrado que habitando en el corazón de las montañas accede a poderes mágicos tales como volar y longevidad extrema.
 El relato (fantástico) trata sobre la historia de un humilde hombre que se dirige a una empresa de colocaciones en la ciudad de Osaka y se ofrece como sirviente full time a quienes a cambio logren convertirlo en un sennin. El empleado ríe burlonamente ante tal demanda pero se atemoriza cuando el hombre enojado lo increpa reclamando que el cartel de la puerta ofrece: “colocaciones para todo tipo de trabajo”.
El empleado preocupado comenta la situación a todos sus allegados hasta que una mala mujer del pueblo se entera y sin tener idea de cómo formar un sennin se aprovecha de la situación y ofrece convertir a este decidido hombre en uno de ellos, si a cambio durante veinte años él trabaja a sol y sombra en la granja de su propiedad.
Llegó el día, al cabo de 20 años de arduo y minucioso trabajo sin paga alguna, el hombre pide la retribución acordada. La mujer sin tener idea alguna de cómo lograrlo le ordena trepar hasta el extremo del pino más alto del terreno. Sin objeción y trepado en el extremo de la última rama el hombre pregunta:
 -¡Señora! ¿Ahora qué hago?
-Ahora suelta una mano, luego de soltarla vuelve a preguntar: ¿y ahora?, la inescrupulosa esperando el remate de su abuso con la caída y la muerte del pobre hombre ordenó: ¡Ahora suelta la otra¡. Cuando obedeciendo la soltó, lejos de caer, suspendido en el espacio comenzó a volar entre la copa de los árboles agradeciendo a viva voz a la señora ya  su sometido esposo por haberlo convertido en un "Sennin", al tiempo que rebosante de felicidad y ante la perplejidad de ambos se perdía entre las nubes.
Los hombres, todos, soñamos. Lo que nos diferencia es que hay quienes se lanzan tras sus sueños y quiénes no. El protagonista del cuento (no tan fantástico) recorrió sin apuro ni tregua la ambiciosa meta de convertirse en quien quería y lo logró.


¿La meta o el recorrido? En esencia somos el recorrido, pues hay recorridos sin metas, nunca meta sin su recorrido.
La miseria cultural

  Todo  ser humano es de algún modo vulnerable,  pero  en el caso de los artistas la fragilidad se ve reflejado en lo que una vez  oí decir  a un director de cine a su equipo de producción: Cuiden a mis artistas como a un cristal, pues es como si no tuvieran piel, sus fibras nerviosas se encuentran al descubierto.
  Y consta que en gran medida  es así, sin abundante sensibilidad no es posible hacer arte y claro que una buena dosis de ella, adjudica ventajas y privilegia, pero también otorga sufrimiento.
  Vivimos un tiempo –no tiene por que ser el peor- en que en numerosos rincones del planeta los  responsables del cuidado del  patrimonio cultural están convirtiendo justamente la cultura  en  miseria
   La apatía y hasta el desprecio, en especial,  a los valores artísticos de la propia región se está convirtiendo en un espanto. Una de sus traducciones más claras la presenciamos en la dificultad que tienen cientos de miles de artistas para poder, más que mostrar, ofrendar lo que más aman en sus vidas, la expresión de su sentir, su propio arte.
     En contraposición, las sociedades que desde sus directivas se apropian de su cultura al contener a sus hacedores para el logro de su máxima potencialidad expresiva,  demuestran  una evolución  que a todos beneficia.
      Sin la pretensión de poner el tema de la cultura delante de temáticas vitales como el hambre que azota a nuestro planeta - aunque en todo caso esto también es cultural-   hoy en muchas regiones, tristemente mi provincia Mendoza es una de ellas, lastiman a sus hacedores en el lugar donde más duele, el de negarles espacios dignos donde entregarse al público privándoles así  de la posibilidad de poder  vivir de su trabajo  
      Este horroroso panorama – nada nuevo bajo el sol - se traduce en artistas que en vez de dedicarse a lo suyo, deben poner su energía en lo que no les corresponde y en lo que peor saben hacer; autogestionarse  en una estructura administrativamente burocrática, enfermiza y denigrante que en muchas ocasiones los derriba y los vence hasta matarlos, ni más ni menos. 
     Ayer pasé una de aquellas tenebrosas tardes de inexplicable espera para luego de varios meses de insistencia y cientos de fracasos telefónicos lograr presentar a un funcionario un proyecto artístico de enorme responsabilidad social y cultural. La larga amansadora y la posterior frustrante reunión con el funcionario- de las tantas ya vividas- me dejaron de cama, la espera de tres horas y media más la vulgaridad de quienes teóricamente gestionan logró, una vez mas, filtrarme
   Jamás debiéramos en ese estado entrar en sueño esa noche me dormí dolido y con bronca arrastrando una fuerte  pesadilla: una enorme serpiente se instaló debajo de mi cama y no había manera de desplazar el horrible reptil de enormes dimensiones, toda mi familia y yo llenos de pánico no podíamos moverla de ninguna forma por más que con palos y rastrillos a toda  fuerza lo intentábamos. Envuelto en sudor y con mi propio grito desperté.
   Aun mal dormido y con la pesadilla a cuestas, salí a correr por nuestro estimulante parque (parque que gozamos hoy  por la gestión de quien en su momento si comprendió  los desafíos culturales de su tiempo) para limpiarme y  arrancar mejor predispuesto una nueva jornada, el animo mejoraba y así más calmo y distanciado pude pensar  la noche anterior y sin ser ni remotamente un conocedor de la interpretación de los sueños me cayo la ficha;  la víbora repta, se arrastra y esta particularmente ni se movía. Esto es lo que desean muchas veces generar aquellos que bestialmente comandan la sociedad; inmovilizarnos como en el caso de la víbora del sueño, incluso ni la posibilidad  de reptar, sacarnos hasta  la indignidad de arrastrarnos.
   Pero a ustedes, ignorantes , poderosos y maquiavélicos burócratas , les quiero aclarar que a mí ,como a tantos otros de este sobreviviente planeta de todos los tiempos, lejos de poder derrumbarnos o inmovilizarnos -como la sensación que provocaron a mi pesadilla- no hacen más que hacernos cada día  mas fuertes

¡Artista que no te maten¡  Recordemos que lo que no nos  mata nos fortalece.
La muerte venga a los genios

  Los hombres pasan; los de la política, los de la guerra, los de los grandes negocios, nosotros los hombres comunes ni que hablar, pero los genios…ah… los genios del arte no.
La mayoría de los mortales trabajamos en vida para descansar con la muerte,
en cambio los genios, incluso muertos trabajaran, dice el escritor francés del siglo XIX Víctor Hugo: Esquilo, Isaías, Dante, Miguel Ángel, Cervantes, Shakespeare, Rembrandt, Beethoven aun trabajan. ¿En qué trabajan? expandiendo el alma de aquellos que estamos vivos.
De mucho puede prescindirse, pero el arte…. la poesía… la música….de eso no, una necesidad inmortal, entonces los elegidos, muertos al fin, siguen aquí más vivos que cuando estaban vivos.
Shakespeare no pudo muchas veces escribir lo que quiso, en la Inglaterra de su siglo no podía decirse la palabra Dios fuera de la iglesia, cuando quería expresarlo escribía en los textos la palabra cielo, y a Cristo lo reemplazaba por Júpiter (es difícil entender de que falta de libertad nos quejamos muchos en estos días) En su época, nada menos que William Shakespeare debió autocensurarse para lograr su cometido.

La muerte los torna a ellos más vivos que nunca, coloca a los genios en el lugar que siempre merecieron, y compensa aquello que cuando estaban  vivos debieron padecer, la muerte los ha vengado, esa inexorable y penosa falta de reconocimiento que los adelantados sufren mientras el corazón les late.
En fin, aunque ellos no se den por enterados, o quién sabe si; “La muerte venga a los genios”.
La música

       Todo es música: desde el latir del corazón y la primera bocanada de aire, hasta la última exhalación, el soplo del viento, el péndulo de un reloj, el vaivén de las olas, las ramas; al oscilar, la rueda que rueda sin engrasar. No existe nada en este mundo que no sea musical. Dicen que cada idioma tiene su música y es justamente esto lo que la hace universal.
Para varios filósofos como el alemán Kant, la música, comparada con las artes figurativas, responde a una categoría inferior, por un lado porque carece como alimento intelectual movilizando pura y exclusivamente desde las sensaciones, y por el otro por la invasión que los instrumentos provocan al hacerse escuchar aun sin ser deseados, a diferencia de una pintura, por ejemplo, que si no la queremos ver no la miramos y punto (aunque pensando mejor hoy el ruido visual es también ineludible).
Contrariamente nada se compara a la música por el penetrante valor cultural que logra en todo individuo, ya que a diferencia de otras artes, poco interesa conocerla en profundidad para que aun así, esta impregne a los humanos de modo vital.
Claro es que somos la especie del exceso y por algo será que el notable escritor italiano Umberto Eco en uno de sus artículos dominicales acuerda con la idea kantiana al decir que hoy, más que nunca, la música nos invade de igual modo de la misma manera que los envases descartables.
     Una cosa es lo que uno desea escuchar y otra lo que le hacen escuchar. En todo tiempo y lugar miles de celulares y sus variadísimos ringtones desde un cursi “Para Elisa”, hasta melodías en espera de los teléfonos no sólo de mal gusto, sino nada más lejano a lo que queríamos escuchar cuando discamos el número, los odiosos singles televisivos y radiales, el desbordado volumen de los ruidos musicales que saturan hoy todos los eventos no logran más que malversar y atentar contra una de las artes más sublimes y aliadas en toda vida.
Aún a pesar de la contaminación y polución sonora, con todo respeto por tamaña irreverencia al notable Umberto Eco y al prodigioso Kant, nada existe más humano que una nota musical.
Conversando con quien suele asestar la frase justa para la ocasión, dijo al respecto:
- No recuerdo quién es el dueño del dictado pero dice así: Dios quiere a los hombres…pero ama a los músicos.



    Para terminar la idea, hoy todo está muy enquilombado y la música no tiene nada que ver con eso, ella es sublime: “El problema no es la música, si no lo que los hombres hacemos con ella”.
La pastilla azul

  Hoy, todo es posible.
  Recuerdo de joven conversaciones con mi abuelo ya muy mayor, quien me contaba que una de las cosas que más le abrumaba de la vejez era la imposibilidad de concretar el acto sexual. Hace poco un psicólogo amigo me decía la frustración  que implicaba para él como terapeuta resolver desde la terapia la impotencia sexual en pacientes varones.  El popular actor Jack Nicholson promueve  públicamente y a viva voz  la pastillita azul  porque otorga  a personas de su edad la posibilidad de seguir disfrutando a pleno de la sexualidad.
  Ahora  pensemos en personalidades relevantes en el campo de las letras y el arte (es aquí donde pretendía llegar con el asunto) que con su extraordinaria sensibilidad y talento trascienden el tiempo, genialidades como el  escritor Frank Kafka, el poeta Fernando Pessoa, o el pintor Salvador Dalí. En ellos, su conmovedor arte centraba en el vacío, en la angustia insaciada, ese desasosiego encarnado en la figura de Pessoa como eje de su poética    
¿Dónde buscaban? ¿Desde dónde partían?  Lo hacían desde lo inalcanzable, desde lo humanamente inacabado.
    A Pessoa se le conoció un único amor, su novia Ofelia Queiroz y por lo que se deja ver en sus relatos este fue más platónico que otra cosa.
Salvador Dalí  - excéntrico surrealista de alta exposición- manifestaba su declarada impotencia sexual canalizada a lo largo de su obra enfatizando lo fálico, probablemente, como la  propia imposibilidad sexual.
  Me siento parte de una época en la cual nos han hecho creer (contando con nuestra complicidad) la idea de que todo es posible, algo así como que lo que no se tiene naturalmente, en alguna parte se debe de poder comprar.
   Disfrazar las arrugas del envejecimiento, agrandarse los senos a la medida deseada,  pasar de ser hombre a mujer o de negro a blanco sin escalas, en unas cuantas sesiones, pasó a formar parte del folclore del siglo XXI como ya tan bien lo anticipaba el siglo XX en una era que desplazaba los límites conocidos.
  El hombre es  inconcluso, no somos sino siendo, de allí que el disparador  a través de la historia haya tenido que ver con lo inalcanzable, esa angustia de Dalí nacida  por el tiempo que se derrite sin que podamos impedirlo, el desasosiego de Pessoa tras esa fecunda poética de la “saudade” de lo que no pudo ni podrá ser. Ellos nos pintan que  nuestras vidas tienen sentido  justamente por la inacabada especie que somos.

¡ I love you viagra ¡ Gritan justificadamente muchos de los usuarios, ahora  ¿qué será de la prolífica humanidad, en la medida que todos los no posibles sean resueltos como ocurre hoy con la tan demandada  pastillita azul?.
La puta que vale pena

Aun sabiendo de antemano que a los mortales no nos sobran momentos de plenitud, aunque suene naif, new age, autoayuda, cursi o cholulo: “Vivir vale la pena”
No es necesario ser astrónomo para contemplar el cielo,
Ni paracaidista  para observar el paisaje, 
Ni un  adonis  para el gozo del amor,
Ni  tan  bella para sentirse halagada,
Ni acaudalado  para aprender a mimarse,
Ni un nómade para  domar la rutina,
Ni piloto para rodar  el camino,
Ni experto para gozar del encuentro,

Ojo los de cuna de oro, pues marearse en abundancia suele ser tan embromado como al que tocó escasez, sin más que pedir disculpas por lo que me tocó en destino, el lugar de privilegio aquí desde donde escribo y aunque la alegría sea breve y el reparto más que injusto, como dijo un buen actor en una película  no tan buena:  ¡La puta que vale la pena estar vivo carajo!
La raza superior

       Al fundador del partido nacional socialista en la Alemania de 1919  devenido luego führer (el jefe) le cabe, según quien opine, cantidad de calificativos. Para algunos fue un poderoso genio al punto de lograr la  raza superior, para otros un fundamentalista sicótico dispuesto a exterminar lo que se opusiera a su enfermizo deseo de dominio absoluto, para quienes apuestan a la vida con profunda dignidad un genocida sin límites y para sus victimas directas era el mismísimo diablo.
   Si se me permite un calificativo perteneciente a nuestra jerga argentina, además de todo lo antedicho hitler (con minúsculas) fue un ILUSO Y REVERENDO HIJO DE MIL PUTAS  (con mayúscula).  Hoy mientras caminaba junto a mi perro por el pedemonte, apenas a tres kilómetros del centro de la ciudad, me detuve  a observar el planeo de un águila, conmovido ante su desempeño, pensé, si los humanos pudiésemos volar por nuestros propios medios,  planeando así, con esa justa dosis de equilibrio viéndolo todo desde arriba en completo panorámico (algo así como superman), tal vez todo sería diferente. El silencio de la escena fue quebrado por un jeep que pasó a mi lado a toda velocidad emitiendo una espantosa música a todo volumen con perdón de la música-, alterando el equilibrio del  entorno y vuelo rasante del ave que  de un sacudón escapó raudamente.
   Aunque, incluso por haberlo padecido varias veces, sé lo malo que es comparar, no pude evitar hacerlo y relacione la grandeza de aquel ave - que hasta recién allí planeaba- con  nuestra mediocridad y me dije ¿Somos de las vivientes, la especie superior? ¿Si?, ¿Por qué?
 No fue precisamente en soledad que Adolph Hitler logró históricamente el deterioro de nuestra especie, tamaña perversión requirió la complicidad de cientos de miles de semejantes que sumaron en la ejecución de macabro plan, degradando a nuestra ya archi-vapuleada especie.
  ¿De qué raza superior hablaba este imbecil? ¿De qué especie la iba a sacar?
    El águila que esta mañana  planeaba tan equilibradamente en el pedemonte nada tiene que ver con el significado que los hombres le adjudicaron a esta en el escudo nazi. El animal se mantiene en profundo equilibrio, tranquilo, en su hábitat hasta que un sapiens pasa por allí rompiendo la paz con tamaña ignorancia humana.
  La bronca que el hombre provoca por las atrocidades que con sus pares ha cometido, comete y seguirá cometiendo no son suficientes para impedirme seguir creyendo en él, pero vos Hitler hijo de diez mil putas, vos, entre otros, sos uno de los principales especímenes que más de una vez nos hacen adherir, con toda la rabia del mundo, al  ponderado refrán que claramente nos dice: “Mientras más conozco al hombre más quiero a mi perro”

    Nos miramos en complicidad con mi mascota ( no es un ovejero alemán), ella asintió con  la cabeza,  y continuamos el paseo.
La vida no es corta
    
    En trazos generales  la vida no es corta, la acortamos en el modo de vivir. El visionario Jean Jacques Rousseau del siglo XVIII  en su  libro: Emilio o la educación, da cuenta al respecto expresándolo más o menos de la siguiente forma: “El primer tercio de la vida se nos pasa antes de alcanzar a comprender algo de lo que esto se trata, el último tercio es cuando ya algo sabemos y queremos pero.... sencillamente no podemos, y el tercio intermedio entre ambas etapas nos debatimos entre dilemas y preocupaciones que nos sacan de la clave de situarnos  en el aquí y ahora”.  Vale aclarar, en la época Rousseau no se hablaba de la tan sonada globalización a la que culpamos de todo lo malo que hoy sucede. 
  En  los apremios que nos devoran el día perdemos el horizonte, estar dispuestos al goce en tiempo presente  gracias al encuentro, el afecto, el estudio, el trabajo, la música, la poesía y la contemplación,  sigue como entonces siendo el desafío.

  Si algo de esto logramos comprender a tiempo, podremos juntos pensar -y más que pensar sentir- que en  trazos generales la vida no es corta, somos nosotros los humanos quienes la acortamos caprichosamente.  
Las cosas como son


Que las cosas son como son, no quiere decir que uno no tenga que hacer lo que tiene que hacer para que las cosas sean como uno quisiera que sean.
Las paletas playeras
  
      Desde pequeños a los hijos uno ya trata de presentarles lo que considera favorable para el pleno desarrollo de sus vidas. Uno de esos importantes ítems para mi (hay que ver luego que opinaran ellos) es el deporte.
    En el menor de los retoños el efecto fue notable, desde los primeros meses mostró una disposición física  natural sumamente receptiva ante cualquier estímulo corporal.
  Apenas si conseguía tenerse en pie cuando los veraneantes paraban en la playa para verlo paletear por la precisión con que lo hacía, cuando el peso y el tamaño de la raqueta playera era notoriamente desproporcionado para su  edad y tamaño.
   Ni bien llegábamos a la playa me entregaba una paleta y tomando la suya no había manera de cansarlo en prolongadas sesiones que se extendían hasta la caída del sol. 
  Si bien  el tiempo despierta muchos  enigmas,  lo que es irrefutable es que pasa,  y el benjamín en un pestañazo de ojos ya cumplió los trece.
Hoy, ya como pares,  nos encontramos paleteando en una de esas mismas playas donde la cosa comenzó pero el asunto es que el juego no está resultando como lo esperamos
-          Viejo, ¿que pasa que no sale?( me dice) ¿en qué estamos herrando?
-     En la mayoría de los juegos y deportes- (le respondí)- el asunto está en derrotar al rival, algo así como encontrar su punto débil y trabajar allí para lograr vencerlo, en el paleteo playero es justamente lo contrario, la clave está en concentrarse para  facilitar el juego al otro, es decir apuntar de  modo preciso para permitir que nuestro compañero de juego pueda devolver la pelotita sin que caiga al suelo.
     A partir de allí el juego se nos torno desafiante,  pleno, largo y  placentero.

   Cuando volvíamos a la cabaña pensé que al final el juego de las paletas de playa se parece al permanente juego con aquellos que convivimos: debiéramos siempre facilitarles el juego como el modo más eficaz de facilitarnos el propio y así hacerlo más efectivo y  duradero.