viernes, 29 de abril de 2011

Artista
 
Se me ocurre que para  quienes no lo son, un artista suele ser ese alguien que trasciende y conmueve hasta lo más profundo, pero ser artista es algo que va mucho más allá de toda clasificación. Quienes  nos sentimos así,  no es que tengamos el arte, es el arte el que nos tiene y sin poderlo gobernar hay algo de irrefrenable que a uno lo impulsa a “artistear”.
             Así como hay grandes obras que el tiempo no logra borrar, la grandeza genial de aquellos “los elegidos” que cada siglo regala; un Esquilo, un Homero, un Shakespeare, un Miguel Ángel, un Beethoven o un Mozart, a la hora de juzgar no solo rotula de artista aquel al que le  tocó ser genial.
            Claro que hay que hacerse cargo de tamaña vocación, prepararse y entregarse de modo incondicional, es una fuerza que empuja imposible de frenar, es motivación constante que  da sentido vital, no depende del aplauso, los premios, ni del reconocimiento social.

Ser artista es algo de uno, de la propia intimidad, en la mayoría de los casos apenas si se proyecta  llegando sólo a unos pocos que lo podrán valorar, es un don para trabajar, como el de la fe, es una cuestión personal.
Familia SOS

            Que la familia esté pasando por su peor momento, no es algo que pueda afirmarse así como así. Que hoy existen más cantidad de divorcios y separaciones matrimoniales, es innegable pero no menos cierto es que tiempo atrás la hipocresía de la institución era moneda corriente,  pésimas relaciones de familia puertas adentro exhibían armonía  almidonada puertas para afuera, las apariencias y el qué dirán ganaba ante cualquier otro interés.
            Hoy cuando hablamos de familia se hace difícil pensarla exclusivamente en términos de  aquel formato clásico de papá, mamá y los niños, lo que si  es cierto es que años atrás, ante cualquier inconveniente familiar  que perjudicase a sus integrantes- en especial a quienes más lo sufren: los niños- existía una asistencia natural y espontánea
            El  barrio, el club, la escuela y el resto de la parentela, allí estaba espontáneamente cual los mejores asistentes sociales, sin necesidad de ser solicitados, conozco de cerca casos en que el entorno próximo ayudó a salir a flote a quienes lo necesitaron.
 Hoy en pleno siglo  XXI,  aquellos frescos espacios de contención han desaparecido; la polaridad social de estas perversas leyes de mercado nos han fragmentado, la inseguridad y la alienación dejan marginados por todas partes y en todos los sectores.
            Lo que antes teníamos allí naturalmente al alcance de la mano, hoy  hay que salir a buscarlo. Internet es el único servidor espontáneo, un gigante virtual pero de poca profundidad  y lo que ofrece no es lo que justamente más requerimos; cuando hay carencia. Hoy abundan, y no es casual, gabinetes psicopedagógicos, psicólogos y psiquiátricos infanto- juveniles para asistir a la enorme demanda. .Pero es ingenuo pensar que su valioso aporte sea suficiente, como para reemplazar la ausencia de los espacios naturales.
El exquisito pedagogo italiano Francisco Tonucci insiste con su importante proyecto dirigido específicamente a volver a poblar las calles de niños y jóvenes -“la ciudad de los niños”- ello según el propio Tonucci  devolverá seguridad y tranquilidad a las ciudades, los niños conllevan una autorregulación  que pone freno a la violencia y la incomunicación  con su sola presencia de forma espontánea.

¿Es hoy la familia una estructura más problematizada que antes? Habría que ver, lo que sí es claro, es que muchos de sus integrantes piden socorro y ya no están como antes allí esperándonos;  el barrio,  las plazas,  los clubes, los amigos y los parientes.
¿Festejar o no festejar? esa es la cuestión

Cuando se es niño el festejo está siempre asegurado pero cuando se es adulto, siempre hay un motivo para no festejar, la excusa más común y en cierto modo aceptable es la de la muerte de algún cercano (en el peor de los casos la propia), la otra frecuente es:
-No estoy con ánimo de festejar-, la  tercera y de las más escuchadas:
-Mirá tengo muchos gastos y con lo que te sale hoy hacer una fiesta.
             Llegué a los 50 (y contra todo pronóstico con la misma mujer y las arterias cardíacas sin tocar, diría uno de mis hermanos).En los días previos al cumple pasé por las tres instancias, se murió un gran amigo, me quedé depre y le debo bastante plata al municipio, que tiene como especialidad recaudadora, exprimir a los pocos que tenemos algo.
 Ya sobre el pucho de la fecha pensé; mi amigo vivía cada día como si fuese el último, al final de cuentas un día lo es, la segunda excusa fue superada automáticamente y con respecto a la tercera, la deuda con el municipio me dije:
-Al final de cuentas el intendente se hace una fiestita cada día del año con el billete nuestro, ma  si .. le pago la deuda cuando pueda pero me festejo los 50 como sea-
¿Cómo festejo? Por un lado están las contradicciones personales y por el otro las mujeres de la  familia empezaron; que si cena, que si parado, que si sentado, que un baile, que una fiesta de disfraces, que sanguchitos, que un asado, que a la mañana, que a la noche, que a este lo invitamos, que no lo invitamos… ¡ ¡¡Basta!!! Un sólo requisito
-          ; Quiero que vengan los chicos y también los viejos es “mi cumpleaños” y los  quiero de todas las edades ,es la  única forma de garantizar el encuentro-
Francesco Tonucci  el reconocido pedagogo italiano  tiene claro que si hay algo que mejora las sociedades, es la posibilidad del encuentro de niños, y adultos:
“Sin ellos los adultos hacemos lo que se nos da la gana,  total no hay testigos. Eso trasladado a una reunión es lo mismo; la garantía de que la cosa funcione es con la presencia de todos. Hoy imperan reuniones solo de adultos, o solo de viejos o solo de niños y la verdad que eso a mí no me gusta”.
Unas pocas cosas importantes ya han pasado en mi vida, y como se los dije  el 30 de octubre, sin la trama no es posible; familia y amigos, viejos adultos y niños gracias por estar.
Seguramente a ustedes también les pasa, festejar o no festejar  “esa es la cuestión”

            Si hay algo que vale la pena, mientras uno esta vivo es festejar……….por favor no se olviden de invitarme, en general el invitado lo pasa mejor que el anfitrión.
Las duchas del club
 
 Para quienes practicamos deportes en algún club, el momento de la ducha, no es ni más ni menos que  el broche de oro  que viene a marcar el ineludible y gozoso ritual cúlmine de la actividad física. Entregarnos al chorro de abundante presión de agua caliente sobre la cabeza generalmente provoca un bienestar que se refleja en la cara de todos los que allí nos encontramos.
 
 La práctica deportiva en la sociedad moderna es de alguna forma una actividad artificialmente  provocada, viene a reemplazar lo que en  tiempos pasados se ejercía de modo natural, como hábito laboral y  de subsistencia, constituía  un modo físico de vivir.
  Cada época tiene lo suyo  y no es cuestión de andar añorando lo que ya fue, lo cierto es que todos sabemos de los indiscutibles beneficios de la actividad física, aún provocándola  de modo artificial  como solemos hacerlo en la sociedad actual

   Es llamativo en los vestuarios de los clubes ( me refiero al de los hombres) como ya de entrada  por el horario de llegada,  se reconoce  la procedencia laboral de quien llega:  bien temprano y de traje empresarios o profesionales independientes, a media mañana y de sport elegante; acaudalados de familia que no trabajan ni lo necesitan, muy abrigados todo el año y a cualquier hora los jubilados, al medio día y de traje roído los esclavos del mundo moderno cajeros de banco o empleados de comercio que aprovechan el corte del medio día para practicar y volver a la cárcel  en la tarde.

  Pero donde se equipara el asunto es en las duchas pues allí ni siquiera es posible reconocer si el individuo que ingreso practica natación, esgrima, futbol de salón, tenis, pelota paleta, pesas, yoga, tai Chi, o básquet, la cara de placer de todos es evidente es como que se nota en los rostros de cada uno que lo mejor de todo esta justamente aquí debajo del chorro de la ducha.

   Las duchas del club gimnasia y esgrima de Mendoza las conozco desde hace unos 40 años y en ese lugar (que poco a cambiado con el correr del tiempo) se aprecia el perfil conservador y tradicional  de la institución. En este club existen muchos antiguos socios que dejan solo de venir cuando mueren, abundan allí formalidades que son marca registrada, por ejemplo: al ingresar
a las duchas siempre se dice ¡¡¡¡Abrooooo!!! como advirtiendo al que ya esta bajo el chorro para que se corra ante cambios de temperatura bruscos en el chorro que sistemáticamente  se sostienen en el tiempo como parte de  una tradición que no se debe querer modificar reparando calderas o cañerías pues también habilita un pintoresco !!!!Cierrooooo¡¡¡¡ advirtiendo  al duchante sobre el mismo indeseable efecto quemante o enfriante del inicio.
 Otra de las características es que cuando hay varios nunca falta el comentario de alguno 
-Qué buena que está la ducha.
- Hay que aprovechar esta maravilla por que con la escasez del agua, esto ya se va a
   acabar.
Lo verdaderamente característico de las duchas masculinas (y que se repite en todos los clubes) es que aun con extremo disimulo, quien más quien menos,  los hombres nos miramos los genitales. Es que sin querer sugerir alguna condición homosexual reprimida – aunque también las hay, reprimidas y no  - esto de andar comparando las dimensiones de lo propio con lo ajeno es parte de un folclore muy especial entre los hombres, el que lo niega miente, allí en las duchas,  mas allá del estrato socio cultural al que se pertenezca, la actividad y la remuneración que se reciba, la estatura, el volumen de los músculos, etnia, credo u obra social, el grupo de los duchantes nos divide claramente en dos categorías: los bien dotados y los mal dotados, desnuditos nos mostramos como Dios nos mandó al mundo.
  Los bien dotados en la ducha se agrandan y los mal dotados en la ducha se achican, claro que alguno podrá decir que esto no es así, pero que me lo diga en la cara,  yo que hace mucho me ducho en el club le aseguro que no hay nadie que no mire (no estoy diciendo mirar con cariño, digo mirar con pena o con envidia) como algunos antiguos socios  ya nos conocemos desde hace tiempo nunca falta el chiste del que  grita:
-¡!!!Guardaaaaa que llego el anguila que nadie se agache ¡¡¡¡¡ -
  Tampoco falta el que riéndose de su desgracia  para alivianar el dolor de lo irremediable se gasta a sí mismo pidiendo prestado al anguila su instrumento para sorprender a la novia aunque sea  por una noche.
  El más zarpado de los antiguos socios  siempre le repite la misma frase:
- Mirá, si yo la tuviera como vos me haría socio de todos los clubes de la provincia para entrar a las duchas humillando sistemáticamente  a cada uno de sus asociados.
   De esto no suele hablarse, pero no hay que escapar al asunto, le aseguro que es así, 40 años de deporte en el club con la sistemática ducha al cierre de la práctica me avalan en la hipótesis;  no hay nadie que aquí no mire por mas chicato que sea,  la necesidad de compararse  viene al caso ya sea para bajar o para levantar la autoestima, el mito sigue vigente
   Y  no es un tema menor, en un documental que asistí a propósito de la vida del legendario  cantautor brasilero Vinicius de Moraes,  Chico Buarque  contaba a Toquiño una anécdota referida a propósito de una pregunta al fallecido poeta.
- Oiga Vinicius si usted volviese a nacer y Dios le diese la ocasión de modificar algo en esta nueva vida ¿¿¿ quisiera cambiar algo???
- Quisiera volver a vivir tal cual del modo que lo he hecho en esta vida (respondió Vinicius) no cambiaría nada, solo le  pediría a Dios si fuera posible señor hacer mi pito un poquiiiiiiiito mayor

    Al final de las duchas y ya con el vestuario de rigor cada uno vuelve a ser  el civil habitual que se muestra por las calles. La transformación social es enorme. El sujeto ya nada tiene que ver con el que cinco minuto antes quedo en la ducha hasta la próxima vez.