Claudio
Tyszler
A
el no le gustaba debatir sobre las religiones, no sea que aquello fuese motivo
de desencuentro, tampoco le gustaban las fronteras, suelen ser desencuentro, conocía muchísimo de historia y geografía latinoamericana,
incluida la riqueza musical y literaria, no fuese cosa que un día llegase el MERCOSUR y lo
sorprendiese mal parado. Profundizó rayando la perfección unas cuentas lenguas, no fuese que el
desconocimiento de ellas lograsen a lo Sodoma y Gomorra castigar en
desencuentro, él practicaba deportes rutinariamente, no sea que mirar de
afuera doliese en desencuentro , él no tenia especiales dotes musicales pero
tozudamente se esforzó en incursionar melodías y ritmos, no fuera que al
ignorarla perdiera la verdadera clave de la música; el encuentro.
Cuando
me dijo que venía a Mendoza ,con el estilo con el que a él le gustaba, es decir
junto a padres, suegros, esposa, hijos y
tíos, no logré convencerlo de que el fin de año (justamente 2010-2011)
era en mi linda provincia, la peor época de llegar, entonces el fue
intuitivamente contundente;
- Pude juntar a todos ahora,, para este viaje
no pienso cambiar la fecha no sea que el
hacerlo sea motivo de desencuentro
Cuando lo sorprendió ese remilputísimo tumor en la cabeza, él no dejó que la terapia
médica fuese, quizás un desencuentro, la puerta de ingreso a la sala
de cuidado intensivos pasó de ser una puerta normal a ser giratoria; cientos de
allegados iban y venían a su alrededor.
En la sala de radioterapia donde soportó máximas dosis de rayos, no hubo
impedimento para que distribuyera sus
velas chinas obsequiando al personal que
lo atendía, no sea cosa que esta
frialdad que acompaña la tecnología
médica promoviera desencuentro.
Nuestra última aventura material fue en abril,
para correr la maratón del puente de Niteroi, entonces viaje a Río de Janeiro
con una de mis hijas y nos alojamos en su hermoso departamento junto a su
esposa e hijas. El día de la carrera Claudio
hizo que su padre nos llevase a Niteroi
para dormir en lo de sus suegros y a la mañana
siguiente ellos nos llevaron hasta el punto donde largaba la carrera. En
la llegada, al mediodía todos nos esperaban del otro lado del puente para
almorzar juntos y en familia en Ipanema, no fuese cosa que la competencia
deportiva generase desencuentro.
Esto
dicho apenas para certificar que Claudio
Tyszler fue y continuará siendo “encuentro”.
La
maratón que compartimos es simbólicamente interesante,
en la mitad del recorrido de los
21 Km. y con un calor inesperado para la
época, la diferencia cardio vascular entre él y yo se hizo notoria entonces lo
mire y le dije;
-Ché vos estas
sobrado dale anda para adelante tranquilo.
-¿Pepito en serio me lo decís?
- Sí claro que te lo digo en
serio.
El
polaco venia frenado, me miró, se
sonrió y salió como bala, llegó a la
meta unos 15 minutos antes que yo, allí me estaba esperando con su sonrisa
franca para darme un abrazo. El asunto es así,
en la vida nos cruzamos, pero
cada uno viene y se va de aquí en su propio tiempo, nos encontramos pero nunca
venimos ni partimos juntos.
Materialmente nunca más correré pisando la
arena de Ipanema o del parque General San Martín con el polaco, materialmente
nunca más estaremos juntos a unos pocos metros del avión viéndolo despegar en
el Ulises Dumont, riéndonos del cagazo que sentiríamos si estuviésemos dentro del pájaro metálico, como
solíamos llamarlo, materialmente nunca más recorreremos en bicicleta juntos la
playa completa de Barra de Tijuca, una caminata a la cascada de Teresópolis y una
vez allí un chapuzón helado bajo el chorro de agua, y tampoco pasaríamos largas noches de música donde el
tocase en la guitarra alguna de las de
chico Buarque o yo (bebiéndole la cachaca y el whisky de su casa que el jamás
probó)- cantase algún clásico bossa nova
en el piano y él me dijese:
“Che Pepito vos no sos
Argentino vos sos Brasilero”
Claro
que materialmente no será posible, pero
cada uno de los que lo conocimos, especialmente sus brotes, lo llevaremos en el espíritu en cada una de
nuestras actividades, siempre y hasta el último suspiro.
Él no especulaba con tiempo, él era
tiempo, cada uno de sus días estaba
totalmente cronometrado, pues como si intuyera que su paso por aquí seria
breve, le sacaba provecho a cada segundo y en las 24 horas de cada jornada en
los que pasó por la tierra no faltó
nada; amorosamente abrazo la música, el
deporte, los viajes, la lectura, los idiomas y sobre todo la playa que tanto adoraba matizando sus
intensísimas jornadas. Era brasilero, para colmo carioca y estos
brazucas con su forma de ser no sólo enseñan a vivir, también enseñan a
morir. En una gigante rueda de amigos en la playa de Ipanema lo fuimos
despidiendo entre llanto y risa relatando cada uno su anécdota preferida con
él y luego metidos en el mar su mujer
esparció las ceniza entonando a coro una de sus canciones preferidas.
Los antiguos ya lo decían, imprescindible es “ser” no durar,
y claudio Tyszler fue, es y será.
El escritor uruguayo Mario Benedetti un día
lo escribió clarito: “Cómo no considerar la muerte si es la cumbre de la
sencillez”.
Es innegable lo maravilloso que sería seguir
teniéndote aquí con nosotros, de todos
modos, con muchos o pocos años sobre esta tierra son contadísimos los que como vos marcan la historia de la
humanidad de un modo inconmensurable.
Al carioca polaco grandísimo Claudio
Tyszler muchas gracias por tu
inolvidable amistad.