jueves, 31 de diciembre de 2009

La enfermedad como camino

Así titula el libro compartidamente escrito por este par de alemanes Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke en 1983:” La enfermedad como camino”
Y claro que el titulo suena raro, si hoy lo que se requiere son soluciones y cuanto más rápido mejor.
Al síntoma la pastilla y en algunos casos venga bisturí ¿Qué es esto de la enfermedad como camino?  ¿Qué clase de absurdo es ese, en plena era de la inmediatez donde a veces ni sabemos lo que queremos pero lo queremos ya?
 Entendido así un buen médico sería el que aliado con su paciente libre la gran batalla: ¡Destruir la enfermedad¡ ¿Qué importa cuál es la causa y cuáles son los factores?:
-bombas de nitroglicerina para destapar arterias
-puñados de antiácidos para el fuego estomacal
-muchos anti-jaquecosos para que la cabeza no estalle
En contraposición ¿Qué quiere decir ese asunto de aliarse con la enfermedad usada como camino para encontrar la verdad?
Es claro que nadie desea un infarto, ni un pico de presión que inmovilice medio cuerpo,  pero la propuesta de esta gente no va por las soluciones, no,  lo que ellos aquí  proponen es indagar en las causas,  reflexionar y trabajar en lo que nosotros mismos nos provocamos es donde hay hacer foco.
            Si pensamos en el corazón como el órgano vital por excelencia, es el hecho de no escuchar lo que nos dice lo que provoca que al final tengamos que prestarle una atención exagerada, la taquicardia, la hipertensión e incluso un infarto, harán que por fin sintamos lo que no le oímos decir cuando estaba sano y nos marcaba el rumbo.

“La enfermedad es el camino”, es ella la primera luz, es ella la primera señal, aunque usted no le parezca, aunque usted así no lo crea, no se trata de encubrirla  ni de solapar sus mensajes, es justamente lo opuesto, es aliándose con ella, con la  propia dolencia por donde hay que arrancar (según estos dos investigadores)  para encontrar el camino que nos ayudara a sanar. 

Jo-ke 2009 

miércoles, 29 de abril de 2009

Al  margen

            Es como que estás al límite, en el borde, parece que te estás por caer, dice uno, es ser un orillero, el que merodea por el arrabal y el bajo fondo, dice otro, es estar alejado del centro, agrega alguien, marginal no sólo es el hombre, lo es también un  país y su cultura cuando se ensimisman olvidando el contexto; opina el más letrado de modo contundente.
 Cada cual larga su idea,  pero lo que importa no es qué significa ser  marginal, sino quiénes lo son   y por qué.
 Si bien es cierto que al margen se puede estar de varias maneras (porque marginales también son aquellos que aun teniéndolo todo, están desintegrados), me quiero referir  aquí a los excluidos de este mundo, los que se quedaron afuera y sin nada. Sólo quienes se dedican comprometidamente a esto, comprenden la dimensión de lo que significa vivir al límite, vivir al margen.
  El padre Ernesto Contreras  edificó su sacerdocio en una lucha social por los más necesitados, compartiendo  la miseria con ellos, no como un observador, sino como un semejante, en una  decisión de vida  que consistió en entender las causas de la marginalidad desde adentro,  para  poder combatirla.
  Lo primero que se le critica a esta gente, decía  el padre Contreras es que se dedican a tener un hijo atrás del otro, justamente, es lo único que de verdad pueden tener; hijos. Y como en un cuento siguió con su voz angelical: Los padres de familia se fueron quedando sin trabajo y los niños salieron a las calles a buscar algo para ayudar, pero en las calles se reunieron con otros niños en sus mismas condiciones y allí  identificados con la misma problemática junto al alcohol mas algún aditamento tipo paco – a un pesito la dosis- llegaron fácilmente a la conclusión  que lo más práctico para ellos es el delito, si en algún  caso fuesen sorprendidos por la ley… nada por perder. Al comienzo uno que otro robo simple, luego un  arma, después el grupo armado delinquiendo tanto en  barrios ajenos, como también replegados en sus  propios barrios- donde en boca de algunos de ellos se escucha decir que ya no se respeta ni a los de la misma villa- Por último el bando organizado con líderes intelectuales  aprovechando semejante mano de obra, para su propio provecho.
Conteras lo decía sin tapujos- él tampoco tenía nada que perder- .Se penaliza a estos marginados delincuentes hijos de la apatía colectiva, pero no nos engañemos la droga va por arriba, el tránsito de armas va por arriba, la explotación va por arriba.
            Para que exista marginalidad tienen que haber quienes la necesiten, esto es funcional. Debemos comprender que la violencia que nos devuelve hoy la sociedad es  nuestra, nos pertenece, somos nosotros quienes la estamos sosteniendo, y lo que es peor, nadie de afuera podrá salvarnos, ni a los que  tienen ni a los que nada poseen.
 Un día habrá que comprender que somos todo parte de este mismo viaje.
   ¿Podremos algún día vivir en un mundo mas justo y equitativo para todos?

  ¿Será posible?. Quién sabe…..Seguir en el intento es indispensable.
Ansiedad y espera

Ser ansioso no es una virtud,  pero el aceptar que uno lo es  probablemente, sí lo sea, al menos por el hecho de reconocerse en el defecto.
Ser ansioso implica un padecimiento que no es necesario aclarar aquí para quienes compartimos el mal, pero intentaré explicarlo a quienes probablemente un día les haga falta.
Para un ansioso esperar es complicado. Para nosotros el hecho de aguardar raya en la tragedia: esperar que baje el ascensor y luego que suba, que llegue el colectivo y que nos lleve, esperar un regalo,  el resultado de un examen, el parte médico,  no interesa lo que sea, el asunto es que: ¡lo queremos ahora, lo queremos ya!
En mi caso con el tiempo se fue complicando; esperar en la fila del banco, en la caja del supermercado o por un simple trámite administrativo se fue convirtiendo en todo un desafío.
Recuerdo el día en que me encontré frente a una psicóloga confesándole mi dificultad en esperar el verde del semáforo y la vergüenza que me dio confesarle que en reiteradas ocasiones cruzaba cuando aun estaba en rojo. Se quedo mirándome con las cejas levantadas y  como suelen hacer los terapeutas, devolviéndole a uno su problema justamente para que uno se haga cargo me preguntó:
-¿Por que lo hace José?
Mire licenciada, le dije
-Si del otro lado no viene nadie….¿qué estoy esperando para pasar?. 
-Y si… la verdad…. que pensándolo bien -y bajando la ceja me dijo-
- El asunto es cómo le cuesta esperar a usted José.
- chocolate por la noticia, como si para mi fuese una novedad.
            Una de las mejores cosas que tiene el psicólogo es la posibilidad  que nos da ese espacio de poder decirnos en voz alta  a nosotros mismos  lo que de hacerlo en la calle mientras caminamos daría  signos de locura (con el tiempo aprendí hablarme a mí mismo en voz alta sin temor al que dirán, además hoy con los celulares  manos libres son muchos los que  por la calle aparecen como  hablando solos).
  Cuestión que , vacacionar fuera de temporada cuando nadie lo hace, ir al supermercado los domingos a primera hora cuando no hay ni cajeros, o que la secretaria haga trámites bancarios en lugar de hacerlos yo, forma parte de algunas de la estrategias que utilizo para evitar “esperar” en el perfil de este ansioso -aunque atenuado- continuo siendo hoy.
Creo que algo al respecto madure (tal vez muy poco) pero alcance a vislumbrar que la ansiedad tiene que ver con esta cosa de aprovechar el tiempo lo mejor que se pueda. Bajo ese primitivo razonamiento esperar es perder el tiempo.
Nada más lejano. Podemos convertir las esperas en verdaderas acciones concretas. Aprendí  a charlar con mis hijos en la cola del supermercado, a memorizar algún texto en la fila del banco o a leer el capitulo de un libro en la cola de la gasolinera
Una de las mejores trampas que le hice a la espera fue la del semáforo, aprendí a aprovecharlo  cada vez que tocara rojo para aquello tan obvio y esencial  que a menudo las personas olvidamos;  simplemente, para tomar aire y  respirar.
            Con los años- que a veces algo más que vejez dan- pude comprender que mi ansiedad tenia que ver con esto de ¿Qué estoy haciendo? y  los tiempos de espera son para eso; para  respirar, contemplar, meditar, memorizar, leer, conversar, o sencillamente hacer nada, potente y vital modo humano de ser.
Días atrás pase por la verdulería del barrio y en horario pico de clientes me dejé tentar por unas cerezas que desde la calle se dejaban ver, nada casual los fruteros expertos colocan sus frutos más seductores justamente para tentarnos.
 Cuando termine de embolsar en  modalidad auto- service una generosa porción,  me encontré de repente último  en una interminable fila de clientes en espera por pesar y pagar la mercadería .En el momento en que la ansiedad estaba a punto de asestarme con su insalubre mazazo me dispuse a esquivarla; mientras esperaba comencé a respirar lentamente  sacándole a cada cereza de mi bolsa  el vástago verde que otrora  servía para unirla al árbol  pero que ahora sólo acrecentaría el peso de mi codiciada fruta.
 No sólo logré entretenerme en la fila de espera sino que quité unos cuantos gramos de peso de las exquisitas cerezas.
Me encontré riendo de mí mismo cuando llegado mi turno la cajera preguntó:
¿De qué se ríe? Y sin poder parar de hacerlo le respondí:
-Ja-de mi ansiedad, ja, ja , me cuesta esperar.
Incomodado por mi risa y para terminar rápido conmigo de modo cortante me preguntó:
-¿Le completo los dos kilos?
- No gracias señorita, está bien así.

Así con la espera  ganada, comiendo cerezas  y silbando bajito, contento, relajadito y sin un gramo de ansiedad pa la casa me volví.
Argentina
.
            Dicen que para que algo resulte hace falta tiempo y buen desempeño y para que no resulte también, hace falta tiempo (no tanto como para que resulte) y mal desempeño.
             Por más que a veces nos queremos convencer de otra cosa, habitamos un país que se cayó mucho y para ello no hace falta escuchar las noticias ni leer los periódicos,  (que según el bando estilo River- Boca confunde en vez de aclarar) solamente hay que andar por las calles y mirar…. Y ver. El ascenso o descenso de una sociedad es un correlato cultural, la educación sube, el conjunto sube, la educación baja el conjunto baja. 
              Entiéndase que esto no tiene nada que ver con la gestión del gobierno actual donde algunas cosas me parecen muy bien y otras no tanto, todos sabemos que a lo que me refiero comenzó hace mucho, sin entrar en detalles: salga y preste atención a la gente y lo cotidiano; la discapacidad, el tránsito, los residuos, la inflación, la inseguridad… pero adonde quiero llegar es a la comida. Llevo dos semanas comiendo damascos y  moras de los árboles de la calle, es mas fuerte que yo, cosechar de la planta es algo que viví de niño y bueno… no puedo ver frutos caídos ahí perdidos en las veredas, se me parte el alma, si dicen que en el mundo hay tanto hambre y parte de nuestro paisaje es la gente hurgando en los basureros. Quiere decir que lo que nos da la naturaleza con esa generosidad va a parar a la nada (porque  en la ciudad es arriba del pavimento o de la vereda donde cae y allí no es ni abono orgánico) Le cuento esto a un amigo  más  joven:
-          Lo mas notable es que  cuando como  directo de  la planta o recojo la fruta del suelo por la calle del barrio (como ayer que ayudaba a una mujer con un balde y los damascos derramados para hacer dulce) la gente me mira, como si fuera un marciano.
Él responde
-          Para los de mi generación la fruta o la verdura no viene de los árboles viene del    supermercado.

¿Defensa al consumidor? ¿Con que  la Argentina fue el granero del mundo? ¿Con que este país le puede dar de comer a varios como el nuestro? Tanto tirar… tanto tirar…. un día ya no hay ni lo qué tirar. Si  la argentina fuera un tanque de agua, hace muchas décadas que por un agujerito viene goteando,  así de a poquito un día el tanque queda vacío y es ingenuo pensar en que puede volver a llenarse rápido (sobre todo porque se va por el agujerito). Amo este país, he vivido toda la vida en mi provincia y quiero lo mejor para él, intento poner  mi granito para que así sea,  pero no seamos ilusos mejorar esto va a llevar décadas, muchos no lo vamos a ver y está bueno que así sea, estoy cansado de escuchar tipos de mi generación diciendo que no les importa hacer nada por que no van a ver los resultados. Justamente por eso tenemos que poner lo mejor de cada uno de nosotros, porque no lo vamos a ver, lo van a ver y a gozar los que vienen.
Con los ojos vendados

  Educar significa sacar, no poner, sacar de cada cual lo que cada quien tiene para dar.
  El sistema educativo propone en general patrones y modelos que más que formar deforman  y en general son demasiadas las vallas que impone el mercado; el mercado social, el familiar y el escolar entre otros.
  El agudo escritor, filósofo y pedagogo de origen francés George Steiner dedicado a la enseñanza por más de medio siglo en prestigiosas universidades de diversos países arranca uno de sus libros – Lecciones de los maestros- confesando que a medida que pasa el tiempo se siente cada vez más inseguro frente a la legitimidad que subyace en la profesión de enseñar. Este cuestionamiento como apertura de libro con la humildad que sólo un gran maestro de la talla de Steiner se atreve a plantear, pone en tela de juicio su profesión; la noble tarea la de transmitir conocimiento. Aquí él  no hace más que alertarnos en el riesgo que conlleva la tarea de educar, al punto de llegar nada menos que a la posibilidad  de destruir al discípulo, según  palabras del propio Steiner
   Dicen que  si a un bebé desde que nace le mantenemos sus ojos tapados durante el primer año de vida ya no conseguirá ver por el resto de ella por mucho  tratamiento que se le brinde a posteriori. Más allá de si esto es realmente así,  el asunto me dejó pensando en esta cuestión de ver.
   Una cosa es ver lo que te quieren hacer ver y otra es disponer de la libertad para simplemente ver, puede llegar a ser tan terrible que te tapen los ojos como que te mal dirijan la vista hacia dónde  mirar.

   Con la misma humildad que el gran pedagogo Steiner se cuestiona la delicada tarea de enseñar, nosotros adultos debiéramos entender que en  cada consigna dirigida a los jóvenes tiene que  subyacer como eje la libertad , antes que nada, dejarlos ver, dejarlos ser .
Desafío

  El palacio real que hoy visito en Madrid (al igual que otros tantos museos históricos  del mundo)  permite  testimoniar a quien sea, que no es actual esto de que una enorme cantidad de pobres hombres sostengan el poder de un puñado de poderosos.
  Al recorrer los sucesivos salones se observa que es antiquísima la explotación del hombre por el hombre. Se exhiben aquí todo tipo de armas y herraduras construidas con el sudor fundacional de muchos por la imposición de algunos,  la construcción de las naciones teñidas de sangre, horror y despotismo.
  Con inequidad semejante a la de aquellas antiguas realezas,  el siglo XXI  presenta una sociedad donde cada ciudadano rico cuesta la módica suma de mil pobres.

  El desafío, como el de antaño,  sigue siendo la construcción de un mundo en el que reine la equidad. ¿Será posible algún día?   Hoy no, el planeta no puede soportar que todos consuman igual. Para que unos pocos vivan en esta obscena abundancia de consumo desmedido es necesario que muchos apenas, sí logren  sobrevivir.
¿Dios existe?

Quienes trabajan en la tarea de promover en sus semejantes la existencia de Dios, se valen para ello de cuanto recurso disponen, especialmente apelando a la historia escrita de los libros sagrados con sus respectivos versículos de eventos, milagros y apariciones, insistiendo en mantener así encendida la fe en los fieles y convenciendo de ello a los no tan fieles, para que así, lo sean.
  A pesar de esto, las grandes religiones están en crisis – el catolicismo sólo en Latinoamérica perdió en los últimos años alrededor de la módica suma de cuarenta millones de adeptos ( más que todos los habitantes de la Argentina).
  Traigo esto a colación, pues algo parece andar fallando al respecto, pero no precisamente porque quiero referirme a la crisis de los credos sino a la idea de la existencia y creencia en Dios.
El monoteísmo que caracteriza al judaísmo, centra su esencia en la creencia de un único Dios -Adonai- y al respecto, por más ateo que alguien pudiera preciarse al menos lo pensó. ¿Quién no pensó alguna vez en Dios?
  Sabiéndome creyente, no lo imagino como un viejito de barba blanca sentado en una nube con un puntero señalando a quienes han obrado bien o mal, para premiar o castigar, sino como una poderosa energía espiritual que dentro de cada uno de nosotros permite situarnos por encima de lo estrictamente mundano, salir de lo trivial y sin deslindar responsabilidades, aprender a entregarnos.
Ante el enigma de su existencia, conversando sobre el asunto un sacerdote me aclaró: Quedate tranquilo, no existe quien pudiera jactarse de ser un fiel creyente en Dios si alguna vez no hubiese dudado de su existencia.
  Con el tiempo la fe decantó: ¿Es que acaso alguna vez se conoció a un humano que todo lo pueda tener, que todo lo pueda lograr? Claro que no, lo que se da por un lado, por otro se ha de quitar.
Tal vez les  parezca ingenuo pero existe una prueba contundente que me hace creer en Dios (siempre lo repito un poco en broma y otro poco en serio);  es que no existe un solo ser humano que lo consiga todo, es así, si Dios no existiese, algún caso habría de haber.
Si usted pertenece al puñado de aquellos bendecidos con techo, comida, salud, educación y afecto no le cabe otro derecho más humano que creer en el poderoso.

Es parte de nuestra esencia, de nuestra naturaleza. No hemos venido a este mundo para conquistarlo todo sino a saber valorar aquello que se ha conquistado. Algún merito hay en uno, pero nunca se le olvide, inténtelo recordar: no se le olvide agradecer, agradézcaselo a “Él”, agradézcaselo a Dios.
Dar… ayudar
 
Nada como la solidaridad para sentirnos bien. Es muy lindo recibir pero el verdadero placer se descubre al dar, especialmente cuando no se espera nada a cambio, el puro sentido de darnos.
    Hoy volviendo a casa luego de un largo periplo ciclístico y ya entrada la noche, en un transitado y angosto callejón, me encontré con un hombre parado junto a su auto con    una de las cubiertas en llanta.
    Me detuve de inmediato, dejé mi bici a un costado y sin palabras le cambié la rueda por la de auxilio, al tiempo que él me daba algunas explicaciones de los problemas de salud que le impedían hacerlo por propia cuenta.
    Finalizada la gauchada (como llamamos por estos pagos esta clase de atenciones) el hombre sumamente agradecido se sentía en falta, en cambio yo, maravillosamente bien. La gratificación de sentirse útil aun con algo tan sencillo como cambiar un neumático, y se lo aclare:
-          Hoy me toca  ayudarle a usted, mañana alguien me va a ayudar a mí,  reciba tranquilo, el agradecido soy yo por esta nueva oportunidad que usted me da al hacerme sentir parte.

   Cuando subí de nuevo a la bicicleta con el pecho henchido, pedaleé los últimos kilómetros con la plenitud que nos otorga únicamente el bienestar que nos provoca dar… ayudar .
Lo que nos da el deporte

   La inagotable hermosura que nos regala la naturaleza y la contemplación de lo que nos rodea debiera sobrarnos para encarar optimistas, cada día; los ciclos de las estaciones, incluso los de un mismo día, el planeo de un ave, el recorrido de las nubes y cada salida del sol debieran ser más que suficientes para hacernos sentir plenos. Pero no, según el ánimo con el que andamos transitando, así, con esos mismos ojos, valoramos lo que el afuera nos presenta.
    Cada uno de los hombres y mujeres ve según lo que por dentro sucede, y aquí el deporte es el que ayuda, el desafío del cuerpo es quien muda el panorama; una simple caminata,  correr a campo traviesa, pedalear sobre una  bici, perseguir una pelota, nadar, la práctica del yoga o lo que a cada cual plazca, predispone a valorar aquello que nos rodea. Es en el alma donde el deporte hace mejor lo suyo, al elevarla  nos vuelve más sensibles ante tanta maravilla que se nos pasa por alto.  
   A la hora del afecto, a la hora de estudiar o a la de trabajar nada predispone más que conectar con el cuerpo. El deporte es esencial para hacernos valorar  el milagro natural  del cual también somos parte.
  A los años que se tenga y como sea y se pueda,  ponernos en movimiento es mirar desde otra lente, no es que vivirá más, es que vivirá mejor
  Un día le preguntaron a un destacado y veterano artista cómo se sentía a su edad y respondió lo siguiente:

-Con las limitaciones lógicas de la edad y como puedo, me las arreglo, sigo haciendo el amor ( sin el afán de categorizar el sexo como deporte )  y  jugando al  fútbol cada día que puedo, cuando termino me duele todo…pero claro… veo la vida de otro color.
Conjunto; junto con
   
Si  el pueblo tiene siempre la razón no lo sé, pero que solo en las manifestaciones populares se refleja la esencia de vivir,, sí lo sé.
            Muchos de quienes lean esto seguramente han  tenido, de una forma u otra, la oportunidad de participar alguna vez de aquellos pomposos eventos de la llamada alta sociedad (¿Qué es alta sociedad, será la compuesta por aquellos que miden más de 1,80?) Los vestuarios, decorados y manjares que por allí desfilan impactan, aun así, por lo general  no emocionan ni conmueven. Las lágrimas que de verdad lloran, la risa que emana del vientre  y la pasión que brota del alma tienen que ver con otro asunto. Sólo en la manifestaciones populares se da el verdadero encuentro entre la gente, pues allí el anonimato del escalafón social se apodera de cada uno y por encima de toda posición y posesión  aflora la especie que  somos.
             Oí a un Chaman inca del Perú profundamente conmovido decir lo siguiente: no debemos olvidar jamás que todos los hombres somos hermanos por respiración, pues absolutamente todos respiramos del mismo aire, todos comemos de la misma papa que nos da la misma tierra
             Hace apenas 12 horas compartí en familia el cambio de año 2008- 2009 en la bien llamada “cidade maravillosa”. La playas de Copacabana, Ipanema y Leblon nos contenía  junto a otros más de dos millones de personas (si está leyendo bien más de 2.0000.000) todos formando parte de lo que no puede traducirse en palabras.
             A las doce menos diez segundos de la noche en un conteo regresivo multitudinario del 10 al 0  y con los pies sumergidos en el mar cual cardumen, recibíamos el nuevo año, así,  atravesamos juntos el cambio de calendario donde manda la sabiduría popular y solamente se consigue ser uno siendo parte del todo.

Si el pueblo tiene siempre razón no lo sé, pero si  tengo certeza de  que únicamente es en aquellas manifestaciones populares en que reunidos; logramos reflejar lo que somos, lo que sólo en conjunto (junto con)  logramos ser.
El último
    
             Es época de corridas la que nos tocó vivir; esa angustiosa agitación, como inquieta enfermedad, que rápido quiere llegar, no importa que se trate, ni para que sea el asunto. La cosa es llegar corriendo, la cosa es llegar primero.
             Hace ya un  tiempo me anda rondando el contrario, lo opuesto al encabezado;  aprender a ser el último
             Probable por ser ansioso, más seguro por cansancio, comencé a ver de a poquito y ya sin querer ganar ¡Qué bonito que se siente dejarse para el final!
             La cosa no era pensarlo sino empezarlo a ejercer y así lo estaba viviendo, el último en  subir al micro, el último en vacacionar, el último en despedirme,  el último en llegar….
             Decidí anotarme en una carrera pedestre de varios kilómetros, con el objetivo principal de llegar último, pero al llegar último, el día de la inscripción no quisieron anotarme y lo que deseaba vivir, lo tuve que imaginar. Imagine una saeta, de condiciones innatas y entrenado sin igual, su destino era clarito y su vocación ganar, en esta circunstancia el desafío distinto, contrario a su natural, debía correr muy lento imponiéndose un ritmo que no era ni remotamente el  habitual. Con voluntad  férrea y contra toda natura dejó que uno a uno lo fueran pasando. Y así fue, la multitud lo aplaudía más fuerte que las tantas veces en que primero arribo a la meta, todos supieron reconocer que el objetivo era otro, esta vez era distinto, era ser  último para ganar.
A esta carrera veloz que nos vendió el modernismo la acompaña una corriente que la tiende a sujetar, es el movimiento “slowly” - movimiento nacido en un pueblo de Italia que en su origen supo oponerse a la modalidad del Fast food norteamericano, reivindicando la calma  para el  ritual de comer - el objetivo de movernos lentos a una velocidad que nos permita saborear la vida, sin ningún apuro, justamente para poder  llegar.
             Cuando fui estudiante de odontología, hablando de los adelantos tecnológicos, un profesor  siempre nos decía que tratemos de no ser nunca de los  primeros en incorporar los avances que la ciencia provee, en todo caso que los ansiosos fueran otros. En definitiva llegar más tarde al adelanto científico nos permitiría acceso a productos más avalados en el tiempo.
     Cuando adolescente y joven me gustó llegar primero, acelerando en la moto, en alguna competencia, o en la entrega de  un examen final. Hoy conversando con mi  amigo Torres, templado como pocos y hermano generacional, el  placer es ir despacio dejándose para el último, el supo escuchar  hasta el final, allí hizo una pausa importante, y economizando palabras con su certeza habitual remató: Sobre todo que bueno…. ser último en opinar

(Por favor si alguno de los lectores trabaja en emergencias médicas tipo ECI ni se les ocurra hacer carne estas palabras, cuando hay que apurar no se hagan los boludos, porque el precio de no hacerlo es una vida. Dicen que en nuestro país la mayoría de los accidentes cerebro vasculares dejan casi siempre secuelas graves por que la emergencia médica llega cuando ya es tarde).
Indispensable volver a creer

    Hoy es relativamente temprano para ser domingo, son las  diez de la mañana y en día de descanso a esta hora normalmente hay silencio, el barrio calmo y los chicos duermen.          Justamente aquí en casa hoy no es así, ellos se han levantado temprano - a pesar del sábado trasnochado-  para llegar a  la misa en memoria de la querida bisabuela Lucila.  Me levanto con ellos para ayudarlos a llegar a tiempo al oficio religioso. Ni bien salieron sonó el timbre, un domingo y a esa hora, una de dos: o es alguien que anda evangelizando o alguien que anda pidiendo, no quería atender y entonces mire por la cerradura de la puerta en silencio evitando así ser visto. Del otro lado de la puerta veo una señora de aparente condición humilde con una nena de unos seis años de la mano,  me sentí inhumano pero decidí no abrir. Mientras insistía con el timbre le ordene a la  hija que quedo en casa para que no atendiese, andan pidiendo le dije y haciendo caso omiso a mi pedido luego de tanta insistencia atendió el portero.
-Papaaaá,- me llamó- dice una señora que han quedado las llaves puestas del lado de afuera de las rejas  con un llavero lleno de llaves.
  Sintiéndome en una escala muy inferior a la humana, abrí la puerta para recibir el llavero de quien con  franca sonrisa lo devolvía  en la palma de mi avergonzada mano.
¿Puedo justificarme?
  Si, les puedo decir que es tremenda la inseguridad que se está viviendo por aquí y que mientras menos contacto mejor, que está lleno de gente pidiendo y vivo como tantos el conflicto cotidiano si le doy o no, que estoy harto y después de todo qué culpa tengo yo.    Claro que nada de esto sirve, hace no mucho tiempo fui de los que cuando veía que alguien podía precisar de mi ayuda no dudaba, allí estaba para empujar con el auto a quien no le arrancaba el suyo, parar en la ruta cuando alguien estaba varado, levantar a un mochilero, dar las monedas a una mano extendida, entregar comida o ropa a quien tocase a la puerta de mi casa. Quisiera seguir siendo aquel mismo joven que soñaba con cambiar el mundo y no un doblegado al que el mundo lo terminó cambiando.
   Ningún motivo debiera hacernos olvidar que nuestro aporte es esencial, no es apenas un deber, nuestro granito de arena  es siempre tarea y en esto no hay lugar para el escepticismo, la desesperanza y el miedo. Hoy me sentí avergonzado, en un acto simple esta señora me devolvió eso que nunca debí haber perdido y que espero hoy haber vuelto a recuperar.

Pase lo que pase es indispensable  confiar y creer en la gente  para poder volver a creer y a confiar en uno. 
Iom a shoa 2011

-  Agradezco a todos los que están hoy aquí  presentes.
             A quienes profesamos la religión judía , por lo que esta conmemoración significa para nosotros, pero sobre todo a quienes están  hoy aquí y no son judíos, pues con su presencia permiten afirmar que este no es un acto ligado exclusivamente a un pueblo o religión, sino, una conmemoración que compete al conjunto de los  humanos.
 Cuando me invitaron a participar de este encuentro para leer parte del manifiesto de los sobrevivientes del holocausto sentí que el contenido de dichas palabras no me correspondía en primera persona, justamente,  por no ser directamente uno de ellos   
Pero si me convocaron por algo será,  entonces pensé en que lo que podría representar esta conmemoración y esto es lo que leí aquella noche;
- ¿Qué es lo que deseo compartir hoy  con ustedes?, es una pregunta….
¿Seremos capaces como la especie que somos de terminar alguna  día con tanta barbarie?..... -Probablemente no- Si hace apenas 63 años ocurrió la masacre de la segunda guerra mundial y  a distinta escala el hombre  por diversos intereses ha seguido en esta línea de atrocidad, en algunos casos  con más prensa que en otros, Entonces;  ¿qué nos hace pensar que habríamos de parar ahora?  ¿Por qué motivo?
Por otro lado cuando  se vuelve a homenajear a  víctimas de una guerra, una dictadura, o cualquier otro tipo de  masacre,  aparece en muchos de nosotros  esa sensación de…. ¿Hasta cuando con lo mismo?  ¿Otra vez con el Holocausto? ¿Otra vez con el genocidio armenio? ¿Hasta cuando con  los caídos de Malvinas , ¿Hasta cuando con las madres de plaza de Mayo? ¿Hasta cuando con el atentado a la AMIA y a  la embajada israelí?....
  ¿Hasta cuándo?: Hasta siempre.
 ¿Y porque hasta siempre?: Porque no es suficiente solo un loco para cometer un genocidio a gran escala, hace falta para ello  la complicidad de miles que desde la ignorancia o la apatía  sostienen la brutalidad y el horror que sigue azotando al mundo por doquier.
 ¿Es que acaso con pesimismo  propongo descreer de nuestra especie?  Noooo,  al contrario, pero no debemos ser ilusos,  lo que parece obvio, lo que damos por sentado no lo es,  si  no se trabaja anticipadamente, cuando algo se  quiere hacer  es tarde y nosotros los argentinos algo de esto sabemos.
 Entonces construir un mundo mejor que haga frente a la bestialidad y el horror es decididamente “anticiparnos”, ¿anticiparnos cómo?: de una de las formas más sublimes que tenemos y como una vez más  esta noche lo hemos hecho:   educándonos… y educando a los que vendrán 
Ahora si, para terminar,  un fragmento del manifiesto de los sobrevivientes:
“Nosotros, con el alma y la carne perforada, buscamos rescatar del horror un mensaje positivo y de esperanza para nuestro pueblo y para el mundo. Un mensaje de compromiso con los valores del hombre y la humanidad”
“Shalom” 

Paz para todos
La conquista cotidiana

 Nadie puede jactarse de estar realmente vivo por el hecho de tener un corazón latiendo, sangre circulando o algunas neuronas en actividad. Esto es apenas obra de la fatalidad producto del encuentro casual de quienes  nos  trajeron a este mundo.
Estar vivo, lo que realmente significa estar vivo es otra cosa. El derecho que nos regalan los cinco sentidos implica el deber de alimentarlos, no necesariamente desafiando los límites al extremo de arrojarse desde un paracaídas o escalar el  Aconcagua, con todo el respeto para quienes lo requieren para sentirse vivos. Lo que propongo es más simple,  me refiero a intentar entender que la lluvia es para mojarse, el viento para sentirlo, las flores son para olerlas y la luna para verla, estar vivos es “tarea” y podemos colaborar para que sea una hermosa tarea
El confort, la globalización, el marketing y otras yerbas se empeñaron en hacernos olvidar lo esencial. Ya por el año 1840 en los estados unidos de Norteamérica el escritor Henry David Thoreau decidió cambiar todas las oportunidades que le proponía la gran ciudad por la experiencia de retirarse dos años al campo de Walden en las afueras de Massachussets alejándose de las normas de mercado que imponía la urbe y entonces  resguardado en  armonía y  pleno contacto con la naturaleza fue como logro transcribir la esencia de este sentir en “Life in the Woods”.
 En pleno siglo XXI en medio de  tanto Google, i pod. I pad i phone ; comienzan a  reconquistarse  valores de nuestra condición humana que no debiéramos haber olvidado jamás,  pues como sabiamente  dice el cantar de los cantares -y siempre es bueno recordarlo- no hay nada nuevo bajo el sol.
Mucho antes que lo hiciera Thoreau, ya en siglo III AC, Epicuro supo advertirlo al pueblo; “El deseo acaba con el sosiego” y debemos tener claro que la gloria, la riqueza y la vanidad atentan contra la plenitud del hombre. Antes fue Aristófanes- 5oo años antes de cristo- quien en una de sus satíricas comedias anticipó la decadencia del imperio griego, en una forma de consumismo análoga a la actual que por entonces arrasaba con la cultura democrática . Iniciada la era cristiana fue Séneca quien promovió el estoicismo planteando la  austeridad como centro para el logro de la salud y felicidad. Defecto de nuestro tiempo el de creernos autores de problemas y desafíos que nos atañen desde hace siglos.
La escritora italiana Susana Tamaro  (entre autoayuda y otras pretensiones literarias)  en una de sus novelas más vendidas hace una  analogía interesante, el nacimiento del hombre es como el de  haber sido arrojados desde lo alto de un edificio donde la inexorable caída al vacío solo puede evitarse si logramos aferrarnos a algo.
Cada cual se aferra a lo que puede y  a lo que quiere.

Asirse a lo esencial, la conquista cotidiana de sentirnos vivos más allá de un mero latir.