martes, 29 de abril de 2008

  A contramano
    
Hoy, como casi todos los domingos, me dirigí al parque a correr junto a mi fiel mascota en lo que semanalmente, se convierte en el encuentro más íntimo conmigo mismo.
De repente en sentido contrario y a mayor velocidad  empezaron a aparecer otros corredores, ellos corrían una maratón,  primero fueron unos pocos, luego decenas  que me obligaban a esquivarlos., sentí por un momento el fuerte deseo de girar 180 grados y plegarme al rumbo de la mayoría, pero enseguida desistí, en acompasado ritmo y con buena autoestima seguí la propia dirección disfrutando “a contramano”.
Comencé a reír tímidamente, luego de manera franca mientras esquivaba competidores que brotaban de todas partes y en cuyos competitivos rostros una mueca de soberbia evidenciaba algo así como; ¿A este  loco que le pasa?
Me hizo reír aún más un chiste que recordé de gallegos - como decimos en la Argentina en esa forma no tan saludable ni inofensiva con que nos reímos en este caso de los españoles -.Cuestión que Manolo va circulando en su vehículo a toda velocidad por una avenida principal en Buenos Aires, esquivando como loco autos que vienen de frente, en el medio de tanto nervio, el gallego prende la radio del coche y la voz de un locutor exaltado comenta: Alerta rojo, en plena avenida libertador y a toda velocidad circula “a contramano” un vehículo. ¿“Uno?”- le contesta el gallego al locutor esquivando frenético-  son miles chaval, miles.
            Valga la humorada apenas para reforzar esta  idea cada vez más necesaria – entiéndase bien- a contramano.
   Qué bueno, por ejemplo que a las nueve de la noche mientras que cientos de miles adultos se encuentran  frente a la caja boba viendo chatarra televisiva, unos pocos “a contramano” se encuentren junto a la cama de sus niños  leyéndoles un cuento, cultivando así la fantasía que ellos precisan para existir (como dice Francesco Tonucci un ensamble perfecto, el adulto quiere contar y el niño escuchar).
Qué  bueno que mientras millones de jóvenes se encuentran, en este momento en el ciberespacio malversando intimidad, unos pocos, “a contramano”, estén utilizando este recurso navegando tras el aprendizaje o la biografía de algún hombre de la cultura o la ciencia.

  Qué maravilla que mientras cientos de miles de hombres y mujeres se encuentran en este preciso instante leyendo  la moda otoño-invierno, para esta temporada, en alguna de las miles de estúpidas revistas que inundan el mundo, unos pocos, “a contramano”, se encuentren  absorbidos en un poema de Pessoa o un cuento de Borges en un  intento por    insistir en seguir comprendiendo de verdad qué significan las palabras.
    Qué fabuloso que mientras millones se encuentran en este momento escuchando ruido, un puñado, “a contramano”, esté degustando alguna melodía de Mozart,  Beethoven o Bach.
    Es que como especie tendemos con extraordinaria facilidad  a plegarnos al defecto masificando el exceso… difícil es resistir.

   Qué bueno que siempre y en todo tiempo y lugar existan quienes como Shakespeare, Moliere, Chaplin,  Einstein, Mozart, Madame Curie, Gandhi, Borges y tantos otros, circulen así, tal vez no suene bien ni sea la expresión adecuada, “a contramano”.
A destiempo

Cuando un iluminado maestro nos regala apasionadamente su  conocimiento, en general, nos encontramos en una edad en que estamos muy lejos de comprender la atención que debiéramos poner ante tamaño tesoro que se nos obsequia.
Ya fui alumno en reiteradas ocasiones y hoy saboreo la docencia, la posibilidad de conocer las dos puntas del ovillo me permite corroborar que  lamentablemente  es así.
A quienes abrazamos  la docencia suele desanimarnos el escaso interés e incluso la apatía de algunos jóvenes, aun así, no debiéramos olvidar que ellos ocupan el lugar que de modo similar ocupamos nosotros tiempo atrás, decepcionando a quienes correspondía en aquel momento. 
Estos ciclos se repiten y solo tomamos conciencia de ello cuando algo maduramos o cuando  nos toca estar del otro lado del mostrador. 
Cuando la vitalidad y la lozanía están en las mejores condiciones de asimilar, paradójicamente, no estamos ni remotamente en condiciones afectivas de comprender el valor de lo que nos perdemos, al no estar allí presentes con todos nuestros sentidos al servicio de quien transmite.
La experiencia del escritor y profesor brasileño Alfonso Romano de Sant”Anna recordada por uno de sus alumnos sintetiza magistralmente el dilema;
Cuando Sant Anna como mi maestro de escuela primaria daba una importante clase, a propósito del escritor Drummond de Andrade, noto que algunos alumnos no prestábamos ninguna atención. De repente y para sorpresa de todos ordenó sacar una hoja en blanco a modo de examen, el pánico de la prueba castigo se diluyó enseguida cuando el profe  nos  dictó lo siguiente: hoy en el día de la fecha ( la de ese día)…… yo el alumno  ( cada uno debía colocar su nombre) …regular de este establecimiento, declaro estar en condiciones de  inmadurez como para comprender los sublimes contenidos que mi amado maestro está tratando de inculcarme, espero que de aquí a algunos años luego de recibirme,  casarme, trabajar, viajar un poco, mudar de casa, hacer terapia, tener hijos, divorciarme y en medio de otra mudanza encontrar esta nota en un cajón,  descubrir allí plenamente,   releyéndola,  el sentido de lo que mi paciente maestro intentaba decirme por aquellos  días”.
¿Es que las cosas nos suceden siempre  a destiempo?
Releyendo a la distancia  probablemente logramos aprender lo que seguramente en otro tiempo  no supimos ver
Acompasado
Compás: cualquiera de los periodos iguales que marcan el ritmo de una frase musical, del latín;  com= con  passus= paso, por lo que acompasado viene a ser moderado, algo así como quien circula cauteloso.
Fue una amiga que me  encontré quien me trajo la palabra;
- Che, esta mañana te vi desde el auto trotando por el parque,  ibas muy acompasado.
Los educadores del deporte coinciden en el valor de la sana competencia para introducir en los más jóvenes  la cultura del esfuerzo y la dedicación en la práctica deportiva como la forma más sensata de comprender que, a mayor entrenamiento, mejor será el rendimiento a la hora del juego.
Pero convengamos en que hay  una edad en que, en trazos generales, uno va quedando fuera de competencia por cuestiones de calendario y esto de la competencia debería mutar. Ya maduritos, ninguna palabra calza mejor que acompasado y si cabe de algún modo la palabra competencia, solo es con uno,  nunca contra otro, y mucho menos contra uno  y que diferente suena decir con, a decir contra.  -Mercedes Sosa en su  flamante versión folclórica de nuestro himno nacional dijo a un periodista:   ”Cómo me hubiera gustado que en nuestro hermoso himno en vez de ¡oh juremos con gloria morir! hubiese sido: ¡oh juremos con gloria vivir!”. Así se demuestra, incluso en un himno, que si buscamos, se logra encontrar la palabra más certera para lo que  se está queriendo decir -.
Acompasado es el ritmo que cada uno como sujeto le otorgará al propio compás. Lo digo musicalmente (sin música difícil se hace vivir) ¿Usted qué piensa hacer con su compás?
¿Va a meter una redonda, dos blancas, cuatro negras, u ocho corcheas?
El maravilloso jazzero Oscar Peterson  lograba con toda comodidad improvisar en el piano a una velocidad de desempeño que no era para cualquiera. Otros grandes  talentos del jazz lograban versiones extraordinarias de las mismas canciones pero ejecutadas con otra cadencia, de un modo más lento adecuándolas a su propia posibilidad.
Y en este juego de seguir enlazando el deporte y la música, Hugo Porta  ex-capitán de la selección argentina de rugby reconocido no sólo por su rendimiento deportivo sino también por la ética y humanidad desplegada  en el campo de juego; me dijo cuando  lo conocí: ”La práctica  deportiva es fundamental en todas las etapas de la vida ,sobre todo por el hecho de presentarnos los límites, nuestros propios límites, claro es que hay una época para la competencia, pero luego, cuando nos vamos poniendo grandes  mientras más acompasada mejor.
Y ahora, si el límite que nos presenta el deporte, y el compás que nos enseña la música se aprenden mejor de chiquitos y no se borran jamás, ambos se conjugan armoniosamente permitiendo a cada uno de nosotros discurrir en la madurez, a unos más lento y otros más rápido componiendo la partitura al propio ritmo. 

Carolina, gracias  por lo de: “Te vi trotando acompasadamente”, me dejaste pensando y sin querer  me aclaraste  esto tan importante  en la vida: mantener la propia cadencia sin traicionar al conjunto. El reglamente seria ir yendo… acompasado…. es decir cada cual con su tempo. 
Arte  Sonoro

Los sonidos de la  naturaleza se  manifiestan como un arte perfecto en todo su esplendor para quienes aprenden a oírla.
Sea donde sea , planeta  tierra , la natura se deja escuchar de modo constante, para ello, basta serenarse  y de ser posible a ojos cerrados, para agudizar el sentido del oído (algo que los no videntes tienen naturalmente desarrollado) infinitas variaciones audibles  podrán ser identificadas a modo orquestal discerniendo uno a uno los distintos  instrumentos que integran el todo .Podremos así percibir la infinita gama de  matices sonoros que se  nos regala: una brisa a su paso, las gotas de lluvia al caer, el cauce de un rió, una ola al romper, el aleteo de un ave o su trino al amanecer. En  ocasiones se nos ofrece  primordial;  el sonido del silencio.
Aprender implica en ocasiones desaprender lo mal aprendido, y en lo referido al sonido, el hombre  en este  doble rol (emisor- receptor)  parece  por estos tiempos haber violado (una vez más) los límites al respecto, pues con tanta tecnología a cuestas no hemos más que vuelto a “excedernos”.
La fluida comunicación en cualquier tipo de ámbitos que nos brinda la telefonía celular , con todos los beneficios que esto acarrea (¿?) ha generado entre otras cosas que conversaciones pertenecientes al orden de la intimidad invadan al prójimo, como actor y músico en distintos ámbitos de variada índole, he tenido la oportunidad de sentir, no solo,  el inoportuno ruido de los celulares si no el cuchicheo consecuente del que muchos no se privan al responder el llamado en medio de la función , peor aún, en mi rol más formal; el de dentista  y aunque cueste creerlo, atiendo pacientes que en pleno tratamiento dental pretenden  hablar por su aparatito  mientras que el torno dentro de su boca recorre alguna de las  caries  (prometo no exagerar).
Los vehículos modernos, los teclados de las computadoras, los mp3 y demás sofisticados sistemas de audio que nos ha  regalado el desarrollo tecnológico nos han sacudido.
Hemos reemplazado la forma natural de comunicarnos por lo que se denomina ruido y polución sonora.
Esto no pretende de ninguna forma ser una demonizacion contra el modernismo y sus interesantes herramientas, cada época tiene  lo bueno y lo no tan bueno, con lo que hay que convivir, pero esto no quiere decir de ninguna forma que debamos hacer “oídos sordos” al problema que nos atañe en el camino por resolverlo.
La contaminación sonora no es un problema menor y la colaboración de cada uno es crucial,  toquemos menos bocina, cuando corresponda apaguemos el celular.

Hoy recostado en el césped  y contemplando las nubes del cielo, alcance a oír las primeras gotas de lluvia golpeando sobre las hojas de los árboles instantes antes  de que ellas lograran mojarme. Así como un melómano está entrenado para discernir cada una de los instrumentos que en una orquesta suenan para regalarnos un equilibrado concierto, así deberíamos todos desenchufarnos regularmente y reconquistar la capacidad de oír la naturaleza  en todo su esplendor, de lo contrario, ella podría sacudirnos en un desesperado intento por volver a ser escuchada. 


¿Bendita  herencia?

A la herencia no hay con que darle, en ocasiones la dote familiar nos impone un legado que no podemos dejar de aceptar.
Un ejemplo contundente son los conflictos de generaciones anteriores que  nos llegan como un paquete,  sin comerla ni beberla en lo más tierno de nuestra infancia o adolescencia nos vemos privados  de compartir, incluso el saludo a parientes cercanos, en una etapa en que de ninguna forma estamos preparados para digerir las locuras del mundo adulto.
Entre los abusos que cometemos los grandes con los niños este no es uno menor por la impronta que en un chico dejan como marca las peleas.
No sólo en lo personal me tocó vivirlo  sino que particularmente tomé conciencia de la dimensión del asunto cuando lo vi  en otros. Una  joven amiga  (ya casada y con hijos) me confesó con ojos vidriosos el dolor que durante años padeció con un primo mayor (que en el caso oficiaba como el  hermano varón que no tuvo) a quien de buenas a primeras, por disputas en familia, se vio abruptamente obligada a dejar de saludar. Con el  recrudecimiento de una herida que sangraba cada vez que se encontraban;  al negarse  entre sí un afecto mutuo que les pertenecía  ya no solamente por parentesco.
Respecto de la herencia  existen unos cuantos males que pasaremos a los venideros como condena genética difíciles de manejar,  por ejemplo casos de diabetes, exceso de colesterol o predisposición a la obesidad (por decir algo de lo netamente físico), sumado a conductas  psíquicas y temperamentales  indeseables que vienen en el paquete y no hay con qué darle.
Pero comunidad adulta:   ¿Con qué derecho un dilema familiar; comercial o lo que fuera entre parientes debe ser transferida en forma de rencor a nuestros herederos?  ¿Privarlos de compartir lazos tan saludables y necesarios sobre todo cuando se es joven?

Como este, existen otros execrables ejemplos que  no corresponden al orden de la  genética y sí al de la absurda imbecilidad del mundo adulto y que bajo ningún concepto debiéramos transferir a la pueril descendencia.
Demasiada gente para una pareja


Deberíamos con mayor frecuencia de la que lo hacemos, mirarnos al espejo y al volver a vernos reflejados una vez más, en un intento por redescubrirnos,  preguntarnos quién es ese que tenemos enfrente
  Sacarse los ropajes con que con profundo amor (y otras veces no tanto)  nos fueron vistiendo nuestros antecesores  es indispensable,  dichas prestadas y heredadas pieles, suelen no ser de la talla, ni del gusto más indicado, en el logro de aproximarnos a ser quienes en realidad somos.
  En el marco de tanta instrucción, inducción y  sugerencia vamos a modo de prototipo siendo modelados, sumado esto a las necesidades de mercado nos vamos convirtiendo lenta y progresivamente en una distante lejanía de lo que en realidad no somos.
  Allí, debajo de tanta vestidura que a lo largo de los años nos ha ido transfigurando (pero bien abajo) como quien va descascarando con laboriosidad y paciencia las sucesivas capas de  pintura que recubren las chapas de un viejo auto que pretende ser restaurado, o el amor  con que un arqueólogo va socavando las capas de una roca, se encuentra perdido y desnudito ese alguien envuelto de tanta pilcha ajena pidiendo a gritos ser rescatado hasta  develar, al menos en parte, su más genuina y singular identidad.
  El intenso e íntimo strip-tease, de aproximarse a quien cada uno de verdad es, se convierte para alguno de nosotros en la más apasionante tarea que la vida nos demanda. Ojo, siempre y cuando uno así lo quiera.
  Puede uno  vivir flotando perfectamente en una gloriosa nube, sin andar por allí preguntándose por rarezas existenciales –de hecho es así la mayoría de las veces - y así pasar por esta vida como  si uno fuese protagonista de una eterna publicidad de Coca Cola… y si es light mejor.
  Si nunca se le ocurrió  indagar en su intimidad  mirándose frente al espejo, o tomarse un cafecito dialogando con usted mismo cuando era un alma libre, píenselo tres veces ahora que ya esta amorosamente establecido con su media naranja. Pues si ahora se le ocurre bucear en sus profundidades, el problemilla  se multiplica exponencialmente. 
  Probablemente sea aconsejable perpetuar ese estado superficial que viene arrastrando sin ningún tipo de cuestionamiento, continuar la vida en pareja con mucho Shopping, cine americano bien comercial adosado con popcorn, bastante vida social bien superflua y entretenimientos domésticos, sin andar por allí escarbando demasiado profundo, es decir mantenerse en una superficie que afortunadamente para muchos es sinónimo de felicidad.
  Llegamos al punto: una vez encontrado el  amor que todos buscamos, el temita de cuestionarse sobre lo existencial se pone denso. En la pareja, dijo un día mi amigo Santiago, por un lado está quien en realidad yo creo ser, pero que en verdad no soy, por otro lado lo que quisiera ser para ella, pero que probablemente jamás lo seré,  además de lo que yo quisiera de ella, pero que ella nunca será, lo que ella espera de mí y lo que espera dar de sí y…

  Si antes de formar pareja no había  profundizado en su esencia,  píenselo dos veces antes de empezar ahora  con su media naranja a cuestas, porque si bien el ingenio popular nos dice que nunca es tarde y algo de eso seguramente hay, tenga ojo, si decide ahora levantar la tapa de la cacerola de su alma tendrá que estar preparado, ahora no es que no se pueda, solo que sencillamente habrá que multiplicarlo todo exponencialmente por mucho más que dos, ¡¡¡¡¡demasiada gente para una pareja!!!! 
Delicadeza

  De la misma forma en que un hombre de piel negra puede sentirse atraído por una rubia de piel blanca o viceversa por esto de los opuestos, así  me sentí movilizado por el título del libro que adquirí aquellas vacaciones en Río de Janeiro en un kiosco de revistas, donde afortunadamente entre tanto magazín berreta flota siempre algún buen libro a precio módico y accesible. Digo, atraído debido a que justamente adolezco por completo del adjetivo que lleva por título  la obra de ensayos del escritor brasilero Affonso Romano De Santana que tanto me sedujo.
   En una de sus páginas el escritor cita a uno de los grandes referentes de la cultura popular brasilera, nada menos que al poeta y cantautor Vinicius De Moraes: “La delicadeza  es para mí indispensable, pues así como todos saben que no soy hombre de una sola mujer, quiero también que sepan que con todas ellas soy delicado, incluso, una vez que el amor ya se ha extinguido intento despedirme delicadamente”.
  A propósito de las rupturas, el amigo  Nelson Guershon más poeta y músico que médico contaba:” Todas las mujeres con las que estuve fueron el amor de mi vida, claro que los años me hacían cambiar de parecer, eso sí, ya sobre el  final siempre  una ruptura delicada”.
La delicadeza no es exclusividad del arte, no sólo la encontramos en el trazo de Picasso o algún compás de Mozart, involucra todo lo humano.
Sant`Ana escribe;
-Claro que en medio de tanta locura posmoderna encontrarnos delicados no es tarea fácil, pero no por difícil deja de  hacerse imprescindible.
  Vivimos en una época vertiginosa, y la velocidad es violenta, delicada es la lentitud, escasa por estos tiempos.
  Mientras me deleitaba con las páginas de lo que tanto adolezco bajo el incisivo sol carioca, una voz me distrajo, era el sonido afinadísimo de alguien que a tierna voz  canturreaba; “gloooobooo”.
  En medio de la multitud playera descubrí  que la dulzura sonora emanaba de un hombre muy viejito que de modo singular ofrecía su producto, era un añoso “jurnalero” como se le llama aquí a quienes venden el diario, y justamente “o globo” es uno de los mas importantes de la región y el lo ofrecía en la playa, así, operisticamente. Contrastando con las modalidades habituales, velozmente fugaces y violentas, el lo hacia de un modo maravillosamente delicado, se detenía, dejaba la carga sobre la arena y soltaba su voz invitando a la concurrencia de manera  inusual. Como si fuera poco todos querían comprarle su diario a el, demostrando incluso la eficacia de la modalidad

Fue el  mejor remate a lo que leía: a un  vendedor playero lo distingue la delicadeza y a mi me calo hondo, difícil me resulta serlo, como propone Sant’Ana en su libro - que por  su titulo me engancho- si usted se siente grosero (como yo), inténtelo (como yo); seamos  groseramente delicados, tal vez nos llego la hora, probablemente ya es tiempo. El titulo suspendido en la soga del kiosco así me lo supo advertir, sin vueltas me vino a decir, le ha llegado a usted su tiempo: tiempo de delicadeza”.
Calzada Carioca sin censura

     Caminando un domingo por las famosas playas de Río de Janeiro, el día más concurrido de la semana,  me impactó la multiplicidad racial que este monumental Brasil ha conquistado, una vez más,  una  sinfonía de  matices así lo reflejaba en la cotizada Ipanema. Entre muchos, llamaba la atención un  grupo de jóvenes negros de humilde condición  que se mezclaban con la paquetería circundante jugando efusivamente en su espacio ya conquistado.
 -¿Qué es peor la discriminación que viene de afuera o la auto-discriminación? – le pregunté una vez a una mujer negra que trabajaba en la embajada del Brasil aquí en Argentina .
-La segunda, no tenga dudas respondió; cuando fui joven y buscaba trabajo en los clasificados del diario leía: se necesita secretaria ejecutiva para importante empresa, imprescindible buena presencia.....  yo no iba,  estaba segura de no tenerla, soy negra pensaba por aquellos días. Esto ya no acontece  con mis hijas, ellas no padecen  esta absurda forma de auto discriminación. Pero claro que las cosas no ocurren por que sí; los negros fueron luchando por sus derechos en pos de conquistar su espacio social,  fue así como se consiguió.
   Por  estos días, me alojé en lo de una familia amiga (el valor de la renta aquí me impedía hacerlo de otro modo). El portero un muy simpático joven de raza negra me hacia sentir en casa y era el mismo con quien compartíamos el futbol playa al terminar su jornada laboral en este amalgamado país que hoy así lo permite.
                        Alguien me explicó una vez que la particular calzada peatonal blanquinegra que bordea todas las playas de Río de Janeiro fue diseñada con ambos colores como un reflejo convivencial  entre blancos y negros que por aquí pisan. No se qué hay de cierto en la historia (tal vez fue sólo una importación formal de la colonización portuguesa). Si bien es real que muchos días sentimos impotencia al ver que nada es suficiente contra el poder y la discriminación, este domingo, caminando serenamente por la avenida del mar carioca, nada logró empañarme el optimismo: la mezcolanza racial, el fútbol playero con Joan (el portero) a la vera del mar,  y el inigualable sol ipanemense como testigo, me daban mucha alegría. Fue más que nada el particular veredín blanquinegro del paseo marítimo enmarcándolo todo, como metáfora, el que me  insuflaba esperanza, ese particular embaldosado brazuca que al pisarse nos une a todos.
    No quiero sembrar ingenuidad en medio de tanto caos al que nos tenemos tan acostumbrados, incluso aquí en la cidade maravillhosa, pero es innegable que hay algo de cierto en esto que repiten exageradamente los habitantes de este coloso país;  la alegría es brasilera.

Quienes por aquí hemos pasado se nos hace fácil sentirlo, esta particular y singular brasileña dignidad.
El alivio de reir

 Lo cómico, se podría decir, que no es ni arte ni vida en su más pura forma, pues rompe constantemente las reglas tanto de una como de otra, lo cómico entonces se parece más a ese mágico y enigmático estado de los sueños en que transgredir todo tipo de reglas, nos es permitido. Esta analogía entre los sueños y el humor como herramientas de plena libertad avala  ambas; como la forma más noble  para aliviar la estrictez de la vida. Así, vernos como simple marionetas con hilos que no nos pertenecen nos brinda  la oportunidad de transformar lo dramático en cómico, no sólo con el efecto liberador y vivificante que nos provee la risa, sino la posibilidad de tomar las cosas como un juego, con todo lo que el  ludus nos significa.
   Claro, no propongo la idea de andar por esta vida riendo como boludos de todo lo que nos sucede, digo que si solamente vamos a encarnar como una tragedia la gotera del techo o la dolencia que nos aflige, perderemos la posibilidad de seguir disfrutando aquello por lo que valiera la pena seguir viviendo
-Quizás sea la reiteración mecánica (la repetición) uno de los efectos que más provoque la risa en el hombre, basta para ello pensar que cuando se imita alguien el solo hecho de  aumentar la  frecuencia de ciertos tics provoca lo risible.
-También ciertas desarmonías en la forma nos hacen reír, aunque suene discriminador, una caricatura que exacerba rasgos distintivos nos causa gracia.
-Incluso un accidente de alguien, siempre que no pase a mayores,  como una simple caída también provoca carcajadas, un poco, mostrando la dosis de malicia y sarcasmo que también habita en los seres humanos, considerados como la única especie animal que ríe
  ¿No sería acaso mucho mejor ante la reiteración de una madre obsesiva (como el estribillo de una canción que se repite y esperamos), un jefe plomo, o los cargos de una novia celosa, reírnos en lugar que el drama se apodere de la situación y la haga insostenible?
  ¿No sería mejor reírse de una desarmonía física propia como una gran nariz (en mi caso) o una trastocada cintura (en el de otros), en vez de angustiarse constantemente ante la posibilidad de querer cambiar  ciertas características personales, que incluso nos definen, o no es que acaso ciertos rasgos poco armónicos en personas de buena disposición y sentido del humor consiguen singularidad e incluso belleza?
  ¿Y si ante un resbalón que no pase a mayores en vez de deprimirnos, como si una tragedia pública hubiera ocurrido, nos reímos y así  permitimos a los demás, hacerlo junto a nosotros sin disimulo?
   El atajo del “sentido del humor” nos da  otra perspectiva, la de encarar desaciertos familiares, laborales, amorosos y sociales con  risa franca como una de las formas más sanas y naturales para oponerse a la fatiga que a todos nos provoca por momentos el drama de vivir.

El eficaz antídoto de lo cómico contra el ego y la vanidad permite, no sólo, apesadumbrarnos por todo aquello que no sucede como deseamos, sino que la forma más sabia de reaccionar ante ellas; de las propias desventuras, sabernos reír.
El colibrí, la reencarnación

 A quien niegue que a largo de su vida no le hicieron al menos una vez la siguiente pregunta, probablemente esté faltando a la verdad: ¿Creés en la reencarnación?
   Cada vez que se nos presenta un interrogante, sea de la índole que sea, estaría muy bien tener la suficiente claridad como para dar una respuesta concreta y definida al respecto, pero somos humanos y esto casi nunca funciona así, en especial, con todo lo que de algún modo refiere al extraordinario terreno de los enigmas y misterios de la vida.
   Volviendo al interrogante de si existe la reencarnación, solía decir: probablemente sí…… probablemente no, hasta que como suele sucedernos a todos a lo largo del camino algo ocurrió, como para que por fin lograse definir posición sobre este asunto:
Cuando mi papá se hallaba en delicado estado de salud poco antes de morir, en la atención médica que recibía en ese frágil momento se destacaba la del psiquiatra del equipo, el doctor Triumphi, quien se encargaba de la contención psicológica de los pacientes graves.
    Entre los variados temas que discurrían en esas francas conversaciones a modo de psicoterapia de alto vuelo – mi viejo era un hombre expandido en la faz espiritual- ahondaron sobre la muerte, justamente, por la grandeza con que se dignifica la vida al conseguir abordarla. Ya avanzado el planteo, el psiquiatra le preguntó a ese gran hombre que fue el viejo lo siguiente:
- Llegada la muerte Isaías ¿en qué especie animal le gustaría reencarnar?
-(
Sin pausa el viejo le respondió): Un colibrí. El asunto trascendió.
La verdad es que si hay un animal que manifieste exultante la vida con su sola presencia es el picaflor. La aparición súbita de estos coloridos libadores de flores es extraordinariamente vital; la frecuencia de su aleteo y la velocidad con que pasan de un lugar al otro nos rememora en esos breves lapsos, la conciencia,  de que lo realmente maravilloso dura apenas instantes.
  Tuvimos con mis hermanos la dicha de vivir una infancia alejada del ruido artificial y en contacto con la reveladora naturaleza, allí, especialmente atraídos por la magnolia gigante del viejo caserón, la llegada de los colibríes era frecuente, o sea que no casualmente desde muy chicos supimos apreciarlos, pero desde que murió papá el colibrí recobró para todos nosotros otro significado. A esta altura mis hermanos y yo ya hemos armado familia y nos hemos expandido en unos cuantos brotes y del abuelo colibrí todo el nieterío está interiorizado: ¡Allí va el abuelo Shaie! grita siempre- entusiasmándonos a todos-(alguno de los muchos nietos que no lo conocieron en persona pero que por instantes lo ven justamente reencarnado en “ese” picaflor).
Y sí, hoy al que me pregunte sobre mis creencias acerca de  la reencarnación, la respuesta ya no es ambigua : Sí ,por supuesto que creo en la reencarnación, mas allá de la muerte la vida continua reencarnándose de generación en generación, por más que muchos así no lo crean.
   Afortunadamente a la vida no hay con qué darle, no hay cómo pararla. Por supuesto que creo en la reencarnación, no hay modo de no creer en ella.
El bálsamo de escribir

   Quienes ejercen el hábito de la escritura,  amateur o profesionalmente, según se viva o no del oficio, pueden hacerlo desde la ficción, quienes prefieren las crónicas y  los que aspiran a lo más excelso de la palabra; la poesía. Cada uno de estos territorios  no es tan claro y en general lo que se termina dando es un mix de géneros donde cada escribiente conquista su sello particular
  A propósito del asunto, nada  tan movilizante como la propia vivencia, después de todo dicen que la más rebuscada de las ficciones no es más que un enorme esfuerzo por camuflar lo vivido y que aprender a escribir sólo se consigue aprendiendo a ver y a vivir.
  Pocas cosas me generan tanto entusiasmo como los simples episodios con que me sorprende el día a día, ellos son una fuerte y valida motivación para andar atento y con ganas.

   De esto van  mis escritos, nada espectacular, lo más bello esta en lo simple, sólo cuestión de mirar.
El entramado

El entramado dual entre el proyecto de vida que cada uno tiene, y el que la vida tiene para con uno, sea quizás el mayor acto de fe del hombre. Palabra corta y a su vez grandiosa nos permite con su ejercicio la posibilidad de creer en lo que no se ve, mejor dicho, la posibilidad de creer en lo que solo con los ojos del alma podemos ver. La fe concede la paciencia indispensable que demanda esperar y la responsabilidad de sostener y renovar un proyecto sin olvidar que la vida también nos tiene uno;  el ensamble entre lo que proponemos y lo que el universo nos provee.
   Hacer lo que tenemos que hacer dejando que del resto se ocupe la fe, sea quizás una de las pocas posibilidades que tenemos los humanos de aproximarnos a la tan ansiada y bastardeada  idea de la felicidad.
  Deberíamos -con mucha más frecuencia de la que lo hacemos-  no sólo pensar en la finitud de nuestra existencia, sino además que en todo lo encarado, existen una serie de variables que no podemos manejar. 
  En una pintura, por ejemplo,  por un lado está lo que el artista pudo plasmar, y por el otro, lo que excede el marco. Tomemos nada menos que el Guernica de Picasso –nuevamente hoy contemplo- más allá de su logro contundente, en el efecto desgarrante de un pueblo diezmado, aun como obra excelsa, no consigue reflejar la totalidad del efecto devastador que aquella guerra significó para tantos.
  Si pensamos en nuestra existencia como un acto creativo, podríamos plantear  la vida como una pintura. Y bueno, uno pinta poniendo allí todo lo que tenemos por dar, lo demás no está a nuestro alcance,  esto, es un proyecto posible en escala de lo  humano, entregar el alma sin perder el horizonte de nuestros límites. 
  Aceptar el entramado entre lo que podemos hacer  y lo que ya no depende de nosotros, requiere la humildad que solo puede brindarnos  la fe.
El exceso

Salgo con mi hijo menor a rodar en bicicleta por el parque. Un bello día inundado de sol nos espera.
             Aguardo por estos encuentros con cada uno de mis herederos ya  que la interrelación se da de una manera fluida y espontánea con el inefable estimulo que provoca la actividad física y la naturaleza  (lo que de otro modo casi nunca se da).
            Dicen los que saben de educación (entre otros el filósofo Jean Jack Rousseau que del tema conocía algo más que algo) que una de las reglas sagradas para hablar de ciertos asuntos con nuestro niños es esperar por parte de ellos la demanda, la pregunta, algo así como que frente a ciertos temas, el momento oportuno de madurez para el abordaje lo marca su propia curiosidad y hasta que ellos no lo plantean mejor no hablar, pero ojo, si no favorecemos nosotros adultos el encuentro que genera en los jóvenes la confianza para que ellos se lancen con sus inquietudes, las preguntas no arribaran jamás.
             Ni bien la rueda delantera de la bici se posa en el ingreso al parque, el benjamín que hoy cuenta con tan sólo 12 años dispara:   ¿Papá, por que la marihuana esta prohibida y el cigarrillo, el alcohol y otros remedios no? ¿Hay lugares donde es legal? Y sigue ¿Puede ser que haya sentido que en Jamaica y Ámsterdam se permita el consumo?.  
  Una vez formulada la pregunta no hay vuelta atrás y ya no queda otra que hacerse cargo del interrogante, al menos, con un... no se, tenemos que averiguarlo juntos,  si es que de veras no sabemos que responder, pero “hacerse el oso” una vez que la demanda del  joven queda planteada,  no va, hay que hacerse cargo y  encarar
            Pienso unos instantes, dejo que las imágenes me den ideas y la palabra que acude es “exceso’, con toda sinceridad intento llevar el tema hacia donde siento será productivo, y creo que es por aquí donde vale la pena, repito, exceso, el tema quedará planteado y que él vaya sacando sus conclusiones hasta la próxima.
             De las especies vivientes (es lo primero que le digo sin responder a su pregunta) somos el emblema del exceso, probablemente sea uno de los defectos que más nos representa.
 “Una o dos  copas  de un buen Malbec, está buenísimo, siete no”
  Continué tratando de explicarle que el tema de debate no debiera ser la marihuana, ni el tabaco, ni el alcohol, ni los fármacos, el problema no son las sustancias, el  problema - y de lo que lamentablemente no se habla – es  lo que el hombre hace con ellas. 
              La falta de verdadera  educación impide sincerar el  problema tomando “el toro por las astas”, en realidad debemos enseñar a los mas jóvenes que  una persona puede recurrir a enorme cantidad de sustancias para autodestruirse e incluso matarse y el tema crucial no es si dichas sustancias o productos son o no ¡legales! No es aquí donde debe  centrarse la discusión.
  Sin querer alejarme demasiado de  su pregunta, este debate de quienes, a favor del consumo de   marihuana  solicitan  su legalización para consumo aduciendo, que el cigarrillo y el alcohol como otros fármacos legales son “mas” perjudiciales y dañinos para la salud.
             Y entonces lo llevé a razonar  que este estéril debate  en general no conduce a ninguna parte,  evita el tema central y pone en la superficie una confrontación al máximo estilo Boca- River  tratando de defender desde ambas partes, sin elementos sólidos, que es más perjudicial o que es más o menos peor
-¿Pero entonces qué papá?-
            El debate hay que centrarlo en la esencia, e insisto  como especie naturalmente tendemos al exceso y es ese el verdadero núcleo desde el que hay que plantearse el asunto.
Cuando visité Holanda con uno de mis hermanos, arribamos a Ámsterdam un viernes a última hora de la tarde y nos quedamos estupefactos en la estación de trenes al ver cientos de jóvenes que bajaban de los vagones con una euforia y un desborde similar al de una barra brava de hulligans exaltados. Alguien de la zona nos explicó  que allí mismo, desde hace años, todos los fines de semana se repite sistemáticamente este cuadro  en que miles arriban aquí desde otros sitios de Europa, como desaforados, dejando atrás la rutina formal de estudio o trabajo tras la revancha de un fin  de semana de 48 horas continuas de reviente con alcohol, drogas y sexo y no hay que perder un segundo.
             Ese fin de semana en la pintoresca y particular Ámsterdam pudimos comprobar -con el más noble de nuestros sentidos; la vista-  que realmente, es así. Circulando  por la zona roja cantidad de vendedores de las más variadas etnias ofrecen “a troche y moche” drogas de todo tipo a lo que la concurrencia se vuelca masivamente como para hacer una pausa entre sexo y alcohol (falta el rock and roll).
             Luego del recuerdo de aquel flash, traté de dejarle en claro y trasladarle a mi hijo lo que alguna vez yo también- hace unos 35 años - hablé con mi viejo referido a  este asunto:
-Mirá es hermoso disfrutar de unas cuantas cosas que la vida nos ofrece, pero guarda, el exceso ¡mata! Y por otro lado - en esto le hice hincapié con vehemencia pues su importante pregunta lo requería
- Mirá  mi papá siempre nos dio mucha libertad, es el don más preciado, nos decía a mis hermanos y mí, nos dejó desde muy chicos disfrutar y viajar solos, pero siempre en la previa más de una vez largó: “Acuérdense que en la vida hay muchas cosas que “no” es necesario experimentar aunque se les presente seguramente alguna oportunidad. ”..

-Escúchame bien, le dije al vástago.-Hay demasiados asuntos que no es necesario probar, no hace falta,  ni si quiera te preocupes  si es o no legal, en eso la sociedad de los adultos tiene poca claridad, quiere culpar  a las sustancias, en lugar de educar.
El que mucho abarca.......

Más de una vez solemos sentirnos agredidos  por lo que alguien nos dice, en varias ocasiones  esto nos despierta desagradables sentimientos humanos que tienen que ver con la ira, la bronca e incluso con la venganza, la que procedo a exorcizar en estas líneas.
 Por estos días me sentí alterado por un guionista radial quien me citó con nombre y apellido en uno de sus libretos donde mezcla hábilmente literatura con lenguaje barrial  a propósito de “el que mucho abarca poco aprieta”,  pues en su particular modo de manejar la ironía, le vine como anillo al dedo para que el exprese su idea  sentenciándome en mi punto débil y por  qué no el más fuerte; lo polifacético como  forma de vivir.
 Hace algunos años, en mi rol de dentista, fui consultado por una coqueta anciana -una octogenaria madrileña que no ha perdido su acento -  me dijo: -Lo elegí como dentista por que lo he visto actuar este fin de semana en el teatro y su actuación me ha parecido excelente-
- Bueno señora, agradezco el cumplido, pero qué tiene que ver con que me haya elegido usted como su dentista, entonces,  a modo de aforismo y con su españolismo me  respondió:
-¡Mira tío el que es bueno, es bueno pa todo, y el que es malo, es malo pa todo!
  Convengamos en lo radical de esta visión, aun así por la simpatía con que esta señora devenida en paciente lo dijo, logró levantar mi autoestima en aquellos días en que los devaneos lo tienen a uno medio tirado.
   Volviendo a esto de  que “el que  mucho abarca”, me pregunto; ¿Qué es mucho?... ¿Mucho qué?
   Somos complejas bestias de cuerpo, mente y espíritu que por momentos parecemos simples pero está claro que no es así,  podría decirse  que cada uno de nosotros no es uno, sino  varios. En esta búsqueda personal, aflora algo de quienes somos,  y es cierto,  algo de quienes somos se deja ver  en algo de lo que hacemos.  ¿Y qué es lo que hacemos? Un poco lo que se va dando, y otro poco lo que andamos buscando.
  De hecho no es tan difícil hacer lo que uno quiere, difícil es “saber lo que uno quiere”,  y como si esto fuera poco, estamos muy condicionados por tiempo y espacio, ambas variables junto a nuestra  historia personal, van afortunadamente modificando lo que vamos  deseando para nuestras vidas, y si bien en esencia uno es el mismo que era entonces, por otro lado, uno ya no es el mismo de entonces....
   Tal vez uno de los mayores prejuicios actuales (aún en quienes se saben muy instruidos) sea creer que uno está condenado a hacer  siempre,  y sistemáticamente, lo mismo para ser eficiente y coherente ante la sociedad. Desde luego, esto no tiene por qué ser necesariamente así. La popular canción de Caetano Veloso – Meu coracao vagabundo- canta en uno de sus versos; 
“Mi corazón no se cansa de albergar la esperanza de ser algún día todo lo que quiere ser,”.
   Así ,en mi historia tuve desde niño la posibilidad de abrazar, con intensidad, diferentes facetas humanas que amé profundamente;  el deporte, la lectura, el juego de los idiomas, la odontología, el teatro,  la música, y afortunadamente a todas ellas, les fui haciendo lugar para que sigan conviviendo, alojadas en el adulto que soy. Es verdad que siempre es indispensable priorizar una actividad por sobre las otras y no es fácil (quién dijo que lo era) pero una vez derribado quien suele ser  el peor enemigo – uno mismo- ya no hay otro, y lejos de las expectativas que los demás tienen de uno, doy rienda suelta a la herramienta esencial; el entusiasmo y  la pasión con la que cuando niños supimos imaginar, decía Karl Jaspers.

   Para finalizar, dicen que  afortunadamente hay tantas corrientes filosóficas como posibles maneras de vivir existen, esto nos permite adoptar aquella que mejor nos calce. La mía la comparto con ustedes y con vos también Alberto, con todo respeto a cualquier otro enfoque, incluso al absolutamente opuesto, en mi caso y hasta aquí: “El que mucho abarca mucho aprieta”.
El valor de algunas cosas
   
Entre el efímero y volátil sentido que se da a las cosas, por un lado  y el desmedido apego que suele otorgárseles en otros,  existe lo que intenta dar un justo valor afectivo a ciertos objetos por lo que ellos nos significan.
            El descarte como imposición de un despiadado marketing, que arrasa con lo que pretenda ser durable, desencadena en muchos de nosotros un  desenfrenado recambio de envenenado consumismo -léase que consume a uno mismo-. En el otro extremo conviven quienes se desdibujan aferrados a objetos del pasado, con un apego desmedido
              Ambas formas no logran mas que  sacarnos de plano de lo más valioso con que contamos, podría decirse con lo único que tenemos, “el presente”.
   Por un lado quienes se lo consumen malversándolo, por un futuro cosificado e instalado en  una especie de religión, donde la moda y el recambio gobiernan. Por el otro, quienes lo canjean, anclados a objetos del pasado, desacralizando lo que ya fue.
            En el medio existe la saludable alternativa de conectar a ciertos objetos por lo que ellos nos dan afectivamente o por lo que su uso nos brinda, sin interferir con  el presente muy por el contario, mejorándolo.

             Una receta de la abuela, un entrañable juguete, nuestro primer disco de vinilo, o el último casete de nuestra cantante favorita, la bicicleta del abuelo, o el viejo ajedrez de papá. Ellos nos regalan tiempo; tiempo pasado, tiempo  futuro, y sobre todo tiempo presente, en definitiva tiempo de eternidad.
El valor de algunas cosas
   
Entre el efímero y volátil sentido que se da a las cosas, por un lado  y el desmedido apego que suele otorgárseles en otros,  existe lo que intenta dar un justo valor afectivo a ciertos objetos por lo que ellos nos significan.
            El descarte como imposición de un despiadado marketing, que arrasa con lo que pretenda ser durable, desencadena en muchos de nosotros un  desenfrenado recambio de envenenado consumismo -léase que consume a uno mismo-. En el otro extremo conviven quienes se desdibujan aferrados a objetos del pasado, con un apego desmedido .
              Ambas formas no logran mas que  sacarnos de plano de lo más valioso con que contamos, podría decirse con lo único que tenemos, “el presente”.
   Por un lado quienes se lo consumen malversándolo, por un futuro cosificado e instalado en  una especie de religión, donde la moda y el recambio gobiernan. Por el otro, quienes lo canjean, anclados a objetos del pasado, desacralizando lo que ya fue.
            En el medio existe la saludable alternativa de conectar a ciertos objetos por lo que ellos nos dan afectivamente o por lo que su uso nos brinda, sin interferir con  el presente muy por el contario, mejorándolo.
             Una receta de la abuela, un entrañable juguete, nuestro primer disco de vinilo, o el último casete de nuestra cantante favorita, la bicicleta del abuelo, o el viejo ajedrez de papá. Ellos nos regalan tiempo; tiempo pasado, tiempo  futuro, y sobre todo tiempo presente, en definitiva tiempo de eternidad

Hay quienes dicen que los objetos de un difunto no debieran perderse,  ellos nos remontan a él. O como lo hacían los egipcios y otras tantas tribus, enterrarlos con ellos, para que el muertito, quién sabe,  los siga disfrutando en alguna otra parte.
El “papi” Stocco; la vocación
   
            Así se dirigía a quien fuera que sea el legendario Víctor Stocco,  utilizaba “papi” como su vocablo comodín en cualquier tipo de conversación. Ya sea en su rol  docente, como amigo o en el vínculo generado para un simple trámite, él se expresaba más o menos así: - Como te estaba diciendo papi, no te imaginas papi, ¿qué te parece papi?, La verdad papi-   afable modo de dirigirse al prójimo con este sello particular que lo convirtió  en su círculo de allegados, en el certeramente apodado “papi” Stocco.           Dicen que a un padre se lo respeta (al menos se estilaba), quizás la forma en que Stocco usaba la muletilla  “papi” pretendía hacer extensivo el  respeto y afecto a quien quiera que sea
            Su aspecto era el de un viejo vivido, el de un hombre que ha rodado (si los humanos tuviésemos cuentaquilómetros como los autos, el reloj del papi tendría seguramente varias vueltas), su transparencia no dejaba margen de duda; era un veterano generoso de mirada meliflua y cadencia afable.
 Lo traigo aquí  porque el suyo es un ejemplo, como pocos, de humanisima vocación, no precisamente por el reconocimiento y la fama sino por lo sagrado que la vocación tiene, como voz que emerge desde las vísceras, lo que  mas allá de cualquier resultado se ejerce, en esto de insistir  en ser quien se quiere ser.
            El papi Stocco desde muy joven se vio fuertemente atraído (por aquellos días) al emergente  séptimo arte. El cine lo conmovió y supo responder al llamado  inclinándosele sin concesiones. Fácil no le resulto, desde no poder pagar y tener que hacerse caramelero de la sala para ver todas las películas, viajar casi como polizón a la Capital Federal tras el oficio,  hasta dormir en los sets de filmación durante años para no perderse detalles de los rodajes, estuvo dispuesto.
            Así poco a poco el Papi llego a convertirse en uno de los  “detrás de cámara” de Film Andes; uno de los centros de producción cinematográfica mas importantes de Latinoamérica que lo tuvo como asistente de dirección en unos cuantos largometrajes.
Después de  que Film Andes pasó a la historia, el Papi Stocco entró a la docencia en la  Escuela Regional de Cine y Video de Mendoza, con todo el bagaje de aquellos que se transforman en  historia viviente
            Hace un tiempito, unos cuantos meses antes de su  partida, tuve el privilegio de tenerlo como protagonista, justamente,  para un documental sobre las aristas de la vocación.  Pude mirarlo fijo a sus profundos y viejos ojos azules para  preguntarle:
-¿Si usted pudiera decirles sólo una  cosa a  los  jóvenes ¿Qué les diría?-
Hizo una pausa y miró al centro de la cámara como los que conocen el oficio y pretenden ser atendidos, al límite de quebrarse en la emoción y con su estilo tan propio lo dijo así: - “Papi” hagan lo que más les guste aunque cueste lo que les cueste. ¿Vos querés ser médico? Vos vas a ser médico ¿Vos queres ser pintor? Vas a ser pintor ¿Vos queres ser maestro? Vas a ser maestro ¿Vos queres  ser cineasta? Vos vas a ser un cineasta

Qué les cueste lo que les cueste papi …. 
Esperando

Aguardando la ducha, a la salida de la piscina donde suelo nadar, un hombre mayor que la ocupaba amablemente me dijo: -Espere un minutito por favor joven ya salgo.
- No se haga ningún problema caballero -Respondí del otro lado de la cortina y sin pizca de creatividad agregué: al fin de cuentas la vida es en definitiva una larga espera.
En el silencio de la espera pensé; antes de la propia vida ,ya alguien suele esperar por nuestra concepción, una vez combinados ovulo y espermatozoide (in vivo o in Vitro)  alguien  espera por el nacimiento y luego la espera es porque gateemos, caminemos, hablemos y estudiemos .Después esperamos un título y un buen trabajo, esperamos por una mujer u hombre con quien esperamos armar una hermosa familia, a posteriori esperamos llegar a viejos  cosechando el  esperado fruto de la siembra.
 Finalmente esperamos una muerte digna, esperando haber cumplido con lo que teníamos para dar. Los creyentes esperan, aun después de muertos, eterno descanso en el  esperado paraíso
Esperanza (pensé mientras seguía esperando) significa esperar con ánimo por aquello que se desea obtener, y ahí por oposición me acorde de Saramago, el notable escribidor
- como solía autotitularse- crítico y polémico siempre,  escribe: “No tengo nada contra la paciencia pero prefiero la reacción impaciente que a tiempo logra su cometido…. algunas revoluciones de no haber esperado tanto probablemente hubiesen logrado su objetivo”.
            Las religiones enseñan a esperar; esperar que la situación mejore, esperar por sanar e incluso esperar el mesías y como si fuera poco, mientras se espera encima  hay que agradecer.
            Impaciencia y reacción versus paciente espera
 Mucho antes de terminar con semejante divague el anciano me entregaba la ducha abierta con un gracias por esperar.
 Los argentinos, aunque no haga falta, espontáneamente armamos una fila, la famosa cola argentina, debe ser para lo único que nos organizamos, para esperar.

En todo caso cuando no nos queda otra que esperar, mientras espero pienso.

 La fuerza que aspira

  El momento del tránsito  en que empezamos abandonar el regazo uterino (donde plácidamente, flotando durante nueve meses; fuimos vida a resguardo del acogedor alojamiento materno diseñado para tal fin) para entrar por vez primera, en el hábitat que tendremos como morada, hasta la última exhalación; nos presenta el milagro de la vida en su máximo esplendor.
            En esa transición crucial, a la que podríamos considerar como la primera mudanza de nuestras vidas, operan dos fuerzas claramente diferenciadas una de la otra, ambas vitales para que el parto se concrete.
Una es la fuerza que empuja, es una vis atergo, viene pechando desde atrás, es la que hace la madre (la jefa de la mudanza), la otra fuerza es la que aspira es una vis afronte, es la que hace el bebé con su cabeza buscando hacia delante, hacia el frente.
 Ya en el instante de nacer se definen, francas y certeras, las dos fuerzas que estarán presentes a lo largo de nuestra existencia, sólo que intentaré, sin afán de desmedro, de la otra, destacar a una de ellas justamente por ser de las dos, la singular, la particular.
            Hay una que nos sostiene, contiene, consuela y alienta, imprescindible porque no hay uno sin el otro, porque somos con, porque mutuamente nos necesitamos; es la fuerza que comienza la madre en el parto y que luego continúan todos aquellos quienes a lo largo del trayecto acompañan, alientan; es la fuerza “Vis atergo” es un gran empujón que  ayuda y mucho pero....no alcanza para nacer, ni alcanza para seguir.

La otra -la que quiero destacar- es la que desde el instante mismo en que salimos al mundo estará por siempre dentro nuestro, la que pegada cual huella digital nadie podrá quitarnos, la que nos hace sujetos, la que nos define. Es la que desde que nacemos busca....mejor dicho va buscando, es ella la fuerza propia, la que nos lleva siendo, intentando, cayendo, levantando, es propia guía que guía, a nadie se ha de culpar, es ella garra y pasión, es el motor interno, por entero es personal,  la que vivos nos mantiene, unos la llaman proyecto, otros la vocación, es la fuerza “Vis afronte” la que va tirando al frente, es ella la marca propia, ella es la fuerza que aspira, la que a cada uno inspira a la dignidad más digna, que da el derecho exclusivo; de ser quien se quiere ser.
La dignidad de René

Siempre que alguien está enfermo,  aunque el padecimiento sea importante, de alguna forma esperamos que obre la cura y la recuperación.
Hay casos en que la dolencia es de tal gravedad que solo cabe esperar el desenlace final.
De alguna forma la muerte nos acompaña desde que nacemos y por muy bien  que uno se encuentre, de momento nadie  tiene la vida comprada, ni sabe donde estará mañana, de todos modos,  solo se instala como idea fija  cuando por alguna razón, el  asunto se torna inminente.
Estos últimos meses  me tocó  acompañar de cerca el caso del padre de un gran amigo en dichas circunstancias. El cáncer de René estaba lo suficientemente ramificado como para solamente esperar el final.
Los amigos, a través de sus hijos, somos muchos y de alguna forma por su calidez familiar todo estábamos pendientes de su evolución. 
            Una de las primeras cosas que decidió la familia, liderada por Richard - el hijo médico- fue que el papá estuviera en la casa junto a sus seres queridos evitando hasta donde se pudiera la internación  hospitalaria y las técnicas invasivas innecesarias.
 Llegó el último suspiro y rodeado de sus afectos en su casa murió René.        Claro que no fue un festejo, digo, como un cumpleaños, una recibida o un aniversario, pero tampoco fue un drama, mientras vivió se acompañó, se disfrutó y se hizo todo lo que había que hacer.

            Cuando lo estaban por enterrar uno de los amigos, un músico allegado a la familia, pregunto a Ricardo si estaba de acuerdo en que interpretara allí  algo en la guitarra a modo de despedida. Allí sobre la marcha el consenso de  todos los  hermanos y la  esposa fue un; claro que si, por qué no, a él le hubiera gustado y así fue, Javier y su guitarra de frente al cajón entonando una de las tonadas preferidas del finado. Después del entierro se fueron a almorzar, parientes y allegados de afuera obligaban a la reunión familiar con vino de por medio, pues también esto, al igual que una buena tonada, formaba parte del ritual por el gozo del encuentro de quien partió; quien fuera digno para vivir , digno para morir, adiós querido Rene.

lunes, 28 de abril de 2008

Medicina
 
Comprender que no existen enfermedades, sino personas que  enferman probablemente sea el puntapié inicial para humanizar y dignificar la medicina  a partir de  la idea de que cada  hombre constituye un sujeto único e irrepetible  y que solo así puede ser tratado. Tan es así, que a la hora de enfermar cada uno de nosotros lo hará como pueda, consolidando la idea que plasmó el psiquiatra Beard hace unos cuantos años, al sentenciar: “Si usted ha tratado dos casos de neurastenia de la misma forma, al menos ha tratado mal a uno de ellos”.
  Contaba un  prestigioso escritor de nuestro país mientras recorría un hospital, la impresión que le dio cuando  escuchó a un  cirujano decir a un colega lo siguiente:   -Vamos apuremos que en la sala quince nos espera una apendicitis aguda.
   La idea de reducir un sujeto que ha enfermado al  mal que lo aqueja, es parte de la grave fragmentación en la que hemos incurrido al renunciar a la exigencia de entender y abordar al humano como un ser integral. Reinstalar el concepto que un hombre y una mujer son siempre cuerpo, mente y espíritu en un todo indisoluble que no puede ser obviado en ninguna etapa desde la consulta médica en adelante es indispensable.
  La milenaria medicina ayurvédica de la India  (con absoluta vigencia dentro de aquel país en 2500 hospitales y en  occidente  a través del doctor Deepak Chopra como uno de sus mayores  difusores con su libro más serio, antes de ser tan mediático: “La perfecta salud”) tiene como premisa fundamental el exhaustivo estudio del biotipo al que pertenece el paciente; vata, pita, kapa (ectomorfo, mesomorfo, endomorfo) y sus posibles combinaciones, como el requisito previo a la prescripción de cualquier tratamiento para un buen resultado en algo así ; “ Dime quien eres y te diré como tratarte” . El inicio de cualquier tratamiento médico nace de un correcto diagnóstico y solo así el profesional se convierte en verdadero coprotagonista de quien  depositó su confianza en él.  El interés en el arte de curar probablemente nació  a partir del  desafío que requiere un profesional de la salud para lograr identificar en profundidad quién es ese paciente que se tiene enfrente  e intentar darle  a ese sujeto único y particular las estrategias más adecuadas para volverlo al equilibrio (me gustaría personalmente estar mucho más cerca en la praxis de esa palabra tan fácil de decir; equilibrio).
  Humanizar la medicina no va de ninguna forma  en detrimento de los hallazgos que el campo tecnológico trajo consigo, pero un profesional  no es eficaz solo desde lo que el progreso pone a disposición de su especialidad, pues así estará dejándose de lado en la esencia que lo constituye, como paciente uno no es un pie quebrado, ni un apéndice inflamado, ni un corazón dañado sino un sujeto que padece, y solo así queremos ser tratados

   Dignificar la vocación médica es acompañar en la salud  y ayudar a recuperarla cuando por algún motivo se la ha perdido y en esto un sincero encuentro de miradas frente a frente  provocado por el  profesional  permite como puntapié inicial abordar  integralmente a cada  paciente para asistirlo en su particular y exclusiva forma de sanar, o no.