La
conciencia de morir
Se dice que todo lo que hacemos los humanos a
lo largo de nuestras vidas, no es sino
la forma constante de negar la muerte, no debe ser tan así, pero solo
aliándonos al concepto de la propia
finitud el desafío se vuelve interesante. Hoy sin embargo pareciera que morirse
es una vergüenza y si bien es cierto que en la niñez la explosión vital suele
no ceder espacio a la idea del final (aunque
algo siempre se sospecha, recuerdo de niño haberme encontrado durante
horas atrapado en la idea de cómo seria vivir infinitamente) como adultos jamás
debiéramos eludirla como el horizonte más certero que nos convoca.
En días caprichosamente
globalizados el asunto no es fácil, sin embargo aprender a convivir
con la idea de final como conciencia
fecunda es reconocer que desde que comenzamos a
vivir también empezamos a morir y eso es justamente lo que hace de nuestra
existencia un milagro, el milagro es que dejaremos de vivir en el mismo
instante en que también dejaremos de morir.
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en el mundo adulto no tiene nada que ver con perder la vitalidad que nos define
como potentes criaturas rebosantes de
poderosa creatividad, por el contrario, el adulto no solo tiene el derecho si
no el deber de conectar con la intensa energía del yo niño puesta al servicio
de alguien que ya con algún recorrido, acepta la finitud. Así quizás logremos
auto trascendernos en convivencia, justamente, gracias a la cotidiana
conciencia de que un día hemos de morir.